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RESUMEN:

¿Cómo conocí a Félix Martialay? Gracias a los boletines de CIHEFE. Andaba yo en otras cosas futbolísticas más que en la investigación cuando decidí darle a esta un poquito más de tiempo. ¿Por donde empezar? Por nuestros boletines. Y ahí aparece una lista de nuevos asociados a los que no conocía siendo algunos de Madrid.

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Adiós a un maestro, adiós a un amigo

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¿Cómo conocí a Félix Martialay?

Gracias a los boletines de CIHEFE.

Andaba yo en otras cosas futbolísticas más que en la investigación cuando decidí darle a esta un poquito más de tiempo. ¿Por donde empezar? Por nuestros boletines. Y ahí aparece una lista de nuevos asociados a los que no conocía siendo algunos de Madrid. Tenía conocimiento de Félix pues en mi biblioteca había alguna obra suya, con foto incluida, lo cual me facilitó aún más el contacto con él.

Durante un tiempo estuve coincidiendo en la misma sala de la Hemeroteca Municipal pero nunca llegué a abordarle, por no molestarle, por pensar que me iba a mandar a hacer puñetas…qué se yo, cada uno es como le parieron. Ante estas autodificultades decidí enviarle una carta, nada menos que de dos folios por ambas caras, lo recuerdo perfectamente. Pensé que diría ¡vaya coñazo de tío! (estoy seguro que lo pensó de todos modos) pero al menos me evitaba el trago de que me lo dijese en la cara. Pues el buen hombre se la jugó y me llamó por teléfono a casa quedando en conocernos en la próxima ocasión que coincidiéramos en la Hemeroteca. Así fue.

A raíz de este encuentro no volví a «desaparecer» de la escena «cihefera», lo cual tengo que agradecerles tanto a Félix como a Víctor Martínez que son los personajes que me engancharon más que nada con su amistad.

Quedar en la Hemeroteca Municipal para coordinarnos en los exitosos proyectos que nos hemos ido poniendo por delante era el primer paso. Ahí comenzamos a cimentar nuestra amistad a la vez que un grupo de trabajo que, junto a amigos de otros lugares de España, nos ha traído hasta donde estamos. De momento.

Me vienen a la mente la comida más lejana en el tiempo que recuerdo, la de la cafetería Manila, en la calle Goya. Recuerdo que nuestro presidente, Del Olmo, estuvo presente. ¿Moraleda? No recuerdo a nadie más.

Y aquella ocasión en que nos juntamos un nutrido grupo de historiadores en una rancia cafetería de la calle Alberto Bosch, junto al antiguo local de la RFEF. Primer gran intento de hacer algo grande en España.

Y que decir de las entrañables comidas del día 28 de diciembre en los últimos años. Invitados a comer siempre por Félix, que era el que «soltaba la tela» después de habernos puesto morados y comer estupendamente en Casa Juan.

En todos estos encuentros siempre era Félix quien llevaba la voz aglutinadora, quien deseaba que nos uniéramos para pasar un buen día y no nos preocupásemos más que de eso.

En los últimos años he tenido la oportunidad de pasar unas horas a la semana en su despacho de «La Nación», charlando de fútbol y otros temas que surgían, colaborando para poder construir ese gran edificio que tenía en mente y que este ingeniero no ha podido finalizar, y no será porque no le puso el alma. Hablo de su última gran obra «El fútbol durante la guerra».

Te ofrecía su ordenador y sus archivos como si tal cosa. Cualquier cosa que le pidieses te la ofrecía sin más.

Para mi ha sido un gran amigo y un maestro. Si, un gran amigo, a pesar de la diferencia de edad.

Félix, yo clara. Y más ná.

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Publicado en: General