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RESUMEN:

Como en otros lugares, en Oviedo también arraigó con sorprendente fuerza y en escaso tiempo lo que se anunciaba en sus orígenes como el «sport del foot-ball». La novedosa actividad deportiva se dio a conocer en la capital del Principado en los albores del siglo XX en el ámbito universitario, recibiendo el impulso definitivo que

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Encuentros nocturnos en Oviedo en 1921

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anuncio publicado en el diario “LA PRENSA” (5/08/1921)

anuncio publicado en el diario “LA PRENSA” (5/08/1921)

Como en otros lugares, en Oviedo también arraigó con sorprendente fuerza y en escaso tiempo lo que se anunciaba en sus orígenes como el «sport del foot-ball». La novedosa actividad deportiva se dio a conocer en la capital del Principado en los albores del siglo XX en el ámbito universitario, recibiendo el impulso definitivo que permitió su consolidación merced a la práctica habitual del mismo por los jóvenes que por cuestiones académicas lo conocieron de primera mano al cursar estudios en las islas británicas y lo implantaron a su regreso.

Tras los escarceos iniciales en apenas dos décadas existía lo que podría definirse como un auténtico ambiente de fútbol que transcendía de la mera celebración de partidos con regularidad. El balompié tenía un gran seguimiento, despertando todo aquello que lo rodeaba acalorados apasionamientos.

Dos eran los buques insignia del fútbol ovetense al comienzo de los años veinte del siglo pasado: el Real Stadium Club Ovetense y el Club Deportivo Ovetense, con una rivalidad entre ellos que iba más allá de lo futbolístico. A fin de cuentas representaban a dos clases sociales; mientras el Stadium era el equipo de la clase obrera, de los más humildes, el Deportivo -que había nacido de una escisión del R. Stadium- era considerado el equipo de los más pudientes, de la burguesía. Mucho más poderoso en lo económico el Deportivo se permitía lujos como el de fichar habitualmente jugadores de fuera de la provincia (los primeros profesionales del fútbol español en plena época del conocido como «amateurismo marrón») o el de construir al poco de fundarse un nuevo y coqueto campo donde disputar sus encuentros -Teatinos-, mucho más apto y confortable que el de Llamaquique, abandonando la transitoria y breve situación en la que ambos equipos compartieron este escenario donde siempre se había jugado al fútbol en la ciudad desde la irrupción del nuevo deporte y que presentaba unas condiciones precarias, quedando como feudo para el Stadium.

La rivalidad entre los dos equipos ovetenses era encarnizada, muy superior a la que existía con el resto de conjuntos de la provincia, circunstancia de la que se beneficiaba el Sporting de Gijón, dominador absoluto por aquellas fechas en el fútbol asturiano. Hasta que en 1926, con el nacimiento del Campeonato de Liga en el horizonte, ambos clubes decidiesen unir sus fuerzas dando origen a un Real Oviedo que arrebataría a los gijoneses la supremacía futbolística regional alcanzando además notable relevancia a nivel nacional, sólo el R. Stadium era capaz de tutear al Sporting con cierta frecuencia, llegando incluso a superarle en la temporada 1924/25 cuando consiguió quitarle por primera vez el título de Campeón de Asturias. Y es que pese a su modestia, los stadiumnistas, además de codearse con los sportinguistas, vencían casi siempre a sus «eternos rivales» del Deportivo, incapaces no sólo de tener un papel destacado en el Campeonato Regional sino de tan siquiera acercarse al nivel de su máximo adversario local, con quien habitualmente caía derrotado, en ocasiones incluso de manera escandalosa.

Corría el verano de 1921, quizás la época de mayor tensión entre ambos conjuntos (pocos meses antes, el 9 de enero, se había tenido que suspender el encuentro que los enfrentaba en Llamaquique correspondiente al Campeonato Regional pues las peleas tanto dentro del terreno de juego como fuera de él motivaron la intervención sable en mano de las fuerzas del orden, saldándose los acontecimientos con varios jugadores y espectadores heridos que precisaron atención en la Casa de Socorro) cuando la Cooperativa de Empleados Obreros de Gas y Electricidad de la S.P.O. (Sociedad Popular Ovetense) vio en el fútbol un óptimo medio para obtener recursos para construir casas baratas para sus socios. Tratándose de una actividad benéfica contaron con el ofrecimiento desinteresado de los dos principales clubes de la ciudad, si bien no se llevó a efecto la primera idea, que no era otra que la de que se enfrentasen entre sí en duelo de rivalidad ya que la Federación Regional ponía trabas a que pudiesen participar aquellos integrantes del Deportivo que habían sido declarados según la terminología de la época «inadecuados», por la polémica en torno a su consideración como profesionales. Desestimada la pretensión inicial acordaron organizar dos encuentros en los que, poniéndose en juego una copa de plata, medirían sus fuerzas por separado ambos conjuntos con un rival tan atractivo como era una Selección Vasca en la que destacaba el mítico «Pichichi». Hasta aquí nada de extraordinario; utilizar el fútbol como instrumento para recaudar fondos para causas solidarias estaba ya a la orden del día, lo que no hace otra cosa que reafirmar la trascendencia que tenía. Lo que iba a conferir carácter de acontecimiento al suceso iba a ser el hecho de que los partidos se habrían de disputar de noche, con iluminación artificial, algo sin precedentes en la región como destacaría la prensa.

Para tener conciencia de la importancia del evento conviene ponerse en situación recordando que habría de pasar casi medo siglo para que la celebración de partidos de fútbol nocturnos pudiese convertirse en algo normal en la ciudad, pues la sede por antonomasia del fútbol desde su inauguración en los años treinta, el estadio Carlos Tartiere -primero Buenavista-, no contó con torres de iluminación que lo permitiesen hasta 1969.

Por reunir unas condiciones mucho mejores el escenario escogido no podía ser otro que el campo de Teatinos, la casa del Deportivo Ovetense, si bien el primer encuentro contra el seleccionado vasco en tan insólitas condiciones lo disputaría el R. Stadium el viernes 5 de agosto, haciendo lo propio los propietarios del terreno el domingo 7.

La expectación creada fue enorme, sobre todo para el primer día. La excelente entrada que presentó el campo de viernes no se repitió 48 horas más tarde, cuando Teatinos registró menor afluencia de público, hecho que no hace otra cosa que constatar que el equipo más humilde era quien tenía mayor respaldo entre la afición. Es de destacar que el Stadium organizó otro encuentro para ese mismo domingo 7 en su campo de Llamaquique frente al Europa de Barcelona, de gira y a quien ya se había enfrentado el domingo anterior, congregando una numerosa asistencia. Claro está que, sin iluminación artificial, no podía existir interferencia entre ambos eventos pues el partido daría inicio a una hora habitual entonces: las tres y media de la tarde.

Los encuentros nocturnos se programaron para las diez y las diez y cuarto de la noche, respectivamente, y la fiesta continuaría a su conclusión con la celebración de bailes.

Se realizó un enorme esfuerzo para afrontar una tarea tan compleja en aquellos tiempos como era la de iluminar una superficie tan amplia, básicamente con multitud de bombillas repartidas por el perímetro, focos y reflectores, pudiendo calificarse el resultado final de aceptable, si bien tanto los espectadores como los futbolistas señalarían a la conclusión del partido la insuficiencia de los focos instalados, sobre todo en determinados lugares.

Aunque lo deportivo estaba en un segundo plano cabe decir que, al igual que ocurrió con la asistencia de público, los resultados también fueron fiel reflejo de lo que era el fútbol ovetense en aquellos tiempos: victoria del Stadium y derrota del Deportivo.

En el primero de los encuentros, pese al potencial que se le presumía a una Selección Vasca cuya base eran algunos nombres ilustres pertenecientes al Athletic de Bilbao y al Arenas de Guecho, el R. Stadium derrotó a los vascos por un contundente 4-1. La gran figura y estandarte del equipo carbayón, el legendario guardameta Óscar Álvarez (tantas veces suplente de Ricardo Zamora en el equipo nacional) hubo de compartir el protagonismo de la victoria y, en general aquellos días, con Santiago Bernabéu. En Oviedo por motivos laborales, jugó aquella noche defendiendo la camiseta del R. Stadium, equipo al que perteneció durante las semanas de su estancia en la capital asturiana.

La noticia de la llegada del entonces jugador y futuro presidente del R. Madrid, destinado por el cuerpo de Contabilidad de Hacienda, ya había supuesto un pequeño revuelo ante la disputa que se organizó entre los conjuntos ovetenses para hacerse con sus servicios. En este caso el interesado confesó años después que había preferido jugar con los de Llamaquique precisamente por su carácter eminentemente amateur frente al mayor profesionalismo de los de Teatinos.

Dos días más tarde el Deportivo Ovetense -reforzado con dos integrantes del Stadium Avilesino al no lograr finalmente la autorización federativa para poder alinear a los jugadores «inadecuados» de su plantel como era el caso del reconocido delantero centro José Luis Zabala-, el marcador final registró un contundente 0-5 favorable a los forasteros. Los locales no podrían anotar ni desde el punto de penalty al errar «Pololo» el señalado por el árbitro su favor. Por cierto que quien ejerció como colegiado en ese segundo encuentro no fue otro que el mismísimo Santiago Bernabéu.

Para la historia quedaría el hecho de que en el verano de 1921 la vieja Vetusta de Clarín, acostumbrada ya por entonces al fenómeno de masas en que poco a poco se estaba convirtiendo el fútbol, había sido escenario de una novedad calificable como de vanguardista: su celebración de noche, con luz artificial.

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