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RESUMEN:

Con toda justicia puede decirse de él que fue el primer gran presidente barcelonista de la Postguerra, tomando las riendas de la entidad en una época  difícil, en la que un poder político omnímodo vigilaba y controlaba muy de cerca todas las manifestaciones ciudadanas, incluso las teóricamente menos inocuas, siempre y cuando tuviera a bien

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Agustí Montal i Galobart: el gran presidente de la posguerra

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Con toda justicia puede decirse de él que fue el primer gran presidente barcelonista de la Postguerra, tomando las riendas de la entidad en una época  difícil, en la que un poder político omnímodo vigilaba y controlaba muy de cerca todas las manifestaciones ciudadanas, incluso las teóricamente menos inocuas, siempre y cuando tuviera a bien no prohibirlas. Enrique Piñeyro y de Queralt, Marqués de la Mesa de Asta, impuesto por la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes que entonces presidía el General Moscardó, el laureado defensor del Alcázar de Toledo, no había sido  un mal dirigente, teniendo en cuenta sus antecedentes ( se trataba de un «cuerpo extraño» al barcelonismo, y ni tan siquiera aficionado al fútbol ), y su sucesor, el coronel Vendrell, antiguo Delegado de Orden Público en La Coruña, presentó también un balance objetivamente positivo, pero la figura de Agustí Montal va a suponer una innovación en varios aspectos de capital importancia.

Para empezar, Montal fue el primer mandatario desde 1939 en no ser designado directamente por la Superioridad, sino que resultó elegido desde dentro del propio Club. No por los socios, naturalmente ( algo que la normativa vigente no permitiría  hasta 1978, en plena Transición Democrática, con la extraña salvedad de las elecciones de 1953 que consagraron  a Francesc Miro-Sans ), pero al menos sí por los miembros  de la Junta Directiva, que le promovieron en Septiembre de 1946, poniéndole  al frente de un colectivo en el que se integrarían prohombres de tan acrisolado barcelonismo como Narcís De Carreras, Enric Martí i Carreto, Francesc Naudón, Josep Deop o Antoni Tamburini . Con él, además, va a inaugurarse una tradición llamada a tener larga vida en el seno del Barça: que la presidencia sea ostentada por un destacado representante de la burguesía textil catalana, sector social cuya preponderancia se prolongará también  hasta 1978, cuando la elección del magnate inmobiliario Josep Lluís Núñez rompa con esa especie de ley no escrita, como claro reflejo de la pérdida de peso específico del gremio textil en la economía y la sociedad catalanas, y su paulatina desaparición de la escena.

 Aparte de eso, Agustí Montal padre va a ser el principal responsable  de una cierta normalización en la vida interna del club, insuflando nuevas energías a una entidad deportiva que ya estaba recuperando tanto sus niveles prebélicos de afiliación ( 26.000 socios en 1946 ), como ocupando de nuevo un sitial preferente entre la élite del fútbol nacional, lo que se había puesto  de manifiesto con la consecución del segundo título de Liga de la historia del Barça, en la temporada 1944-45, gracias a una plantilla en la que ya figuraban nombres tan míticos como los  Velasco, Curta, Elías, Calvet, Gonzalvo II, Gonzalvo III, Seguer, César, Martín o Bravo, al lado de los veteranos Raich o Escolá, estos dos últimos convenientemente «depurados». Un gran equipo que juega en un Les Corts recién ampliado, con una nueva tribuna cuyo airoso voladizo, sin ninguna clase de columna que lo sustente, constituye una asombrosa obra de ingeniería civil.

 Bajo el mandato de Montal se va a reunir la primera asamblea general  de socios de un club de fútbol español tras el conflicto civil, en 1948, aunque fuera únicamente a nivel de compromisarios, y además  se van a recuperar símbolos muy queridos para la entidad, tales como el busto de bronce de Joan Gamper, que volverá al antepalco de Les Corts – lo que hoy llamaríamos «zona noble» -, o la antigua denominación de la calle dedicada al Fundador en las cercanías del estadio por el Consistorio barcelonés en tiempos de la República, y que había tomado el aséptico nombre de «Crisantemos» después de la guerra. Pero Montal va a ser también el presidente que estará al timón de la nave  azulgrana en un momento triunfal ( los dos campeonatos de Liga consecutivos en las temporadas 1947-48 y 1948-49 ), y el que  organizará la celebración de  las Bodas de Oro del club, en Noviembre de 1949, para conmemorar el 50 Aniversario del Barça, que se desarrollaron  con una gran brillantez y participación popular, convirtiéndose en el primer acontecimiento ciudadano de relieve que tenía lugar en Barcelona desde el final de la Guerra Civil. Con motivo de  dichos fastos tuvieron lugar  un torneo triangular de fútbol – en el que participaron el Palmeiras brasileño, el Boldklubben de Copenhague, y por supuesto el propio Barça – , diversos encuentros y pruebas de otras disciplinas deportivas, y una serie de actos festivos entre los que no faltó un multitudinario baile de sardanas, honrándose también al primer presidente de la entidad, el inglés Walter Wild, así como la memoria del inmortal Joan Gamper, cuyo nieto realizó el saque de honor en los prolegómenos del primer partido, entre el Barça y el conjunto danés.

 Paralelamente, el barcelonismo va a iniciar un amplio debate acerca de la necesidad de volver a ampliar Les Corts, cuyo aforo se estaba  quedando a todas luces  insuficiente, o, por el contrario, avanzar hacia la construcción de un nuevo campo, algo que la creciente dimensión del Barça exigía, tal como ya había hecho el Real Madrid al inaugurar a finales de 1947 lo que pocos años más tarde se llamaría «Estadio Santiago Bernabéu». Entretanto Montal, bien aconsejado por el «Mago» Samitier,  va a tener el enorme acierto de  fichar en Junio de 1950 a Ladislao Kubala, un fornido y rubio jugador húngaro fugitivo del «Terror Rojo», quien muy pronto se convertiría en un auténtico fenómeno de masas en la Ciudad Condal, revolucionando nuestro anquilosado fútbol.  A raíz de este hecho, el debate acerca del campo aumentará en intensidad, y aunque tan crucial decisión no será tomada en el curso de su mandato, va a ser él quien previsoramente adquiera unos terrenos en el extremo de la Travesera de Les Corts, aledaños al Cementerio y la Maternidad, lindando ya con el término municipal de Hospitalet de Llobregat, en los que finalmente se levantará el Camp Nou.

Durante su último año en el cargo, Montal padre fue testigo privilegiado de la gloriosa temporada de «las Cinco Copas» ( 1951-52 ), en la que un fabuloso equipo donde se alineaban Ramallets, Seguer, Biosca, Segarra, Gonzalvo III, Bosch, Basora, César, Kubala, Vila y Manchón, y que todos los niños se sabían de carrerilla, conquistó Liga, Copa, Copa Latina  ( que disputaban los campeones ligueros de Portugal, España, Francia e Italia ) y los trofeos Duward  – al equipo más goleador – y Martini Rossi  – al menos goleado. Con la satisfacción del deber cumplido, y dejando a su Barça en la cumbre indiscutible del fút bol español, Montal  cederá su puesto el 16 de Julio de 1952 a otro ilustre representante del gremio textil, Enric Martí i Carreto, vicepresidente y mano derecha suya en la Junta, al que no tardando mucho le iba a tocar lidiar con una auténtica «patata caliente» como sería el famoso «Caso Di Stefano», con su intrincada maraña de intereses deportivos, económicos y hasta políticos. Pero eso, como diría el gran Rudyard Kipling, ya es otra historia..

         

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