Miniatura
RESUMEN:

El partido lo disputan dos equipos; cada uno de ellos está compuesto por un mínimo de siete y un máximo de once jugadores titulares, de los cuales uno será designado guardameta.  Encabeza estas líneas el artículo 3.01 del reglamento, el referente al número de jugadores. De ellos voy a hablar, de los protagonistas del fútbol,

ETIQUETAS:

PDF

Etimología (IV): jugadores

De
Download PDF

El partido lo disputan dos equipos; cada uno de ellos está compuesto por un mínimo de siete y un máximo de once jugadores titulares, de los cuales uno será designado guardameta.

 Encabeza estas líneas el artículo 3.01 del reglamento, el referente al número de jugadores. De ellos voy a hablar, de los protagonistas del fútbol, de los admirados atletas, de los idolatrados deportistas que representan en el campo a miles de anónimos seguidores, de aquellos que tienen el honor de representar a su ciudad e incluso a su país. De ellos voy a hablar. De ellos y de los sanos y esforzados deportistas a los que a cualquier hora del día se puede ver jugando en campos de tierra o de cemento. De ellos, de unos y de otros, separados por la fama y el prestigio pero unidos por un balón que representa el ánimo de superación, el esfuerzo y el sacrificio; de ellos voy a hablar, pues todos son por igual jugadores de fútbol.

 Voy a glosar brevemente las palabras más habituales para referirse a los futbolistas, los nombres genéricos y los concretos según sus puestos en el campo. El sustantivo genérico más usual es sin duda ‘jugador’, más frecuente y sencillo que ‘futbolista’, derivado del sustantivo ‘futbol’ mediante el sufijo -ista, utilizado para crear nombres de profesiones (‘period-ista’, forma acortada de ‘periodicista’, «que trabaja en periódicos»).

 ‘Jugador’ es nombre de agente expresado mediante el sufijo -tor / -dor, del que tenemos multitud de ejemplos: ‘perde-dor’, ‘redentor’ (que redime), etc.; su forma femenina original es -trix (‘empera-dor’ / ‘empera-triz’), mantenido en español sólo en cultismos, pero que en francés es todavía recurrente: por ejemplo donde el español dice ‘calcula-dor-a’ el francés dice ‘calcula-trice’. ‘Jugar’ por su parte deriva del latín ‘iocari’, derivado a su vez del sustantivo ‘iocus’, «juego de palabras, broma», de donde el español ‘juego’ o el francés ‘jeu’. ‘Locus’ reemplazó a ‘ludus’, equivalente latino de nuestro ‘juego’, del que no queda rastro en las lenguas romances salvo en cultismos como ‘lúdico’; también está, aunque escondido, bajo nuestra ‘ilusión’, cuyo significado original era el de «engaño», y que es el latino ‘illusio’, derivado del verbo ‘il-ludere’ (<in-lud-ere), donde por fin se deja ver el viejo ‘lud-us’. Así pues ‘iocus’ tomó el puesto de ‘ludus’, designando la diversión libre y la sometida a reglas, como el teatro (en francés, como en inglés o alemán, los actores «juegan» sus papeles, expresión heredada por el español hace un siglo) o lo que después llamaríamos deporte. En el siglo XVI pasó por metonimia a designar aquello con lo que se juega, y por ello llamamos ‘juego de cartas’ al conjunto de ellas; y a partir de ahí ‘juego de café’, por ejemplo.

 En los primeros tiempos se llamó a los futbolistas con los extranjerismos ‘équipier’ o ‘footballer’, francés el primero e inglés el segundo. Por cierto, que los ‘équipiers’ que formaban el equipo molestaron mucho a los puristas de muy primeros del XX, que se escandalizaban por que se llamara ‘equipo’ a lo que era una «banda», según se había dicho siempre en castellano.

 Pero pronto surgió la especialización de los jugadores: hay jugadores más fuertes, más hábiles, más ágiles, más listos, más rápidos…, cuyas características les hacen más adecuados para desarrollar una función de la que el equipo saque mayor provecho. Unos están mejor dotados para tareas defensivas, otros de creación o de ataque. ¿Para qué despilfarrar energías inútilmente? A partir de 1870 se crea la figura peculiar del ‘goal keeper’, jugador autorizado a coger la pelota con las manos en la mitad del campo, con funciones defensivas.

 El portero es el jugador encargado de defender la portería para evitar los goles del equipo contrario. La palabra ‘portero’ es la evolución del latín ‘portarius’, derivado a su vez del sustantivo ‘porta’, que designaba exclusivamente a las puertas grandes, y que es nuestro ‘puerta’, cuyo significado original se mantiene aún cuando hablamos de las puertas de las ciudades. Por último, ‘portería’ deriva de ‘portero’. Por una sencilla identificación metafórica se utilizaron para el fútbol los nombres de la portería y del portero. Pero para referirnos al portero se utilizan también otros sinónimos como guardameta y cancerbero.

 ‘Guardameta’ es compuesto de ‘guardar’ y ‘meta’. La meta es el final de una carrera, de donde pasó a ser sinónimo de ‘objetivo’. Pero el latín ‘meta’ era en origen simplemente un objeto de forma cónica; ocurría que en el circo romano se utilizaban «metae» para señalar el final de la carrera, de donde pasó al significado actual. Por qué se designa a la portería con el nombre de meta y por qué al portero con el de guardameta no merece mayor detenimiento. El que sí merece la forma ‘cancerbero’, que nos va a llevar de paseo por la mitología clásica.

 ‘Cancerbero’ es la yuxtaposición de los sustantivos ‘can’ y ‘Cerbero’. Cerbero, hijo de Equidna y Tifón, es el célebre «perro del Hades», que estaba a la puerta de los infiernos. La forma más habitual con la que se le describe es con tres cabezas de perro, una cola formada por una serpiente y, en el dorso, erguidas, multitud de cabezas de serpiente, aunque se llega a decir de él que tiene hasta ciento cincuenta cabezas. Encadenado ante la puerta de los infiernos, su labor era la de aterrorizar a las almas que llegaban, después del trayecto por la laguna Estigia que éstas hacían en la barca de Caronte, viejo feo y barbudo al que debían pagar un óbolo por ello; de ahí la tradicional costumbre entre los griegos de meter una moneda en la boca de los muertos. Cerbero es protagonista de uno de los trabajos de Hércules. Hijo de Júpiter y Alcmena, Hércules (Heracles entre los griegos) era objeto de la cólera de Juno, esposa de Júpiter, pues él era fruto de una infidelidad de su marido. En cierta ocasión la madre de los dioses hizo enloquecer a Hércules, quien en su locura mató a los hijos de Euristeo, rey de Micenas. Para expiar su culpa, el héroe se puso a servicio de Euristeo, quien le ordenó los famosos doce trabajos. Uno de ellos consistía en apresar al can Cerbero y llevarlo ante su palacio en Micenas. Plutón permitió a Hércules llevar a la Tierra a Cerbero siempre que no utilizase armas para dominarlo. Tomándolo por el cuello consiguió llevar al perro ante Euristeo, quien, asustado, ordenó a Hércules devolverlo a la puerta de los infiernos.

Esa es la historia más famosa, aparte bajadas a los infiernos, en la que el can Cerbero, con cuyo nombre ahora llamamos a los porteros de fútbol, aparece en la mitología clásica.

Hazte Socio

Presidente del CIHEFE

Publicado en: General