RESUMEN:

Primera parte de un amplio artículo histórico sobre la vida y trayectoria deportiva del entrenador eslovaco exiliado en España Fernando Daucik, cuñado de Kubala.

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Fernando Daucik, el técnico de las cinco copas (1950-1954). Primera parte

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Daucik01Una teoría bastante extendida sostiene que el motivo que convenció a Kubala para fichar por el Barça en detrimento del Real Madrid, fue el hecho de que el club catalán accediese a contratar también a su cuñado Ferdinand Daucik como entrenador. Es posible, y también plausible, pero igualmente es preciso tener en cuenta que Daucik tampoco venía «de paquete», pues era ya un valor en sí mismo, y el Barça necesitaba entonces un técnico con garantías, tras la interinidad del animoso Ramón Llorens, que había sustituido provisionalmente, asesorado por Samitier, a un cuestionado Enrique Fernández.

Y es que Daucik no era precisamente un don nadie… Su equipo de «apátridas», el Hungaria, jugaba muy bien, y mostraba unas hechuras técnicas insólitas en nuestros lares, donde los aficionados todavía estaban boquiabiertos recordando la mítica gira del San Lorenzo de Almagro en el invierno 46-47, en pleno aislamiento español, tanto político como deportivo. «Don Fernando» era un magnífico representante de la rica escuela de fútbol centroeuropea, que entonces gozaba de un gran prestigio, pues Austria y Checoeslovaquia habían vivido un gran momento en la década de los 30, únicamente abortado por la Segunda Guerra Mundial, siendo saludadas como auténticas potencias, mientras que Hungría, ahora bajo su nueva administración comunista, lo iba a ser en la primera mitad de los años 50.

Daucik era un «zorro plateado». Apenas tenía 40 años, pero su creciente mechón de pelo blanco le hacía aparentar bastantes más. Y a sus innegables conocimientos técnicos y tácticos, iba a unir ahora una excelente plantilla a sus órdenes. Una plantilla donde figuraban talentos ya contrastados como Ramallets, Seguer, Gonzalvo III, Basora, Cesar o los argentinos Marcos Aurelio y Nicolau, al lado de jóvenes con un gran futuro por delante -Biosca, Segarra o Manchón -, y con su propio cuñado Laszi Kubala como gran estrella, aunque la suspensión federativa emanada de los organismos internacionales le dejaría fuera de juego durante toda la Liga 50-51. Además, Daucik no tardaría en promocionar a otros notables jugadores surgidos de la fértil cantera catalana  (Brugué, Aloy, Vila, Bosch, Gracia o Tejada), incorporando también a fichajes interesantes («Cheché» Martín, debutante en la malhadada Copa del 50, el internacional Aldecoa, el aragonés Moreno, el españolista  Flotats o el checoslovaco Hanke). Todos ellos van a configurar una plantilla de ensueño, un verdadero «Dream Team», mucho antes de que se acuñase la expresión, que dominará el fútbol español con autoridad durante dos temporadas, ganándolo todo, hasta que reaparezca el Real Madrid de la mano de Alfredo Di Stefano.

Al igual que todos los grandes técnicos, Daucik aportaba novedades, unas positivas, otras no tanto…Entre las segundas estaría la innovadora táctica del fuera de juego, que puso en práctica en un partido intrascendente para la clasificación final, pero que no dejaba de ser un «derbi». Aquel Español-Barça disputado en «Sarriá» la tarde del 15 de abril de 1951, pasaría a la historia como la victoria más amplia de los «pericos» sobre sus eternos rivales , desconcertados y pillados por sorpresa con el dichoso «off-side» («orsay», para los castizos). Resultado: 6 a 0

Pero el fiasco no volvería a repetirse, al menos por esa misma causa. Y Daucik iba a brillar poco después gracias a otra de sus genialidades, la osadía de hacer debutar a un joven Andreu Bosch, con 20 sólo años, precisamente en otro «derbi», y conseguir que le saliese bien el experimento, tanto,  que el chico se convertiría inmediatamente en titular y un fijo en las alineaciones, y llegaría pronto a internacional, cuando ser internacional era verdaderamente difícil, pues se disputaban muchos menos partidos entre selecciones que ahora, y no se estilaba la posibilidad de efectuar cambios.

Y luego estaba aquella  otra característica de la que Daucik -que tenía la dosis suficiente de egolatría para triunfar en un negocio tan complicado y competitivo como este- siempre se vanagloriaba: la agudeza y el instinto para cambiar de sitio a un jugador, y sacar de él lo máximo en su nueva demarcación. En el Barça eso ocurriría, sin ir más lejos,  con el canterano Sigfrid Gracia, al que hizo debutar como extremo izquierdo, para  posteriormente  revelarse como un magnífico lateral zurdo (en esa gran tradición de los «3» del Barça, que seguirían los Eladio, Julio Alberto, Sergi Barjuán,  o el actual Jordi Alba), aunque cuando el de Gavá se hizo con el puesto, Daucik ya no ocupaba el banquillo de «Les Corts», y sí el de «San Mamés», donde daría rienda suelta a sus veleidades experimentales

FUTBOLISTA DE ÉLITE

Ferdinand Daucik vino al mundo en la localidad de Sahy, el 30 de mayo de 1910. Sahy era una pequeña población situada en el sur de Eslovaquia, perteneciente entonces al Imperio Austrohúngaro. En la actualidad cuenta con algo más de 8000 habitantes, muchos de ellos de origen magiar, puesto que se encuentra muy cerca de la frontera con Hungría, más cercana a Budapest que a Bratislava. Fue el sexto de ocho hermanos (cuatro varones y cuatro mujeres, una de las cuales, Ana Viola, conocida familiarmente como «Ibi», contraería matrimonio con Ladislao Kubala). Su padre y sus tres hermanos mayores practicaban el fútbol, y le transmitieron su afición por ese deporte. En vísperas de la Primera Guerra Mundial ya tenía auténticas pelotas de cuero, traídas por su progenitor de Viena o Budapest, a dónde le llevaban sus negocios. Apenas levantaba dos palmos del suelo, y ya el balón era su juguete favorito. Sus vecinos, al verle pasar, solían preguntarle: «¿Pelota, dónde vas con el niño?»

Va a comenzar a jugar en un conjunto local, el FK. Slovan Sahy, pasando más tarde al KFC. Majorka Komarno. En 1928, con tan solo 18 años, ficha por el Slovan de Bratislava, donde permanecería por espacio de cinco temporadas, pasando a continuación al SK. Slavia de Praga, el que sin duda era entonces el mejor equipo de Checoeslovaquia, el nuevo país surgido tras la derrota en la Gran Guerra de las Potencias Centrales, y el desmembramiento del Imperio de los Habsburgo. Con el club de la estrella roja de cinco puntas estuvo entre 1933 y 1942. Como futbolista,  Daucik se inició en el ataque, ocupando preferentemente la demarcación de extremo izquierda, pero más adelante se convirtió en un gran defensa lateral, e incluso central, según la novedosa «WM». Con el Slavia va a conquistar 4 ligas checoslovacas, y será también internacional en numerosas ocasiones, tomando parte en los Campeonatos Mundiales de 1934 y 1938. Ya veterano, en 1942 y en plena Segunda Guerra Mundial, defenderá asimismo la camiseta de su país de origen, Eslovaquia, que va a tener una breve existencia como nación teóricamente independiente tras la anexión al Reich de la zona de los Sudetes, habitada mayoritariamente por población de lengua alemana, la ocupación del resto de Checoeslovaquia por los Nazis, y su posterior partición en dos entidades: el Protectorado de Bohemia y Moravia, y el Estado títere de Eslovaquia, al frente del cual se situará como presidente un sacerdote católico, Monseñor Josef Tiso (1887-1947), que sería ejecutado al finalizar la contienda a causa de su colaboración con el Tercer Reich.

UN MAESTRO EN EL BANQUILLO

Su carrera como entrenador comienza en 1942, dirigiendo al Slovan de Bratislava. Va a ser seleccionador eslovaco a continuación, hasta 1944, y una vez finalizado el conflicto será también el responsable del combinado de la nuevamente unificada Checoeslovaquia, hasta que problemas de índole política con las flamantes autoridades comunistas, que se habían hecho con el control absoluto en Praga a principios de 1948, le impulsen a abandonar el país. Es entonces cuando se crea el Hungaria, un equipo formado por futbolistas procedentes de países que habían quedado al otro lado del «Telón de Acero»: checoslovacos, húngaros, rumanos o yugoeslavos. Tomó ese nombre debido a que la mayoría de sus componentes eran de origen magiar.

El Hungaria se formó en Italia, donde sus miembros se establecieron  como refugiados. Forzados por la imperiosa necesidad de sobrevivir, decidieron  sacar algo de provecho de sus habilidades, alquilándose allá dónde quisieran verles jugar. Debido a su huida, estos deportistas habían sido sancionados por la FIFA, y no podían tomar parte en competiciones oficiales, pero sí en partidos amistosos. En 1950 el equipo va a ser contratado para disputar varios partidos en España, contra clubes de Primera División y la propia Selección Nacional, que se preparaba para tomar parte en el Campeonato del Mundo que se celebraría en Brasil, tras doce años de parón como consecuencia de la guerra. Según declaraciones del propio Daucik, «aquel equipo convenció por su juego, sistema y poderío», y en sus filas destacaba su  cuñado, Ladislao Kubala. El Real Madrid, que entonces atravesaba por una fase bastante gris, va a interesarse por ambos -según al propio Daucik-, pero finalmente no van a llegar a un acuerdo, y el astuto Pep Samitier, secretario técnico blaugrana, conseguirá llevarse a los dos al Barcelona, que tampoco pasaba precisamente por su mejor momento. Seguramente a los dirigentes «culés» les seducía más el rubio futbolista que aquel técnico que a sus 40 años lucía ya una canosa cabellera, pero Daucik también les solucionaba la papeleta de un banquillo vacío, aparte de ser un técnico de contrastada valía y gran prestigio.

El fichaje de la pareja centroeuropea va a tener lugar en junio de 1950, pero Laszi no podrá alinearse en competición oficial con el Barça hasta abril del año siguiente, ya en el torneo de Copa de 1951, debido a los problemas burocráticos inherentes a su suspensión por la FIFA, al haber huido de Hungría, donde tampoco hacía muy buenas migas con las nuevas autoridades comunistas. Daucik, por el contrario, tomará inmediatamente las riendas deportivas del equipo. El Barça había quedado quinto en la Liga anterior, la 49-50, siendo escandalosamente eliminado de la Copa por un club de segunda División, el Racing de Santander. En «Les Corts» va a encontrarse con la siguiente plantilla a sus órdenes: Ramallets, Velasco, Martín, Curta, Calvet, Segarra, Biosca, Gonzalvo III, Szegedi, Basora, Marcos Aurelio, Cesar, Aloy, Nicolau, Seguer, Manchón, Escudero, Vila Escuer, Torra, Peiró, Tejedor y Canal, más al suspendido Kubala, al que sólo va a poder utilizar en encuentros amistosos.

TEMPORADA 1950-51: RECUPERACIÓN

El Campeonato Nacional de Liga de la temporada 1950-51 arranca el 10 de septiembre de 1950 en «Les Corts». El Barça derrota contundentemente a la Real Sociedad por 8 a 2, con cuatro tantos de Cesar y el siguiente equipo: Ramallets; Calvet, Curta, Martín; Gonzalvo III, Szegedi; Basora, Marcos Aurelio, César, Aloy y Nicolau. En la segunda jornada cae ante el Atlético de Madrid en el «Metropolitano» por un resultado de escándalo, 6 a 4, y en la tercera le endosa un histórico 7 a 2 al Real Madrid en la Ciudad Condal, con tres dianas del argentino Nicolau, para volver a tropezar sorprendentemente en Murcia al domingo siguiente, donde los pimentoneros le superan por 3 a 2.

La irregularidad va a ser la tónica azulgrana en esta campaña, en la que desde muy pronto el equipo se descolgará de los puestos de cabeza, primero liderados por el Real Valladolid, y más tarde por el Sevilla y el Atlético de Madrid, que a la postre serán los dos equipos que se van a jugar el campeonato en la última jornada. Tan sólo en el postrer tramo liguero el Barça se acercará a esas posiciones de cabeza, colocándose únicamente a 2 puntos del líder, el conjunto «colchonero»,  en la fecha 24, pero una derrota en «Nervión» frente al Sevlla, en la jornada número 28, significará su adiós matemático a toda aspiración. Y al domingo siguiente, 15 de abril de 1951, encajará su peor derrota ante el rival ciudadano, el RCD. Español, en el famoso partido en el que Daucik tuvo la «genialidad» ya mencionada de alinear al defensa Calvet como delantero centro (aunque en un reciente partido frente al Málaga había anotado un par de goles), y poner en práctica la táctica del fuera de juego, dispositivo aun no perfeccionado, y que les brindó a los delanteros blanquizales la posibilidad de golear a su histórico contrincante, poniendo en el marcador del viejo «Sarriá», unos guarismos infamantes: 6 a 0. Al final el Barça va a clasificarse en cuarto puesto en aquel torneo, el primero disputado por 16 equipos. Su balance fue de 16 victorias, 3 empates y 11 derrotas, con 83 goles a favor y 61 en contra, una cifra bastante elevada, logrando 35 puntos y 5 positivos.

Sin embargo las cosas van a ser muy diferentes en la Copa, para la cual el Barça va a contar con dos importantes refuerzos: el internacional vasco -y antiguo «niño de la Guerra»- Emilio Aldecoa, procedente del Real Valladolid, y sobre todo el concurso de Ladislao Kubala, una vez superados ya todos los obstáculos burocráticos que se oponían a su participación en encuentros oficiales. Laszi va a debutar  en «Nervión» frente al Sevilla, y el Barça va a poner ya en franquicia la eliminatoria al vencer en el terreno hispalense por 1 a 2, con sendos tantos de Nicolau, refrendando su clasificación en «Les Corts», donde bate ampliamente a los andaluces por 3 a 0, marcando Kubala su primer gol como azulgrana al transformar un penalti con su insólita técnica, claro precedente de la célebre «paradinha.

La siguiente eliminatoria parece bastante más sencilla sobre el papel, pues el rival es el Atlético de Tetuán, recién ascendido aquella misma temporada a Primera División. En la ciudad norteafricana -entonces aun perteneciente a España- todo va a quedar ya visto para sentencia, al triunfar el Barça por 1 a 3, y en el encuentro de vuelta celebrado en «Les Corts» los blaugranas triunfan de nuevo holgadamente, 4 a 1, con el primer «hat-trick» de Kubala como jugador barcelonista. Sin embargo, en las semifinales ya espera un auténtico «hueso», el Athletic de Bilbao, entonces vigente campeón de Copa, y el equipo con mejor palmarés en el «Torneo del KO», con su mítica delantera compuesta por Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza.

En Barcelona los «leones» van a conseguir un excelente resultado, 0 a 0, que les hace concebir grandes esperanzas de proclamarse finalistas ante su propio público en «San Mamés». Llevados por el entusiasmo y la euforia, incluso sus incondicionales van a encargar miles de corbatas con los colores rojiblancos, para lucirlas en una final que se antojaba al alcance de la mano. Pero va a salirles el tiro por la culata, puesto que los azulgranas les dejarán con un palmo de narices -y con las corbatas de regreso al almacén- , al batirles por 1 a 2, con tantos de Nicolau y César. Nueve años después de su última experiencia, el Barça vuelve a clasificarse para el partido decisivo, el que puede coronarle nuevamente como Campeón de España.

El contrincante, teóricamente, tampoco es como para meter mucho miedo: la Real Sociedad de San Sebastián, la misma a la que derrotara el conjunto catalán en la mítica y épica final por triplicado de 1928, en Santander. Los donostiarras cuentan con un buen equipo, en cuyas filas destacan jugadores como Ignacio Eizaguirre, Ontoria, Epi, Barinaga o Alsúa II, dirigidos desde la banda por Benito Díaz, el «Tío Benito». Y efectivamente el partido, disputado en Madrid el 27 de mayo de 1951,  va a discurrir por los cauces esperados, y el Barça vencerá con relativa facilidad por 3 goles a 0, marcados por César  (en dos ocasiones) y Gonzalvo III. Este fue el once campeón, con la notable ausencia de Basora, lesionado en la semifinal: Ramallets (sustituido por  Velasco en el minuto 87); Calvet, Biosca, Segarra; Gonzalvo III, Martín; Seguer, Kubala, César, Aldecoa y Nicolau.

Bajo la sabia batuta de Daucik, el Barça había vuelto a obtener un título -el décimo de su historial copero- , y con Kubala en sus filas, bien secundado por Ramallets, Gonzalvo III, Basora o César, y jóvenes tan prometedores como Biosca, Segarra o Manchón, el club parece haber retornado a la senda de los triunfos. Buen balance, pues, en este primer año del eslovaco  como técnico del conjunto catalán.

1951-52: UNA TEMPORADA PARA ENMARCAR

Para el curso 51-52 se van a producir algunas novedades en la plantilla barcelonista. Causan baja el veterano defensa Curta, Marcos Aurelio, Canal y Peiró, mientras que se incorporan el aragonés Tomás Hernández Burillo conocido futbolísticamente como «Moreno», procedente de la S.D.  Huesca, y los catalanes Bosch, Brugué, Ferrer y Vila Soler. El debut liguero se produce el 9 de septiembre de 1951, nada menos que con un Español-Barça en «Sarriá», aun bajo el recuerdo de la goleada de hacía sólo cinco meses. En esta ocasión el marcador seguirá siendo esquivo para los colores azulgranas, pero tan sólo reflejará un tanto, el conseguido por el españolista Celma al transformar un máximo castigo. Estos fueron los once hombres que puso en liza Daucik para el primer compromiso oficial de la nueva campaña: Ramallets; Calvet, Biosca, Segarra; Gonzalvo III, Martín; Basora, César, Kubala, Tejedor y Nicolau.

Los primeros partidos no se van a desarrollar de forma brillante, con un Barça muy irregular, que vence por la mínima en «Les Corts» al Athletic de Bilbao (1-0), empata a uno en el «Metropolitano» con el vigente campeón, pero cae en su propio feudo ante un buen Valencia (1 a 3), que encabeza la clasificación. Luego el liderato pasará a manos del Atlético de Madrid, pero el Barça continúa dando una de cal y otra de arena, hasta el extremo de que al finalizar la séptima jornada, tras caer derrotado en «El Molinón» por el Sporting de Gijón, los pupilos de Daucik se encuentran en décimo lugar, a nada menos que siete puntos de los «colchoneros», que encabezan la tabla.

Pero a partir de dicho momento, los azulgranas comenzarán a remontar posiciones, aumentando sensiblemente su producción goleadora de la mano de un inspirado Kubala, que cuenta sus partidos por verdaderas exhibiciones de un fútbol nunca visto hasta entonces en nuestras latitudes, con un alarde de técnica y fortaleza física sin precedentes (ante el Celta, por ejemplo, conseguirá marcar cinco goles). La primera vuelta finaliza con los catalanes en cuarta posición, a tan sólo un punto del equipo que entonces lideraba la tabla, el Athletic de Bilbao. En el primer encuentro de la segunda ronda, con el Español como visitante en «Les Corts», Daucik va a dar otro de sus golpes de efecto, propiciando el debut del joven medio volante Andreu Bosch, con tan sólo 20 años. El muchacho, en quien el técnico eslovaco tenía plena confianza, no le va a decepcionar, convirtiéndose desde entonces en titular indiscutible.

Al domingo siguiente el Barça alcanza el liderato tras derrotar claramente al Athletic de Bilbao en el propio «San Mames» (0 a 3), aunque empatado a puntos con el Real Madrid. Lo perderá una semana más tarde, pero ya no se despegará de la cabeza. En la jornada 22 aplasta al Sporting de Gijón en «Les Corts» por 9 a 0, con un registro espectacular de Kubala: siete goles. En la siguiente se encarama de nuevo a la primera posición, tras empatar en «Riazor» con el Deportivo de La Coruña, y en la 25 recibe en la Ciudad Condal al Real Madrid, en un partido que puede decidir el título. Como de hecho así sucedió. Una gran tarde realizadora del veterano César (3 goles y una asistencia) hacen morder el polvo a los blancos, y el Barça se afianza en la clasificación, aunque no logra igualar el «goal average» particular con el cuadro merengue, que le había vencido en la primera vuelta por 5 a 1.

Los de Daucik abren ya brecha siete días más tarde, con su triunfo en «Balaídos» (1 a 2), aventajando en dos puntos a los de Chamartín y en tres a los «colchoneros». Una nueva goleada -7-0 en «Les Corts» al Racing de Santander- deja a los blancos ya a tres puntos, aunque el tropiezo en «Nervión» ante el Sevilla (3 a 0), sitúa ahora a un nuevo pretendiente al trono liguero, el Athletic de Bilbao, a 2 puntos. Pero en la jornada 29 el Barça va a proclamarse ya matemáticamente como nuevo campeón – su quinto entorchado -, al hacerle otro «siete» a la Unión Deportiva Las palmas. Y en la última fecha, se pasea triunfalmente a domicilio en Tetuán, derrotando a los norteafricanos por 2 a 5.

En total, los nuevos campeones han conseguido 43 puntos y 13 positivos, dejando al Athletic de Bilbao, segundo, a tres puntos. El balance es excelente: 19 victorias, 5 empates y 6 derrotas, con la friolera de 92 goles a favor ( a una media de 3 dianas por partido ), y encajando solamente 43 tantos. Pero este triunfo, con ser importante, sólo será el primero de una campaña gloriosa como no se conocía hasta entonces, que tan sólo podrá ser superada casi sesenta años más tarde, en la primera temporada de Pep Guardiola como técnico blaugrana

Tras la Liga, llega en seguida la Copa del Generalísimo, con un adversario de cuidado en octavos, el Atlético de Madrid. Pero sólo lo va a ser teóricamente, puesto que la superioridad blaugrana resultará aplastante: 2 a 4 en  la capital, y 5 a 1 en Barcelona. El siguiente en pasar por el aro será el modesto Málaga, que en la Costa del Sol ya resulta ejecutado con un 0 a 7 sin paliativos, refrendado a continuación por un amplio 6-1 en «Les Corts». El Valladolid, ya en semifinales, tampoco parece un obstáculo insalvable. Sale goleado en su visita a Barcelona, 5-0, aunque pone su honor a buen recaudo en «Zorrilla», al doblegar a los blaugranas por un insuficiente 3 a 1.

La final, celebrada en el nuevo estadio del Real Madrid (un escenario que estaba ya haciéndose habitual),  el 25 de mayo de 1952, enfrenta a los dos grandes conjuntos de la zona mediterránea, Barcelona y Valencia. Los azulgranas forman con Ramallets; Martín, Biosca, Seguer; Gonzalvo III, Bosch; Basora, César, Vila, Kubala y Manchón, mientras que los levantinos – dirigidos por el mítico Jacinto Quincoces – presentan a: Quique; Suñer, Monzó, Asensi; Mir, Puchades; Gago, Pasieguito, Badenes, Buqué y Seguí. Se van a adelantar los «ches» con un inquietante 2 a 0, ambos tantos obra del ex-azulgrana Badenes, pero en el minuto 40 Basora va a hacer el 1-2, y en el 72 Vila equilibra la contienda. Con empate a 2 se llega a la prórroga, donde el Barça va a terminar imponiendo su superioridad física con dos nuevos tantos, marcados por Kubala (en el 96) y César (a un minuto de la finalización del tiempo extra). El Barça se alza de este modo con su undécimo título de Campeón de España.

Pero no hay dos sin tres…Como vigente Campeón de la Liga española, al Barça le corresponde disputar de nuevo la Copa Latina, frente a sus homólogos de Francia, Italia y Portugal. En esta ocasión el torneo se celebra en París, y en el primer partido los blaugranas se deshacen sin demasiados problemas de la Juventus de Turín por 4 a 2. La gran final, disputada el 29 de junio de 1952, les enfrenta al campeón galo, el O.G.C. Niza, un conjunto que venderá cara su piel, aunque a la postre es derrotado por un solitario gol de César. El recibimiento a la expedición barcelonista, desde el momento que esta cruzó la frontera española, va a ser de los que hacen época, agasajados como auténticos héroes en todas las localidades catalanas por las que atraviesa la comitiva.

Aparte de estos tres títulos, el Barça va a conquistar también el Trofeo Duward, que premiaba al equipo más goleador del campeonato liguero, así como la Copa Martini Rossi, galardón que distinguía al conjunto menos goleado. Cinco copas, a las que podría sumarse en teoría una sexta, la «Eva Duarte», que desde hacía unos años venían disputándose los campeones de Liga y Copa, y que en esta edición no tuvo lugar, al obtener el Barça el «doblete». En resumidas cuentas: a falta de otros torneos continentales más enjundiosos, bien podía decirse que el Barça era entonces el mejor equipo de Europa. El binomio centroeuropeo Daucik-Kubala, junto a un plantel de excelentes futbolistas – desde el guardameta Ramallets al extremo izquierdo Manchón -funcionaba ya a pleno rendimiento, y aquel maravilloso Barcelona parecía no tener límites…

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