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Terminaba 1947 y la selección argentina alcanzaba el escalón más alto en el podio de América. Con un fútbol arrollador, brillante y nombres que hicieron la historia grande, como Di Stéfano, Méndez, Moreno, Pontoni, Perucca, Sued, «Pipo» Rossi, entre otros, se adjudicó el Sudamericano (Copa América) de Guayaquil. Guillermo Stábile, su técnico, sólo tenía el

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La selección argentina y su aislamiento: 1948-1955

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Terminaba 1947 y la selección argentina alcanzaba el escalón más alto en el podio de América. Con un fútbol arrollador, brillante y nombres que hicieron la historia grande, como Di Stéfano, Méndez, Moreno, Pontoni, Perucca, Sued, «Pipo» Rossi, entre otros, se adjudicó el Sudamericano (Copa América) de Guayaquil.

Guillermo Stábile, su técnico, sólo tenía el problema de decidir a quien sacar, porque había tres o cuatro jugadores de primerísimo nivel para un mismo puesto.

Pero 1948 trajo malos vientos para el fútbol argentino. Con la profesionalización de 1931 llegó la organización, pero también las consabidas pujas entre dirigentes y jugadores por los sueldos, premios y demás. La mayoría de los clubes se atrasaban en los pagos, especialmente los denominados «chicos», término referido a la estructura de las instituciones y no al poder futbolístico. Solo tres se salvaban del desorden: Ferrocarril Oeste, Vélez Sarsfield e Independiente, cuyos dirigentes se empeñaron siempre en resguardar el patrimonio de sus instituciones firmando contratos que estaban seguros podían pagar.

A veces la protesta de los jugadores terminaba en una sanción por parte del club. Y en esa situación se vio involucrado el arquero peruano José Soriano, de River, suspendido en 1946 y que luego tuviera activa participación en la creación de Futbolistas Argentinos Agremiados.

 En el ambiente se percibía la inminencia de un conflicto y luego de cumplirse la 25ª. jornada del torneo de 1948, los profesionales se declararon en huelga. Fue la más larga en la historia de nuestro fútbol, ya que recién culminó seis meses después, en la segunda fecha de 1949. No obstante el acuerdo logrado, muchos jugadores emigraron a Colombia y México fundamentalmente.

Durante ese vacío futbolístico, se disputó en Brasil la Copa América de 1949 y Argentina decidió no participar argumentando no poder formar un equipo competitivo debido a la huelga. Uruguay, que estaba en la misma situación, optó por enviar un equipo de menor nivel, pero estuvo presente.

La actitud argentina molestó a las autoridades brasileñas que en represalia impidieron a sus clubes jugar frente a los argentinos y el caso más saliente fue la negativa al Bangú de Río de Janeiro de jugar un partido amistoso ya pactado con el Racing Club.

La A.F.A., que por entonces presidía Valentín Suárez, consideró inamistosa la decisión de la Confederación Brasileña y también retiró la inscripción al mundial de 1950 a pesar de haber designado el plantel y realizado algunas prácticas para la accesible eliminatoria en la que debía enfrentar a Chile y Bolivia, grupo en el que clasificaban dos.

 Así fue que la selección argentina estuvo más de dos años sin competir. No hubo encuentros en 1948 y 1949. Recién en marzo de 1950 jugó ante Paraguay dos partidos por la Copa Chevallier Boutell que significaron un empate 2 a 2 y un claro triunfo por 4 a 0. Fueron los únicos del año y ambos se llevaron a cabo en Buenos Aires, donde la última presentación había sido ante Brasil por el Sudamericano Extra en febrero de 1946. Es decir que estuvo cuatro años sin jugar en casa.

Al año siguiente, regresó a Europa luego de 23 años. Al parecer, el presidente Perón, enterado de que la selección inglesa nunca había caído en Wembley ante un equipo no británico, propuso a su ministro de Hacienda, el Dr. Ramón Cereijo, a la vez presidente del Racing Club, que gestionara en la A.F.A. la realización de un partido en la catedral del fútbol. El pedido tuvo éxito y hacia allí partió nuestra selección con lo mejor que había en casa. El encuentro frente a Inglaterra se jugó el 9 de mayo y significó una derrota honrosa por 2 a 1, concretada en los minutos finales, en una tarde excepcional del arquero argentino Miguel Armando Rugilo. Posteriormente se despidió en Dublin venciendo a la débil Irlanda por 1 a 0. Eso fue todo en ese año.

A fines de 1952 volvió al viejo mundo jugando solamente dos partidos. Por primera vez se presentó en España, donde ganó 1 a 0 y días más tarde en Lisboa derrotó a Portugal 3 a 1. Ese mismo año, se disputó en Santiago de Chile el primer torneo Panamericano Profesional y Argentina estuvo ausente y lo mismo ocurrió con la Copa América de 1953 realizada en Lima, donde triunfó Paraguay.

Tres partidos (en realidad dos y medio) jugó Argentina en 1953. El 14 de mayo recibió la visita de Inglaterra, a quien venció 3 a 1 en cancha de River ante una multitud pese a ser un día laborable y tres días después la revancha quedó inconclusa por un intenso temporal que obligó a la suspensión del encuentro los 22 minutos del primer tiempo con el marcador cerrado. En julio llegó por primera vez a nuestra tierra la selección española, que fue vencida 1 a 0.

Continuando con su desacertado aislamiento, la A.F.A. tampoco asistió al mundial de Suiza. Las razones nunca fueron aclaradas. En cambio disputó a finales de ese año otros dos partidos en Europa. En Roma, cayó 2 a 0 frente a Italia y el Lisboa, le ganó 3 a 1 a Portugal. Como vemos, todos partidos amistosos y sin ninguna participación en competencias importantes.

 Por fin, al iniciarse 1955, la entidad rectora del fútbol argentino tomó la decisión de retornar al ruedo internacional. Y fue la Copa América de 1955 en Santiago de Chile la que marcó el retorno de Argentina, un retorno con victoria, como si nada hubiera cambiado. Nuevamente era campeón de Sudamérica, como en 1947, aunque con Brasil ausente. Su gran adversario estaba ya en la antesala del gran espaldarazo en Suecia.

Después de ese triunfo, nuevamente se llamó a silencio. Tras la caída ese mismo año del gobierno de Perón, la A.F.A. fue intervenida y se inició una nueva etapa. Y en 1956 volvió el equipo nacional a competir asiduamente. Jugó 17 partidos, uno más que en los ocho años anteriores.

 Ese alejamiento de las competiciones resultó nefasto y lo pagó caro en Suecia por dos razones: la primera porque la situación financiera de los clubes hicieron que el gran equipo que ganó la copa América de 1957 en Lima se esfumara rápidamente, ya que los principales jugadores fueron transferidos a Europa y en segundo lugar porque no hubo, previo a la competencia mundial, enfrentamientos con equipos europeos. Sólo en 1956 se jugó con Checoslovaquia e Italia en Buenos Aires. El resto fueron amistosos con los vecinos del continente.

 Nada sabían los dirigentes y cuerpo técnico del progreso europeo. Y el sueño mundialista recibió un duro golpe con la goleada recibida por los checos por 6 a 1. Pero además, el triunfo de Brasil en Suecia puso al equipo carioca en la cima de América. El trono, había cambiado de manos.

 

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