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RESUMEN:

La condición insular supone una evidente peculiaridad en cualquier sistema político o social. Las Islas Baleares han visto cómo sus condiciones y relaciones con la Península debían desarrollarse con estas limitaciones. Hasta la llegada del avión, no era sencillo mantener una comunicación fluida con otras regiones, incluso entre las propias Islas. Cada Isla miraba hacia

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Manuel Olivares, el primer grande del fútbol balear

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La condición insular supone una evidente peculiaridad en cualquier sistema político o social. Las Islas Baleares han visto cómo sus condiciones y relaciones con la Península debían desarrollarse con estas limitaciones. Hasta la llegada del avión, no era sencillo mantener una comunicación fluida con otras regiones, incluso entre las propias Islas. Cada Isla miraba hacia adentro y no se puede hablar de una cultura Balear común. Esto también tenía su propia repercusión en el ámbito deportivo. Se organizaban campeonatos insulares, sin interacción con otras provincias españoles lo que limitaba su crecimiento y competitividad. A día de hoy, Baleares puede presumir de una gran hornada de deportistas de primer nivel. Los Nadal, Lorenzo, Rudy Fernández, Sergio Llull, Joan Llaneras, Carlos Moyá y un largo etcétera han logrado enmendar un vacío histórico ampliamente prolongado. La presencia de futbolistas de primer nivel ha sido escasa. Apenas se puede encontrar a tres jugadores de las Islas que han alcanzado la internacionalidad absoluta con España. El primero de ellos, un rostro escasamente conocido y reivindicado, Manuel Olivares, ex jugador de Alavés y Real Madrid entre otros, pichichi de la temporada 32-33, campeón de dos títulos ligueros y el primer futbolista nacido en Mallorca que se enfundó «la Roja».

Los orígenes de Manuel Olivares han limitado que desde Mallorca se ensalce más su figura. Nacido en Son Servera en el año 1909. Hijo de un miembro del Cuerpo de Carabineros (cuerpo policial que vigilaba costas y fronteras y que en 1940 se integró en la Guardia Civil) que estaba destinado en la Isla. Posteriormente, su padre fue trasladado a San Sebastián, y allí, con más edad comenzó a emerger la figura de este delantero goleador. Primero en el modesto Avión de San Sebastián, posteriormente en 1928 se incorpora al Alavés, con el que logra el a la máxima categoría en la campaña 30-31. En su debut en 1ª (y también el del club vitoriano), anota los dos tantos en un encuentro que acaba empate a dos con la Real Sociedad.

Su facilidad goleadora y su inteligencia sobre el campo son notables. Tanto, que conseguirá ser Internacional. Una sola aparición, el 14 de junio de 1930 en un partido en Praga, ante Checoslovaquia en el que se impondrían los locales por 2-0. En España, junto a Olivares se alinea nombres como los de Zamora Ciriaco, Quincoces, Padrón o Gorostiza. Algunos de ellos compañeros en el Alavés, otros lo serán en la siguiente temporada…

…Y es que el Madrid, que ya había borrado el Real de su nombre con la proclamación de la República decide incorporarlo. Con los blancos saborea el éxito. Dos campeonatos ligueros consecutivos, los de 1932 y 1933. En esa segunda campaña además es el máximo goleador del campeonato, algo que ya rozó la anterior aunque fue únicamente aventajado por dos tantos por Bata, jugador del Athletic. Al año siguiente, otro título, la Copa de la República del año 34. Aunque Olivares no disputa la final y ha reducido su protagonismo.

Abandona Madrid y regresa a San Sebastián, para competir en el Donostia Fc (nombre que emplea la Real durante el periodo republicano). Después de ahí pasa al Zaragoza, donde se convierte en entrenador-jugador.  Estalla la Guerra y a Olivares no se le encuentran vinculaciones políticas ni se rememoran noticias durante ese periodo. No abandona España, ni se ve salpicado por sus raíces paternas de Carabinero (Cuerpo que en su mayoría optó por posicionarse del lado Republicano). Finalizado el conflicto, Olivares vuelve en activo al Zaragoza en 1ª división. Después lo haría con el Hércules, con el Málaga en Segunda, para acabar colgando las botas en 1943 en el Algeciras, con el que asciende a Tercera División. En los dos últimos casos, ejerciendo de entrenador-jugador. En los banquillos después tendrá mayor recorrido dirigiendo a diversos conjuntos hasta 1954. Acabó sus días en Madrid, trabajando como corredor de seguros, y falleciendo a los 67 años. Los medios de la época apenas dedicaron líneas a su muerte.  Y es que Olivares fue uno de esos jugadores que destacó en los inicios del balompié nacional. De los primeros pichichis, de los primeros campeones y de los primeros internacionales. Pero su rostro ha quedado un tanto olvidado. Sin vinculación deportiva con las Baleares que le vieron nacer, con una condición de migrante por diversos lugares, pocas banderas se levantan para recordarlo. Y sus cifras, 82 partidos en 1ª, 54 goles y el pionero de los apenas tres internacionales que ha aportado Baleares a la Selección, lo merecen.

Publicado en: General