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RESUMEN:

Con la fundación de la Federación Española de Fútbol el 15 de octubre de 1909 no se pudo crear inmediatamente después una selección nacional, compuesta por los mejores futbolistas del país, que pudiera representarnos en las competiciones internacionales más importantes (es decir, Juegos Olímpicos, al no existir aún los Campeonatos del Mundo ni de Europa).

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Historias de la selección (I). Los primeros héroes (28 de agosto-5 de septiembre de 1920).

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Con la fundación de la Federación Española de Fútbol el 15 de octubre de 1909 no se pudo crear inmediatamente después una selección nacional, compuesta por los mejores futbolistas del país, que pudiera representarnos en las competiciones internacionales más importantes (es decir, Juegos Olímpicos, al no existir aún los Campeonatos del Mundo ni de Europa). Una escisión en el seno de la propia Federación ocurrida un año más tarde, dio lugar a la irrupción de dos organizaciones diferentes: la ya mencionada FEF y la Unión Española de Clubes de Football, dando al traste con la idea de la formación de un equipo nacional. No fue hasta junio de 1913, con la mediación del mismísimo Rey Alfonso XIII, cuando ambas federaciones firman la paz para crear la Real Federación Española de Fútbol, que es inscrita en la FIFA al año siguiente. El estallido de la Primera Guerra Mundial ese mismo 1914 impidió la disputa  durante cuatro años de competiciones deportivas internacionales, con lo que la posibilidad de crear una selección española seguía demorándose. Hubieron de transcurrir 6 años más, hasta 1920, para que esa posibilidad se convirtiera en realidad.

Se celebran ese año en la ciudad belga de Amberes los VII Juegos Olímpicos de la era moderna, también conocidos como los Juegos de la Paz. El deporte español es invitado a participar en el torneo de fútbol, a pesar de no contar aún con un equipo nacional. La RFEF se pone manos a la obra, nombrando en primer lugar un Comité de Selección (o trío de seleccionadores) sobre el que recaerá la tarea de escoger el mejor grupo de jugadores posible para competir en Amberes. Los elegidos son Julián Ruete, José Ángel Berraondo y Francisco Bru, que sin dilación, convocan a los más destacados futbolistas de toda España para confrontarlos en diversos partidos denominados probables contra posibles (gran artículo al respecto el de mi compañero y amigo Luis Javier Bravo, Cuadernos de Fútbol, nº 15). Después de varios encuentros, de dudas y probaturas, al fin se da a conocer la primera lista oficial de una selección española de fútbol. Son los 21 hombres que debían viajar a los Juegos para competir lo más dignamente posible contra las grandes potencias futbolísticas del momento: Eizaguirre (Real Sociedad) y Zamora (FC Barcelona), como porteros; Arrate y Carrasco (Real Sociedad), Otero (Vigo Spórting) y Vallana (Arenas), como defensas; Artola (Real Sociedad), Belauste y Sabino (Athlétic Club), Eguiazábal (Real Unión) y Samitier y Sancho (FC Barcelona), como centrocampistas; Acedo y Pichichi (Athlétic Club), González y Moncho Gil (Vigo Spórting), Pagaza (Arenas), Patricio (Real Unión), Sesúmaga (FC Barcelona), Silverio (Real Sociedad) y Vázquez (Rácing del Ferrol), como delanteros. Acompañados por el seleccionador Francisco Bru (el único de los tres que viajó), el tesorero Luis Argüello y el masajista Manuel Lemmel, los veinte intrépidos e ilusionados futbolistas (Ramón González, enfermo, se quedó en España), parten hacia Bruselas el jueves 12 de agosto desde la estación de Irún. Les esperan, nada menos, que unos Juegos Olímpicos y el hecho, seguro, de pasar a la historia del balompié patrio.

Ya en tierras belgas, el sorteo no es nada favorable para nuestros chicos. Dinamarca será el primer rival, en el cruce de octavos de final. Se trata de una de las mejores formaciones de la época, que había jugado su primer encuentro internacional en 1908 y que contaba ya con dos medallas olímpicas de plata (1908 y 1912), o lo que en esos momentos era decir casi lo mismo, dos subcampeonatos del mundo. El estadio La Butte, en la subsede de Bruselas, será el escenario elegido y el colegiado holandés Willem Eymers, el juez de la contienda. El sábado 28 de agosto de 1920 dos catalanes, un gallego y ocho vascos forman el primer once inicial de una selección española de fútbol. Tal honor cupo a: Zamora; Otero, Arrate; Samitier, Belauste, Eguiazábal; Pagaza, Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo.

Comienza el match y los expertos jugadores daneses se lanzan en pos de un fácil triunfo ante los bisoños futbolistas españoles, que visten con camiseta roja y calzón blanco. Lo que no saben los nórdicos es que enfrente tienen a diez fantásticos jugadores y a un joven portero barcelonés de 19 años, llamado Ricardo Zamora, que acabará convirtiéndose en un mito del fútbol mundial. Y poco tardó en presentar sus credenciales. Su inconmensurable actuación, con paradas colosales, dejó boquiabiertos a cuantos espectadores se dieron cita en el estadio del Unión Saint-Gilloise, que jamás habían visto algo parecido, según cuentan las crónicas del partido. Tal fue la actuación del cancerbero español, que terminó sacado a hombros por sus compañeros  y provocó un inesperado e insólito abandono: Agustín Eizaguirre, el otro portero de la expedición española, visto el panorama, decidió hacer las maletas y regresar a San Sebastián al día siguiente. Sabía que, con semejante competencia, no saborearía jamás las mieles de la internacionalidad. Y no se equivocó. El partido es vistoso y vibrante, con ocasiones en ambas áreas, más claras ante la meta del incontestable Zamora. No obstante, es España la que marca primero, a los 20 minutos, por medio de Patricio, aunque el señor Eymers anula su gol por fuera de juego. Con el empate inicial se llega al descanso. A los nueve minutos de la segunda parte llega el tanto del sorprendente triunfo español. Pagaza chuta contra la portería de Hansen y el rechace lo recoge de nuevo el extremo arenero para ceder atrás. Patricio, que viene en carrera, remata imparablemente a la red. Había visto la luz el primer gol en la andadura internacional de nuestra selección.

La sorpresa es mayúscula. El encuentro termina con el triunfo español y la alegría indescriptible de los nuestros, que abandonan el estadio entre hurras y vítores. Hay que descansar. Al día siguiente esperan los anfitriones, los máximos aspirantes al oro, en los cuartos de final. Paco Bru introduce cuatro cambios  para este segundo compromiso en el once inicial, pero no pueden impedir la derrota española ante una superior Bélgica, muy arropada desde las gradas por su gente. A los 37 minutos Robert Coppée, con un fuerte disparo desde lejos, bate a Zamora, que no consigue repetir su memorable actuación del partido anterior. Gol histórico también, pues es el primero que recibe la selección española. Tras el descanso, dos tantos más del propio Coppée certifican el triunfo local. España acorta distancias por medio de Arrate, al transformar un penalti, pero el 3-1 es ya inamovible. Esta derrota deja a España fuera del camino de la final, pero según el complejo sistema de competición, pasa a disputar un torneo paralelo por la segunda plaza.

Y nuestro primer rival en el camino de la plata será la recia selección sueca, el día 1 de septiembre. Puede afirmarse sin temor a la equivocación, que el partido frente a Suecia en el estadio Olímpico de Amberes ha sido el más pendenciero, bronco y violento que ha disputado nuestro equipo en toda su dilatada historia. Más que partido, el enfrentamiento resulta una auténtica batalla campal. Desde el minuto uno hay golpes, marrullería, juego duro, violencia. Al descanso vence Suecia por la mínima gracias al acierto de Dahl, pero a los pocos minutos de la reanudación llega la jugada del partido: falta contra la portería sueca que se decide a botar Sabino. En ese momento se escucha en todo el estadio el grito del capitán español, José Mari Belauste, que pasará a la historia: «¡¡ a mí el pelotón, Sabino, que los arrollo !!» Dicho y hecho. Sabino cuelga la pelota y Belauste, con una fuerza brutal, cabecea a gol arrollando literalmente a cuatro defensas contrarios hasta el interior de su propia portería. A diez minutos para la conclusión, Acedo hace el segundo para España y aunque se pasa por el susto del penalti fallado por Olsson en el 87, entre más patadas, puñetazos, codazos y agresiones de todo tipo, nuestro equipo logra eliminar a los suecos y se gana, por bemoles, el derecho a disputar las semifinales del campeonato. Acababa de nacer la furia española.

Al día siguiente, también en el estadio Olímpico, la selección se enfrenta a Italia por un puesto en la final del subcampeonato. Gran partido de nuestros chicos que se deshacen con facilidad de la squadra azzurra a la que, por cierto, no volveremos a derrotar en partido de competición oficial hasta la final de la Eurocopa 2012. Aunque la espera acabará mereciendo la pena, 92 años sin vencer a los transalpinos se antoja una barbaridad. Pero de esta historia ya nos ocuparemos en otro momento. Victoria de España, pues, con dos goles de Sesúmaga y clasificación para la final por la medalla de plata. Para el anecdotario de nuestro equipo nacional queda la expulsión de Ricardo Zamora por parte del belga Paul Putz a los 78 minutos, que obligó al extremo Silverio a ocupar su puesto bajo los palos.

Tres días más tarde, el 5 de septiembre de 1920, en el mismo escenario, España y Holanda juegan la final del torneo por el segundo puesto. El vencedor será medalla de plata. La hazaña de nuestros jugadores, nuestros primeros héroes, no puede dejar de alabarse por muchas décadas que hayan transcurrido. Un grupo de futbolistas seleccionados por vez primera para la ocasión, casi sin conocerse entre sí, con nula experiencia internacional, se había plantado a las puertas de un subcampeonato olímpico, algo así como un segundo puesto de un campeonato mundial de la época. El señor Bru decide alinear esa tarde a Zamora; Vallana, Arrate; Samitier, Belauste, Eguiazábal; Moncho Gil, Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo. Dos goles de Sesúmaga y otro de Pichichi dejan en mera anécdota el logrado por Groosjohan y consuman definitivamente el inesperado y heroico primer gran éxito de España en campeonatos internacionales. La medalla de plata que los valientes pioneros españoles trajeron colgada del cuello desde Amberes supone, todavía hoy, uno de nuestros mayores logros futbolísticos.

CONTEXTO HISTÓRICO

Algunos hechos históricos ocurridos en 1920, año del nacimiento de la selección española de fútbol:

El Tratado de Versalles, del 10 de enero, pone fin a la Primera Guerra Mundial. Mahatma Gandhi es elegido nuevo líder del Congreso Nacional Indio en Nueva Dheli. Warren G. Harding, por su parte, es el nuevo presidente de los Estados Unidos. En enero, había entrado en vigor la Ley Seca. En la plaza de Talavera, de una cornada, muere José Gómez Ortega, conocido como Gallito (o Joselito), el gran mito taurino de la época. Se desintegra el Imperio Otomano. Turquía pasa a convertirse en el territorio que es ahora. Se crea la Sociedad de Naciones, antecesora de la actual Organización de las Naciones Unidas. Ese año nacen, entre otras personalidades, Isaac Asimov, Federico Fellini, Karol Wojtyla (Papa Juan Pablo II), Juan Antonio Samaranch y Fritz Walter.

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