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RESUMEN:

Solamente por el hecho de haber sido el presidente bajo cuyo mandato se construyó e inauguró el Camp Nou, ya se merece Francesc Miró-Sáns el figurar para siempre en el Panteón barcelonista, como uno de los personajes que más han influido positivamente en el desarrollo del club. Este joven y dinámico empresario textil tuvo la

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Francesc Miró-Sans (Barcelona, 1918-1989)

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Solamente por el hecho de haber sido el presidente bajo cuyo mandato se construyó e inauguró el Camp Nou, ya se merece Francesc Miró-Sáns el figurar para siempre en el Panteón barcelonista, como uno de los personajes que más han influido positivamente en el desarrollo del club. Este joven y dinámico empresario textil tuvo la visión de un estadio a la altura de los nuevos tiempos, tiempos de postguerra y acelerada reconstrucción, en los que el fútbol se estaba convirtiendo en un gran espectáculo de masas, de inmensa popularidad, y supo materializarlo contra viento y marea, movilizando energías y venciendo todos los obstáculos, que no fueron pocos en aquellos delicados momentos por los que atravesaba el país.

          Les Corts, la Catedral del Fútbol Catalán que se construyera bajo los auspicios de Joan Gamper en la primavera de 1922, en un tiempo record, se había ido quedando pequeña. Tras sucesivas ampliaciones podía ofrecer un aforo máximo de hasta 60.000 espectadores, pero a cambio de muchísimas incomodidades. La eclosión de Ladislao Kubala y el Barça de las Cinco Copas hacía casi imposible encontrar un hueco entre sus gradas, de modo que se presentaba una crucial disyuntiva: o se ampliaba – y la capacidad de maniobra en ese sentido era ya muy limitada – o se construía un estadio nuevo. El Presidente de las Bodas de Oro, Agustí Montal i Galobart, era más bien partidario de la ampliación, pero muy previsoramente había adquirido unos terrenos justo en el límite entre los términos municipales de Barcelona y Hospitalet de Llobregat, al final de la Travesera de Les Corts.

          A Montal padre le sucedió en el cargo Enric Martí i Carreto, que presentaría su dimisión a principios de la temporada 53-54 debido al desenlace del «Caso Di Stefano», contrario a los intereses del Barça. Se abría así un proceso electoral para optar a la presidencia azulgrana, un proceso que  va a verse beneficiado por una laguna legal que permitiría el voto a todos los socios varones mayores de edad y con una determinada antigüedad en el club: un insólito simulacro de democracia en aquellos primeros tramos de la dictadura franquista. Dos van a ser los candidatos, ambos pertenecientes a generaciones muy distintas. Por una parte, un veterano empresario vinculado al sector del automóvil, Amat Casajoana i Pfeiffer, que preconizaba la ampliación de Les Corts, pues consideraba muy imprudente embarcarse en aquel momento en la construcción de un nuevo campo, y por otra el joven – tan sólo 35 años de edad – Francesc Miró-Sáns i Casacuberta, fabricante textil, y en cuyo programa electoral figuraba la construcción de un nuevo estadio que duplicase la capacidad del vell camp ( »  Queremos, necesitamos y construiremos un nuevo campo» ). Durante varias semanas se desarrolló una intensa campaña electoral – absolutamente chocante dentro del ultrarestrictivo marco del régimen franquista -, con novedosas técnicas de reclamo ( sedes de candidatura, automóviles con altavoces, transporte gratuito el día de las votaciones…)

          El día 15 de Noviembre de 1953 se celebraron tan trascendentales comicios, resultando elegido Miró-Sáns por 8771 votos frente a los 8470 que recibió Casajoana, una ventaja de únicamente 300 sufragios. De manera que el flamante mandatario se aplicó a la tarea sin tardanza. El día 28 de marzo de 1954, al frente de una comitiva compuesta por decenas de miles de enfervorizados barcelonistas, presidió el acto de colocación de la primera piedra del nuevo campo, y algunos meses después encargó el proyecto a un prestigioso estudio de arquitectos. Las obras salieron a subasta, ganada por la empresa Ingar S.A., y dieron comienzo en Junio de 1955. Durante dos años largos fue incesante el desfile de socios, aficionados y barceloneses y catalanes en general, para observar in situ el desarrollo de unos trabajos que iban a dotar al club y a la ciudad de un equipamiento puntero en la Europa de entonces, que al igual que España estaba saliendo penosamente de una cruenta y destructiva contienda. La financiación se obtuvo recurriendo a adelantos del pago de los abonos anuales por parte de los socios, y sobre todo mediante la emisión de obligaciones y bonos de caja, y en el proceso tuvo una intervención muy relevante el Banco de Santander, que a partir de dicho momento comenzó su masiva implantación en Cataluña.

          Por fin, el día 24 de Septiembre de 1957, Festividad de la Virgen de la Merced, Patrona de Barcelona, el Barça pudo inaugurar su nueva casa, orgullo de la ciudad y admiración de propios y extraños, con una capacidad para cerca de 100.000 espectadores, y susceptible de ser ampliada en un futuro más o menos cercano hasta los 150.000. El estadio, obra de los arquitectos Mitjáns – primo del Presidente -, Soteras y García Barbón, presentaba unas líneas sobrias y armoniosas y una perfecta visibilidad desde todos los ángulos, con un voladizo sobre la tribuna de preferencia que constituía una preciosa y atrevida obra de ingeniería. En el encuentro inaugural el Barça venció a una selección de Varsovia por 4 goles a 2, correspondiéndole al delantero paraguayo Eulogio Martínez el honor de marcar el primer tanto que subía al marcador en el nuevo feudo blaugrana, que oficialmente carecía aun de nombre. Durante las obras se había especulado con la posibilidad de bautizarlo con el  del Fundador del club, Joan Gamper, pero al parecer las máximas autoridades deportivas españolas no veían dicho propósito con buenos ojos, y disuadieron de ello  «amistosamente» a Miró- Sáns, sugiriéndole que quien mejor que él mismo para dar nombre al estadio, ya que se trataba del gran impulsor del proyecto ( al igual que el  campo del Real Madrid, inaugurado en 1947, se llamaba «Santiago Bernabéu» y el del Sevilla «Sánchez Pizjuán» ). Pero la sugerencia no prosperó, y el nuevo terreno de juego seguiría huérfano de denominación oficial durante casi una década, hasta que se decidió imponerle el muy aséptico de «Estadio del Club de Fútbol Barcelona», aunque popularmente había hecho fortuna el nombre de «Camp Nou», que todavía sigue en pleno uso hoy en día a pesar de que el coliseo blaugrana ya ha cumplido con creces el medio siglo de servicios al club.

          Deportivamente hablando, el Barça de Miró-Sáns va a realizar una travesía del desierto hasta la Copa del Generalísimo de 1957, que conseguirá llevarse brillantemente a sus vitrinas. Tras el fracaso de la temporada 53-54 ( Subcampeón de Liga y Copa ), el máximo dirigente culé prescindirá de Fernando Daucik y sentará en el banquillo al italiano Sandro Puppo, a la sazón seleccionador de Turquia, que había eliminado a España en la fase previa del Mundial de Suiza-54. Pero Puppo, con su aspecto y maneras de intelectual, no va a conseguir reflotar la nave azulgrana y tan sólo durará un año en el cargo. Le sustituye un viejo conocido del barcelonismo, una figura mítica, el gran portero húngaro de los años 20 Ferenc Platko, inmortalizado en la famosa Oda de Rafael Alberti. Sin embargo, el equipo tampoco va a funcionar a sus órdenes, y entonces Miró-Sáns se decidirá por otro ex-jugador del club, Domenec Balmanya, quien va a incorporar a una serie de jóvenes valores de la cantera catalana al primer equipo ( Olivella, Gensana, Vergés, Coll…), con la intención de «deskubalizar» el Barça, esto es, reducir la excesiva dependencia de este hacia el as magiar. Con estos planteamientos, Balmanya va a fracasar nuevamente en la Liga 56-57 ( el Barça tan sólo podrá ser tercero  ), pero se adjudicará con brillantez la Copa ante el Español, en una final  celebrada en el Estadio de Montjuich, después de eliminar estrepitosamente a Atlético de Madrid, Real Madrid y Real Sociedad, y también un torneo entonces muy prestigioso, la llamada «Pequeña Copa del Mundo», que tenía lugar en la capital venezolana, Caracas. A la temporada siguiente, el Barça consigue vencer en la primera edición de la Copa de Ciudades en Feria ( que venía disputándose desde las Navidades de 1955 ), aunque en el frente doméstico Liga y Copa se muestren esquivas.

          Miró-Sáns – que había resultado reelegido en Enero de 1958 al derrotar a Antoni Palés, de nuevo mediante el escasamente democrático  procedimiento del voto  de los socios compromisarios, por 158  a 55  – toma entonces la decisión de poner al frente del equipo a un auténtico crack de los banquillos, el hispanoargentino Helenio Herrera, que había ganado dos ligas con el Atlético de Madrid ( 49-50 y 50-51 ) y despachado excelentes temporadas con el Sevilla, al que había llevado incluso a la Copa de Europa ( en 1956-57, tras desbancar al propio Barça del subcampeonato de Liga en la última jornada, empatando en Les Corts ). Para traer a Herrera ( conocido popularmente por sus iniciales HH ), Miró va a tener que pagar incluso una importante  cantidad en concepto de fichaje. Pero ese dinero va a estar muy bien invertido, porque el Mago va a darle literalmente la vuelta al equipo, firmando una temporada de ensueño ( 1958-59 ), en la que el Barça bate  todos los records ligueros hasta la fecha ( número de puntos, de victorias, de goles marcados…). Los azulgranas  tan sólo dejan escapar 9 puntos en todo el Torneo de la Regularidad, y hacen doblete, conquistando invictos la Copa del Generalísimo, tras humillar a su gran rival, el Real Madrid, en semifinales, con un claro 7 a 3 en el cómputo global de la eliminatoria, y derrotando al modesto y sorprendente Granada en la final. Hay un equipo base ( Ramallets; Olivella, Rodri, Gracia; Segarra, Gensana; Tejada, Kubala, Evaristo, Suárez y Czibor ), que enamora a tirios y a troyanos, y unos recambios de verdadero lujo ( Estrems, Flotats, Vergés, Ribelles, Coll, Kocsis, Eulogio Martínez o Villaverde )

         Pero a pesar de la bonanza deportiva, la precaria situación económica por la que atraviesa el club va a ser la auténtica cruz de Miró-Sáns. El coste del Camp Nou había rebasado con creces el presupuesto inicial ( al final la factura ascendió a cerca de 300 millones de pesetas de la época ), y el primitivo plan de financiar su construcción mediante adelantos de los socios sobre los abonos y la emisión de bonos y obligaciones  va a  mostrarse insuficiente, de forma que la deuda de la entidad experimentará una peligrosísima escalada. Por tal motivo, comenzaron a aparecer numerosas voces críticas hacia la gestión de Miró, llegando a tachar su actitud  de dictatorial, y la Junta se vio en la necesidad de elaborar un Libro Blanco justificativo de sus actos, mientras relevantes directivos como Enric Llaudet o Jaume Fuset ( que pronto rivalizarían entre sí por la presidencia ) presentaban su dimisión.

         Y si la economía ya suponía de por sí un serio quebradero de cabeza para Miró -Sáns, el equipo no tardaría en volver a provocarle también dolorosas jaquecas. El Barça se impuso en la Liga 59-60  por mejor goal average general sobre el Real Madrid ( ambos acabaron el campeonato empatados a 46 puntos ), y asimismo va a conquistar la segunda edición de la Copa de Ferias, pero caerá eliminado por los merengues en las semifinales de la Copa de Europa, perdiendo ambos partidos  ( 3 a 1 y 1 a 3 ), y ese resultado traerá cola. En vísperas del encuentro del Santiago Bernabéu, y con el equipo concentrado en La Berzosa, van a correr rumores acerca de  una supuesta petición de aumento de la prima estipulada por pasar a la Final – se dijo que alentada por el propio Herrera -,  que sería rechazada por parte de la directiva. Tras el partido de vuelta en el Camp Nou, y después de un confuso incidente en Las Ramblas, HH va a ser destituido, ocupando provisionalmente el banquilo barcelonista su segundo, Enric Rabassa. Herrera firmaría acto seguido un suculento contrato con el Inter de Milán, donde se reencontraría un año más tarde con Luís Suárez.

         Para la siguiente temporada, 1960-61, Miró-Sáns  se traería a un prestigioso preparador yugoeslavo, el serbio Ljubissa Brocic, que había dirigido entre otros a la Juventus de Turín. Pero el balcánico tan sólo durará seis meses en el cargo, por culpa de los malos resultados cosechados en la Liga  ( el Barça acabaría cuarto, a nada menos que a 20 puntos del Real Madrid, que se alzaría con el título ), aunque le cabe el honor de haber eliminado por vez primera de la Copa de Europa a los pentacampeones merengues, tras vencerles en el Camp Nou por 2-1, la noche inolvidable del fabuloso gol en plancha del brasileño Evaristo de Macedo.

         La destitución de Brocic es una de las últimas decisiones que va a tomar Francesc Miró-Sáns, pues él mismo, acosado por la grave situación económica y las furibundas críticas a su gestión, va a dimitir de su cargo el 28 de Febrero de 1961, siendo sustituido por una Comisión Gestora, presidida por Antoni Juliá de Capmany, que preparará las nuevas elecciones, previstas para el 7 de Junio de 1961. Un final ingrato, y seguramente injusto para con un hombre que, al margen de los naturales aciertos y errores, tuvo la gran visión de dotar al Barça de un estadio moderno, amplio y confortable, acorde con los nuevos tiempos, pero a quien una serie de resultados adversos y la crítica feroz de quienes aspiraban a su poltrona acabó por minar su resistencia, obligándole a desaparecer del primer plano de la escena barcelonista. Francesc Miró-Sáns va a morir en 1989, muy alejado ya del día a día del club, pero todos y cada uno de los culés deberían estarle eternamente agradecidos, porque su gran obra ha perdurado y continúa siendo uno de los símbolos más queridos del barcelonismo, su gran casa pairal, como dicen los catalanes…

        

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