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RESUMEN:

El Estadio Centenario fue un sueño que compartieron paisajistas y futboleros durante años, el arquitecto Juan Scasso y sus ayudantes lo imaginaron en pocas horas, para llevarlo de los planos a la realidad del cemento se necesitaron apenas 362 días. Y mañana cumplirá 80 años como símbolo del fútbol uruguayo y postal de Montevideo. La

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El Estadio Centenario, la casa del fútbol uruguayo, cumple 80 años

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El Estadio Centenario fue un sueño que compartieron paisajistas y futboleros durante años, el arquitecto Juan Scasso y sus ayudantes lo imaginaron en pocas horas, para llevarlo de los planos a la realidad del cemento se necesitaron apenas 362 días. Y mañana cumplirá 80 años como símbolo del fútbol uruguayo y postal de Montevideo. La historia podría continuar así: «en 20 años volverá a recibir a la Copa del Mundo», aunque todavía queda mucho para el 2030.

Este cumpleaños lo encontrará vacío, aunque con el eco de las celebraciones por el cuarto puesto de Uruguay en Sudáfrica. Pero cuando llamen de nuevo a la competencia interna, reabrirá sus puertas como ha ocurrido en todas estas décadas, que lo llevaron a convertirse en parte de la vida de la mayor parte de los uruguayos. ¿Quién no fue alguna vez al estadio? ¿Quién no bajó sus escaleras con la garganta gastada de tanto gritar o el corazón herido por goles del rival?

Su construcción se vincula directamente con la primera Copa del Mundo, aunque en perspectiva representó para el deporte lo que por esos días fue el Palacio Legislativo para la democracia uruguaya, la apertura de la rambla montevideana para el diseño urbano o la construcción del Palacio Salvo para la iniciativa privada: expresiones del Uruguay pujante de la década de 1920, que cumplía un siglo de vida independiente y se sentía grande y fuerte. 

Si bien la piedra fundamental del Centenario se colocó el 21 de julio de 1929, la idea de dotar a la ciudad de un gran escenario deportivo es mucho más antigua: nació con las tendencias que venían de la Europa de fines del siglo XIX, que revalorizaban el esparcimiento de la población.

En 1889, la Junta Económico Administrativa de Montevideo confió al arquitecto paisajista francés Edouard André un plan de embellecimiento de la ciudad. Dos años más tarde, André presentó su idea, que incluía un «gran parque central» con instalaciones deportivas en la zona del actual Parque Batlle, por entonces una zona de quintas conocida como Campo Chivero. Su compatriota y discípulo Carlos Thays fue contratado en 1911 para ejecutar el proyecto, pues el dueño de buena parte de los terrenos, Antonio Pereira -autor teatral, hijo del presidente Gabriel Antonio Pereira- los había legado al Estado con ese fin. Thays, radicado en Argentina y creador de varias de las principales plazas de Buenos Aires, puso en el plano un estadio, además de zonas de césped, caminería sinuosa y numerosos árboles. También propuso un zoológico y un jardín botánico, que nunca se hicieron.

Los límites del plan original eran difusos y llegaban hasta la zona de 8 de Octubre. Por ello, cuando Nacional se instaló en esa avenida se llamó Parque Central a su cancha, desde un principio y hasta el presente.

El otro parque, el de los paisajistas, fue conocido como Parque Pereira. En 1917, cuando recién se estaba esbozando, albergó un estadio de fútbol, construido enteramente de madera, en el sitio donde ahora está la Pista de Atletismo. Fue la sede de la primera Copa América, en 1917, y llegó a albergar, según algunas crónicas, hasta 40 mil espectadores. Sin embargo, cinco años más tarde se desmontaron sus tribunas para alojar allí la pista.

Planos montevideanos de los años 20 muestran sin embargo el dibujo de un estadio en el lugar actual del Centenario, lo cual demuestra que ya se pensaba instalarlo allí, aunque nadie sabía cuándo ni cómo. Por entonces el fútbol adquirió enorme popularidad gracias a los títulos sudamericanos y olímpicos de la Celeste. Las principales canchas de la ciudad eran el Parque Central y el estadio de Peñarol en Pocitos, ambos de madera y con capacidad reducida. Y parecían más chicos los días de clásico o de algún partido internacional. Por eso, la prensa reclamaba la construcción de un «gran stadium».

 

El Mundial.

La oportunidad fue, como todos saben, el Mundial de 1930. Uruguay obtuvo la sede en mayo de 1929 y en su plataforma figuraba la construcción de ese escenario monumental. Ya el paraje era denominado oficialmente Parque de los Aliados, por el bando vencedor de la Gran Guerra. Para ubicar el estadio se destinó su extremo oriental, donde había una modesta colina, que caía hacia un pequeño pantano, naciente del arroyo Pocitos. Sobre la pendiente se asienta la tribuna Olímpica y el arroyo está sepultado bajo el cemento de la ciudad, pero durante mucho tiempo insistió en retornar en algunos puntos de la cancha, que se embarraban con facilidad.

El diseño del estadio fue encomendado a Juan Scasso, que había integrado la primera promoción de arquitectos de la Universidad de la República y en ese momento era director municipal de Paseos Públicos. Con la ayuda de dos estudiantes, José Domato y Pedro Danners, inició una lucha contra el reloj pues disponía de un año para terminar lo que pasó a conocerse como «field oficial». El nombre permanece en la sigla de CAFO, su comisión administradora donde compartían responsabilidades el Municipio y la AUF. Pocos días antes del Mundial, CAFO lo bautizó Estadio Centenario.

El 17 de agosto de 1929, Scasso presentó a la prensa su proyecto, prácticamente el estadio que hoy conocemos. Optó por un recinto elíptico de cuatro tribunas independientes, con influencias de la arquitectura moderna holandesa. Una de las tribunas llevaría una gran torre, decorada con dos alas de avión y la proa de un barco, símbolos del progreso. También pensó en una decoración con detalles de lujo. Sin embargo, el presupuesto y el escaso tiempo le obligaron a recortar algunas ideas.

Las tribunas de cabecera, luego llamadas Ámsterdam y Colombes, se redujeron a dos tramos en vez de tres. Y una de las laterales, que sería la América, a uno. Las dos primeras adquirirían su tamaño actual recién en 1956, obra de Domato. Y la América crecería un tramo en 1980.

El diseño aprovechó con inteligencia los desniveles del terreno, lo cual permitió ahorrar dinero y tiempo. Está dicho que la tribuna mayor, la Olímpica, se apoya en la pendiente. El campo de juego está por debajo del nivel de la calle.

Los últimos meses se 1929 se fueron con las excavaciones del terreno. Las obras de hormigón armado comenzaron el 1° de febrero de 1930. Un batallón de 1.100 obreros, en tres turnos, consiguió entregar a tiempo las obras a tiempo para el Mundial, aunque un otoño muy lluvioso complicó las tareas.

Las obras finalizaron el 10 de julio, aunque quedaron algunos detalles a solucionar antes de la inauguración oficial, prevista para el centenario de la primera Constitución nacional, el día 18. Incluso durante el Mundial se veían andamios y encofrados en la parte exterior del escenario.

Scasso estimó la capacidad del Centenario en 89 mil espectadores. Hoy, incluso más grande, sólo admite algo más de 65 mil, pero los criterios de seguridad y comodidad han cambiado mucho. El día de la inauguración, aquel angustioso 1-0 sobre Perú, es probable que hayan sido muchos más todavía: nadie quería perderse el espectáculo grandioso del Centenario y los porteros abandonaron sus puestos para ir a ver el partido. Había nacido la muy uruguaya costumbre de «ir al Estadio», dicha así, sin apellido. Una costumbre que atravesó intacta ocho décadas y se proyecta hacia el 2030.

 Piezas

 

 El padre del Estadio

 El arquitecto Juan Scasso, considerado el padre del Estadio Centenario aunque sus colaboradores Domato y Danners tuvieron importante participación, fue uno de los profesionales más famosos de la época. Ya había diseñado el estadio de Peñarol en Pocitos -luego sería presidente del club aurinegro- y asesoró a los responsables del estadio Monumental de Buenos Aires. En Montevideo, además, firmó los proyectos del Hotel Miramar, la sede original del Club de Golf del Uruguay, la reforma del Parque Hotel, el Club Náutico y la sede del Sporting Club, entre otros.

 

No sólo fútbol

 El Centenario fue escenario de varios deportes, además del fútbol. En una cancha ubicada en la platea Olímpica se jugaron memorables partidos de básquet y a menudo se instalaba un ring de boxeo: allí pelearon desde Dogomar Martínez a Alfredo Evangelista. Por años, la Vuelta del Uruguay terminaba en la cancha, con los ciclistas pedaleando sobre el césped. Vito Dumas saludó desde allí al culminar su vuelta al mundo en solitario. Además, el Estadio albergó una misa del Papa Juan Pablo II, reuniones de otros credos, desfiles de Carnaval y actuaciones de artistas de todos los géneros: el comediante radial Eduardo Depauli, Los Olimareños, Joan Manuel Serrat, Julio Iglesias, Rod Stewart, Luciano Pavarotti, Eric Clapton, Alfredo Zitarrosa, entre muchos.

Publicado en: General