RESUMEN:

Estudio pormenorizado sobre la participación española en el Mundial Sub20 de Arabia Saudí en 1989.

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España en los mundiales sub’20: Arabia Saudita 1989

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Tras el brillante e inesperado subcampeonato alcanzado en la URSS 1985, la selección española volvió a faltar a la siguiente cita mundialista sub’20. El Campeonato de Europa sub’18 había cambiado de formato tras la edición de 1984, pasando a celebrar sus fases finales cada dos años y con sólo ocho equipos en lugar de dieciséis, que además se tendrían que jugar el título continental en formato de copa desde cuartos de final. La clasificación, por tanto, se hacía mucho más complicada, y España sufrió pronto esa nueva dureza. Encuadrada en la liguilla de clasificación con Luxemburgo, Francia y Yugoslavia, la selección española juvenil acabó tercera de grupo y quedó fuera del torneo. Pese a que por aquellas convocatorias desfilaron jugadores de la talla de Villarroya, Rafa Alkorta, Nando, Cristóbal Parralo, Guillermo Amor, Juan Carlos Mandía o Santi Aragón (además de algunos subcampeones mundiales como Unzué, Ferreira, Lizarralde, Nayim o Losada), la falta de cohesión de un grupo que cambiaba mucho de un partido a otro y la fortaleza de los rivales dejaron a España muy lejos de cualquier opción mundialista.

Fue precisamente Yugoslavia, que lideró el grupo clasificatorio pero sólo pudo acabar quinta en ese Europeo de 1986 (que ganó la República Democrática Alemana), la que un año más tarde inscribiría su nombre con letras de oro en el palmarés de los mundiales juveniles. En Chile 1987, los Robert Prosinecki, Predrag Mijatovic, Davor Suker, Zvonimir Boban, Robert Jarni, Dubravko Pavlicic, Branko Brnovic o Igor Stimac escribieron una de las páginas más memorables de los campeonatos sub’20, con una victoria que la guerra les impediría intentar reeditar unidos en categoría absoluta.

Para cuando Yugoslavia ganaba el título mundial en Chile, la nueva selección española sub’18 ya había encarrilado su presencia en la siguiente fase final del Europeo juvenil, la de 1988. En un grupo en el que también figuraban Luxemburgo y Malta estaba claro que todo se iba a decidir en los duelos directos entre España e Italia, y los de Pereda habían golpeado primero al derrotar a los transalpinos en su casa por 0-1 en marzo de 1987. Los demás choques se resolvieron por goleada (0-4 y 7-0 a Luxemburgo y 6-0 a Malta) antes de recibir la visita de Italia en el mes de noviembre. Con otra victoria por la mínima, España se aseguró el liderato y cerró la fase previa con un intrascendente 0-2 en Malta y un imponente registro de seis victorias en seis partidos, con veintiún goles a favor y cero en contra.

La fase final del Campeonato de Europa sub’18 se disputó a finales del mes de julio de 1988 en Checoslovaquia. Había seis plazas en juego para el Mundial de Arabia Saudita 1989, de modo que vencer en cuartos de final garantizaba la clasificación; en caso de derrota, aún quedaría una última opción en un partido contra otro de los eliminados. Pero España no necesitó usar ese comodín: en el primer encuentro derrotó por 1-0 a la selección anfitriona, con un gol de Albert Aguilà en el último minuto que valió el pase a semifinales y el billete al Campeonato Mundial Juvenil. Cumplido el objetivo mínimo, la selección española bajó el pistón y cayó en semis ante Portugal, que fue superior y se impuso por 2-0. En el partido por el tercer y cuarto puesto se repetiría la historia y España volvió a caer por 0-2 ante la RDA. El título continental fue para la URSS, que en la final derrotó a la selección lusa en la prórroga por 3-1, mientras que las últimas plazas mundialistas las consiguieron Noruega y Checoslovaquia, al superar a Dinamarca y Países Bajos, respectivamente, en los duelos entre los cuartofinalista perdedores.

Aquel verano de 1988 marcó un antes y un después en la Real Federación Española de Fútbol. Tras las elecciones celebradas el 29 de julio, el abogado y exfutbolista internacional Ángel María Villar sucedía a José Luis Roca en la presidencia y comenzaba un largo mandato que se prolonga hasta hoy (y lo que le queda). Una de sus primeras decisiones fue la de elegir al sustituto de Miguel Muñoz al frente de la selección absoluta, ya que el técnico no había sido renovado tras la Eurocopa de Alemania Federal, disputada en junio de aquel año. Ante la imposibilidad de contratar al entonces entrenador del Español, Javier Clemente, Villar le ofreció el cargo a Luis Suárez, que venía de hacer una buena labor en la selección sub’21, con la que había disputado dos finales continentales (ganando la de 1986).

El legendario exjugador gallego, cuya relación con Muñoz se había enfriado mucho en esos últimos tiempos, aceptó el nombramiento y decidió contar con Jesús Pereda como segundo entrenador. El burgalés, además, seguiría al frente de la selección sub’18 (y sub’20) y asumiría la dirección de la sub’21 que Suárez dejaba vacante. La reestructuración se completó con la contratación de Juan Santisteban para hacerse cargo de la selección sub’16, que acababa de proclamarse campeona de Europa precisamente a las órdenes de Pereda. El entrenador sevillano dejaba así el Real Madrid, en el que había sido relegado al puesto de ayudante de Luis Molowny en la dirección de la Ciudad Deportiva, para iniciar una larga y fructífera carrera con las selecciones inferiores. Pero la suya es otra historia.

Durante los pocos meses que faltaban para el Mundial sub’20 de Arabia Saudita 1989, que comenzaría a mediados de febrero, España disputó seis amistosos de preparación. A comienzos de octubre se desplazó a Moscú para jugar dos encuentros contra la URSS, la campeona de Europa, saldados ambos con derrota (1-0 y 3-1). Luego, el 30 de noviembre, ganó a Grecia a domicilio (0-1) y, a mediados de diciembre, derrotó por la mínima en Las Palmas a la también mundialista Checoslovaquia; ya en enero de 1989, España volvió a ganar a Grecia por 1-0, esta vez en Cartagena. El último encuentro, a finales de enero, estaba previsto jugarlo en Palma de Mallorca contra Alemania Federal, pero los germanos anularon su compromiso a última hora y la RFEF acabó invitando a Noruega, que iba a ser el tercer rival de la selección española en la primera fase del Mundial. Como además el partido se disputó un domingo en el que había liga en todas las categorías y faltaron varios jugadores habituales, Pereda se lo tomó como un entrenamiento con público y ni siquiera hizo cambios a lo largo del choque. Su homólogo noruego tampoco quiso mostrar todas sus cartas y el partido acabó con un cómodo pero engañoso 3-1 para España.

Para entonces ya se había resuelto el amago de bloqueo con el que habían amenazado Real Madrid, F.C. Barcelona y Real Sociedad, cuyos jugadores formaban la base de la selección. Como ya ocurriera en 1981, en 1989 el Mundial juvenil se celebraba en plena temporada y estos equipos habían dejado caer que impedirían a varios de sus chavales acudir al torneo, especialmente a los que militaban en sus filiales y/o estaban inscritos en las competiciones europeas. Por fortuna, esta vez la polémica duró poco y la intervención directa de Ángel María Villar resolvió la situación. El nuevo presidente hizo ver a los clubes que lo más positivo para todo el fútbol español era que las selecciones inferiores contaran con los mejores jugadores posibles en cada campeonato, y muy especialmente esta generación, que debía ser la que compitiera en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.

Ya fuera por la fuerza de su razonamiento o porque los tres clubes vieron que no se iba a hacer ningún tipo de concesión con alguno de los otros, Villar consiguió salirse con la suya. Por tanto, Chus Pereda no tuvo que pasar por el duro trago de Australia 1981 y pudo convocar a los futbolistas que habían formado el bloque de la selección juvenil durante los dos años anteriores. La lista definitiva se dio a conocer el de 3 febrero, quedando los jugadores concentrados en Madrid el día 6 (la idea original era entrenar en el nuevo Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, en Barcelona, pero el césped no estaba en condiciones) y partiendo el 11 hacia Arabia Saudita, vía Ámsterdam.

Pos.

Nombre Fecha Nac. Club

1

P

José Santiago CAÑIZARES Ruiz 18/12/1969 Real Madrid

2

DF

Albert FERRER Llopis 06/06/1970 FC Barcelona

3

DF

Mikel LASA Goikoetxea 09/09/1971 Real Sociedad

4

MC

Javier TORRES GÓMEZ 09/01/1970 Real Madrid

5

DF

Domingo José LARRAINZAR Santamaría 08/09/1969 Osasuna

6

MC

Felipe HERRERO Baeza 18/06/1970 Real Madrid

7

DL

Antonio PINILLA Miranda 25/02/1971 FC Barcelona

8

MC

David BILLABONA Etxaleku 05/12/1969 Real Sociedad

9

DL

Albert AGUILÀ Lalana 09/08/1970 Real Madrid

10

MC

Francisco Nicolás Veza Fragoso, “PAQUI” 06/12/1970 FC Barcelona

11

DL

EMILIO José Gutiérrez González 04/01/1971 FC Barcelona

12

DF

Roberto SOLOZÁBAL Villanueva 15/09/1969 Atlético de Madrid

13

P

ISIDORO Cabrera Núñez 17/09/1969 Real Betis

14

DF

Miguel CERDÁN Zaballos 23/10/1969 Real Madrid

15

DL

Ismael URZAIZ Aranda 07/10/1971 Real Madrid

16

MC

JUSTO RUIZ González 31/08/1969 Athletic de Bilbao

17

DF

Alejandro García Casañas, “ÁLEX” 14/01/1970 FC Barcelona

18

DL

MOISÉS García León 10/07/1971 Real Zaragoza

Aunque en aquel momento sólo Billabona y Moisés habían debutado en Primera división, casi todos los miembros de esta selección eran considerados grandes promesas de nuestro fútbol y con el paso de los años demostrarían por qué: como en la URSS 1985, repasando la lista uno casi acaba antes señalando a los que no destacaron en su carrera profesional que citando a los que sí lo hicieron. Quizás el caso más curioso sea el de Justo Ruiz, canterano del Athletic Club e internacional juvenil con España pero que acabó siendo fijo en la selección de Andorra en la primera década del nuevo siglo. Además de él, los Felipe Herrero, Álex, Miguel Cerdán o Isidoro tampoco consiguieron asentarse en la élite; mientras que el ilerdense Aguilà (Real Madrid, Logroñés, Osasuna, Lleida) o el avilesino Emilio (Sporting) vieron como su estrella se apagaba más rápido de lo esperado. Los demás disfrutarían de largas trayectorias posteriores en Primera y, en los casos de Cañizares (46 internacionalidades), Ferrer (36), Urzaiz (25) y, en menor medida, Solozábal (12) y Lasa (2), también en la selección absoluta.

Los preparativos para el Campeonato Mundial Juvenil de Arabia Saudita 1989 estuvieron marcados por la sanción que la FIFA impuso a México en julio de 1988. La selección mexicana había obtenido su pase en el torneo clasificatorio de la CONCACAF, celebrado en Guatemala, pero pronto se descubrió que cuatro de sus jugadores superaban el límite de dieciocho años de edad. El llamado “caso de los cachirules”, como se conoció en el país norteamericano, no sólo privó a su selección juvenil de disputar el Mundial de la categoría (su plaza fue ocupada por Estados Unidos), sino que apartó a México de cualquier competición internacional de selecciones durante dos años, incluyendo el Mundial absoluto de Italia 1990. Un castigo sin precedentes para una práctica que era relativamente habitual entre ciertas federaciones (al menos, a juzgar por la apariencia física de muchos supuestos juveniles) y que, por desgracia, siguió realizándose en demasiados países y no fue tan duramente castigada en las pocas ocasiones en las que se logró demostrar alguna trampa.

Después de que la FIFA completara la rotación continental en Chile 1987, la asiática se convertía en la primera Confederación que organizaba dos mundiales juveniles. Como el anterior había sido en Japón, la concesión del Mundial de 1989 a un país árabe también podía entenderse como una continuación de la rotación, atendiendo en este caso a criterios culturales. Siria, Checoslovaquia y Costa Rica debutaban en un Campeonato Mundial Juvenil, y en esta edición no hubo ningún árbitro español entre los veinticuatro elegidos por la FIFA. El sorteo de la primera fase se realizó el 23 de noviembre de 1988 y deparó estos emparejamientos:

GRUPO A

(Riad)

GRUPO B

(Dammam)

GRUPO C

(Yeda)

GRUPO D

(Taif)

Arabia Saudita

URSS

Brasil

Argentina

Portugal

Colombia

Rep. Dem. Alemana

España

Nigeria

Costa Rica

Malí

Noruega

Checoslovaquia

Siria

Estados Unidos

Irak

El reino arábigo no escatimó en gastos para la organización del campeonato, que se celebró entre el 16 de febrero y el 3 de marzo de 1989. El faraónico estadio Rey Fahd de la capital, recientemente construido, era uno de los más modernos y lujosos del mundo (aunque, lamentablemente, su césped no estuvo a la altura) y las instalaciones en el resto de sedes no le desmerecían. La seguridad y las atenciones para con todos los participantes en el evento fueron excelentes (complacido, Pereda comentó que sólo echaba de menos poder tomarse un gin-tonic de vez en cuando) y tan solo las grandes distancias entre algunas de las ciudades y el fuerte viento que arrastraba partículas de arena supusieron alguna incomodidad, ya que en general las temperaturas no fueron tan elevadas como muchos se temían. Lo peor, sin duda, fue que en las sedes escogidas sólo se habilitó un estadio, de manera que los decisivos partidos de la tercera jornada de la primera fase no pudieron jugarse simultáneamente en cada grupo. En cuanto a la prohibición a las mujeres de acceder a los estadios (norma que sigue vigente en Arabia a día de hoy), se comenta por sí sola.

EL CAMPEONATO

Alineación de España en el Mundial juvenil de Arabia Saudita 1989, extraída del Informe Técnico oficial del torneo.

Alineación de España en el Mundial juvenil de Arabia Saudita 1989, extraída del Informe Técnico oficial del torneo.

España llegó el día 13 a su sede de Taif, ciudad cercana a La Meca, en la costa del Mar Muerto, y sufrió su primer revés en el segundo entrenamiento, cuando Albert Aguilà recayó de una lesión muscular que había sufrido con su club y que ya le había hecho viajar entre algodones. Aguilà había sido el delantero titular y principal goleador del equipo durante toda la clasificación, y a su baja se sumaba la duda de Ismael Urzaiz, joven compañero suyo en el Real Madrid, aquejado de amigdalitis. Pese a ello, España superó con nota su complicado debut ante una selección argentina que llevaba diez días más de aclimatación al país.

De vuelta en un Mundial juvenil tras no clasificarse para los de 1985 y 1987, la albiceleste no supo aprovechar su gran inicio, en el que encerró a los de Pereda y marcó un golazo por medio de su capitán y máxima estrella, Diego Pablo Simeone, que culminó una jugada ensayada con un gran disparo que sorprendió a Cañizares. Después del tanto encajado, España se rehízo y equilibró la balanza poco antes de la media hora de juego, gracias al empuje de Moisés: Mikel Lasa centró un balón desde la izquierda y el delantero sevillano pugnó en el aire con Roberto Bonano, molestando lo suficiente al meta argentino como para que éste le dejara el balón franco para marcar. El partido era duro, con pocas llegadas, pero antes del descanso Argentina tendría dos claras ocasiones que descubrieron cuál iba a ser el principal problema de la defensa española durante todo el torneo: la zaga jugaba muy adelantada, buscando el fuera de juego, pero no estaba bien coordinada. Sólo la gran actuación de Cañizares evitó que los sudamericanos volvieran a ponerse por delante.

La segunda parte fue igual de pareja, con pocas aproximaciones al área y un juego que, en general, fue de mucha intensidad por parte de ambos conjuntos. Al filo del cuarto de hora, España logró adelantarse por medio de un penalti transformado por Billabona tras un agarrón a Moisés, pero ya no volvió a disparar más a puerta. Defendiéndose con algo más de orden que en la primera mitad, los de Pereda frenaron casi todas las acometidas argentinas antes de que llegaran a generar peligro, aunque no pudieron evitar que Simeone sirviera dos balones de gol a Ubaldi. Por fortuna, la figura de Cañizares emergió de nuevo y el ariete marró ambas oportunidades. No habría más sobresaltos y España conseguía dos puntos que, a tenor del nivel teórico de los otros equipos del grupo, parecían decisivos para finalizar en primera posición y evitar así a Brasil en un hipotético cruce de cuartos de final.

17/02/1989

Primera jornada del Grupo D.

ARGENTINA

(1)

Bonano; Boggio, Aguilar, Masat, Batista; Gallego (-78, Scotto), Simeone, Carracedo, Ruidíaz (-58, Biazzoti); Ubaldi, Gastaldi.

ESPAÑA

(2)

Cañizares; Ferrer, Larrainzar, Solozábal, Lasa; Herrero, Billabona, Justo, Paqui; Pinilla, Moisés.

Goles

1-0 Simeone (ARG, min. 12); 1-1 Moisés (ESP, min. 26); 1-2 Billabona (ESP, min. 58)(p).

Árbitro

Aleksej Spirin (URSS).

Tarjetas

Herrero (ESP, min. 24); Gallego (ARG, min. 52); Simeone (ARG, min. 64); Billabona (ESP, min. 76); Solozábal (ESP, min. 79); Lasa (ESP, min. 81); Batista (ARG, min. 88).

Estadio

King Fahd II (Taif). 14.000 espectadores.

En la segunda jornada se enfrentaban los dos vencedores de la primera, ya que Irak había derrotado a Noruega por 1-0. Aunque antes del choque Pereda manifestó que dudaba seriamente de la supuesta edad juvenil de muchos de los componentes del equipo iraquí, nadie podía imaginar que España fuera a ser batida aquella tarde. Sin embargo, nada salió como estaba previsto y los españoles se vieron sorprendidos por la intensa presión y el juego veloz y técnico de su rival. Aunque al principio no creó peligro, Irak dominó claramente la posesión y España se fue sintiendo cada vez más incómoda hasta que, cerca del descanso, se produjo el error que marcaría el partido y el resto del campeonato: en un pase largo hacia el delantero Wali, la zaga española tiró mal el fuera de juego y Cañizares tuvo que salir a despejar con el pie fuera de su área, pero pifió el golpeo y el jugador iraquí no desaprovechó el regalo para marcar a puerta vacía.

Pese a que en el descanso el seleccionador dio entrada a Urzaiz para reforzar un ataque que había estado completamente desaparecido durante la primera mitad, los nervios afloraron en el equipo español y, a los cinco minutos de la reanudación, un nuevo fallo en defensa propició el segundo gol iraquí. Laith interceptó un pase horizontal del capitán Txomin Larrainzar a Roberto Solozábal y, desde el borde del área, disparó un chut raso que batió a Cañizares. Quedaba todavía mucho tiempo, pero España se fue del partido y su posesión fue totalmente estéril; de hecho, Irak disfrutó de varias ocasiones al contraataque para haber conseguido una goleada escandalosa. Fueran o no juveniles, lo cierto es que los iraquíes vencieron más que merecidamente y dejaron muy tocados a los españoles.

20/02/1989

Segunda jornada del Grupo D.

IRAK

(2)

Imad; Salim, Sharar, Nazar, Radhi, Saad; Riadh, Samir, Mohammed; Wali, Laith (-76, Naeem).

ESPAÑA

(0)

Cañizares; Ferrer, Larrainzar, Solozábal, Lasa; Herrero, Billabona, Justo (-46, Urzaiz), Paqui (-62, Emilio); Pinilla, Moisés.

Goles

1-0 Wali (IRK, min. 41); 2-0 Laith (IRK, min. 51).

Árbitro

Shengcai Chen (CHN).

Tarjetas

Mohammed (IRK, min. 65); Moisés (ESP, min. 73).

Estadio

King Fahd II (Taif). 13.500 espectadores.

La esperada victoria de Argentina sobre Noruega (2-0) en el otro partido del día venía a aumentar el problema en el que se había metido España. De haber ganado a Irak, los de Pereda habrían estado ya clasificados para cuartos de final, pero al perder se veían con un pie fuera de las eliminatorias. Un empate ante Noruega podría servir si los iraquíes conseguían derrotar también a los argentinos; pero si Argentina vencía a Irak, como aún se creía lógico, España necesitaría golear a los nórdicos para esperar que la diferencia de goles resultara favorable. Más o menos lo que Pereda ya había vivido en la Unión Soviética en 1985, con la nada desdeñable diferencia de que en Arabia los partidos no se disputarían a la vez y España tendría que abrir esa última jornada, por lo que jugaría sin referencias. Así pues, sólo valía ganar y golear.

Aunque Aguilà seguía sin estar disponible, el equipo español confiaba en superar con cierta facilidad a Noruega, que aún conservaba remotas opciones de clasificación pero que había mostrado muy poco fútbol en sus dos partidos anteriores. Pereda abandonó el 4-4-2 con rombo en el centro del campo de los primeros partidos y volvió a confiar en el flexible y ofensivo 4-3-3 que tanto le gustaba, con el asturiano Emilio como delantero encargado de cerrar la banda en tareas defensivas, y lo cierto es que el planteamiento se mostró acertado. España dominó desde el inicio y generó más de media docena de ocasiones claras de gol, pero nadie acertó a batir al meta Svalstad y de eso poca culpa tuvo el seleccionador. El joven Urzaiz fue el más fallón, pero Solozábal, Billabona y Pinilla (a quien el seleccionador introdujo pronto por un desconcentrado Moisés) también pudieron haber abierto el marcador sin excesiva dificultad. Por desgracia, esa vieja máxima que dice que quien perdona lo acaba pagando volvió a cumplirse bordeando ya el descanso, cuando Drillestad aprovechó una indecisión de Cañizares en su salida para culminar un contragolpe y anotar el primer gol noruego.

El comienzo de la segunda parte fue de auténtica locura. Herida en su orgullo, España salió con nuevos bríos dispuesta a remontar el choque y Pinilla no tardó ni un minuto en internarse en el área rival, sentar a dos defensas y colocar el empate en el luminoso. Pero la sobreexcitación hispana fue contraproducente: nada más sacar de centro, Noruega volvió a adelantarse en una desgraciada acción en la que entre Paqui y Cañizares remataron a gol una jugada de Johansen. Pese a este duro golpe, los jóvenes españoles volvieron a levantarse rápidamente y Pinilla cabeceó a la red un centro de Emilio. No se había llegado al minuto 50 y cabía esperar que, con el nuevo empate, España supiera serenarse y volviera al buen juego del primer tiempo, pero las prisas y los nervios jugaron una mala pasada a los de Pereda. Incapaces de atacar con orden, la defensa empezó a resquebrajarse y Lars Bohinen aprovechó un nuevo fallo en cadena de la zaga española para marcar el 2-3 para Noruega.

Faltaba media hora para el final del partido, pero el Mundial terminó ahí para España: sin soluciones desde un banquillo en el que ya no quedaban hombres de ataque, el equipo se dedicó a colgar balones sin ton ni son y todo lo que consiguió fue un puñado de clarísimas ocasiones noruegas a la contra. Con la defensa casi siempre descolocada o tirando mal el fuera de juego, Cañizares resolvió bien esas llegadas hasta que, ya en el último minuto, no pudo evitar que Mellemstrand le batiera por cuarta vez. Ese gol postrero dejó a España última de grupo y, durante unas horas, permitió que Noruega albergara opciones de clasificación; opciones que se esfumaron con la victoria de Irak sobre Argentina por 1-0. Los asiáticos pasaban con pleno de victorias y, en el triple empate a dos puntos entre Argentina, Noruega y España, la albiceleste contaba con mejor golaveraje (0, por -1 de Noruega y -3 de España). Un gol más de Irak habría permitido la clasificación de Noruega, pero Argentina sabía perfectamente qué resultado mínimo necesitaba para pasar y justo ése fue el que consiguió.

22/02/1989

Tercera jornada del Grupo D.

NORUEGA

(4)

Svalstad; Olsen, Pedersen, Nilsen, Bjornebye; Johansen, Bohinen, Leonhardsen, Drillestad (-79, Ingelstad); Strand (-73, Mellemstrand), Eftevaag.

ESPAÑA

(2)

Cañizares; Ferrer, Larrainzar, Solozábal, Paqui; Herrero, Torres Gómez, Billabona (-71, Justo); Emilio, Moisés (-15, Pinilla), Urzaiz.

Goles

1-0 Drillestad (NOR, min. 43); 1-1 Pinilla (ESP, min. 46); 2-1 Cañizares (ESP, min. 47)(p.p.); 2-2 Pinilla (ESP, min. 49); 3-2 Bohinen (NOR, min. 58); 4-2 Mellemstrand (NOR, min. 90).

Árbitro

Neji Jouini (TUN).

Tarjetas

Olsen (NOR, min. 16); Johansen (NOR, min. 56); Eftevaag (NOR, min. 84); Svalstad (NOR, min. 90).

Estadio

King Fahd II (Taif). 17.000 espectadores.

La actuación española fue, no cabe duda, muy decepcionante. Tal vez la suerte que, en momentos puntuales, sirvió cuatro años antes para alcanzar el subcampeonato se agotara en aquel torneo, pero lo cierto es que en 1989 casi nada salió como se había esperado. Incluso Ángel María Villar, que había planificado incorporarse al campeonato para las eliminatorias (no sin cierta polémica, porque a quienes encabezaban la expedición española en Arabia desde el primer día no les hacía gracia tener que regresar a casa para dejar sitio al presidente), tuvo que anular su viaje y quedarse en Madrid para recibir al deprimido equipo. Después de haber conseguido contar con la mejor selección posible, con jugadores con notable experiencia en Segunda y Segunda B (en Primera comenzarían a aparecer justo después del torneo), el resultado había sido francamente malo en un grupo que parecía sencillo, sobre todo tras haber derrotado a Argentina en la primera jornada. Además, TVE había retransmitido por primera vez todos los partidos de España en un Mundial juvenil (antes sólo había emitido la final de 1985) y los aficionados pudieron sacar sus propias conclusiones sobre lo que había pasado.

Consciente del fracaso, Chus Pereda declaró a su regreso que a algunos jugadores se les había subido la internacionalidad a la cabeza y que, si España quería realizar un buen papel en Barcelona’92, la Federación debería revisar sus planes de cara a la cita olímpica. Al mismo tiempo, auguraba que muchos de esos futbolistas darían grandes alegrías al fútbol español, porque en el fondo aquello sólo había sido un accidente fruto de su inmadurez. Y no se equivocaba: siete de los jugadores presentes en Arabia Saudita (Cañizares, Ferrer, Lasa, Solozábal, Paqui, Billabona y Pinilla) se colgarían la medalla de oro en 1992 después de que la RFEF cambiara casi todo su organigrama técnico. Pero ya tocará hablar de ello a su debido momento.

El Campeonato Mundial Juvenil por la Copa FIFA/Coca-Cola de Arabia Saudita 1989, pues tal era su denominación oficial, siguió adelante. En cuartos de final, Portugal batió por la mínima a Colombia (1-0) en un partido bastante espeso, y Brasil hizo lo mismo ante una Argentina que mostró su mejor fútbol del torneo pero que evidenció otra vez sus limitaciones ofensivas. En el duelo entre las revelaciones del campeonato, Estados Unidos fue más efectiva que Irak y venció por 2-1; mientras que el partido entre la URSS y Nigeria resultó el más entretenido de todos y se saldó con victoria africana en la tanda de penaltis, tras remontar increíblemente el 4-0 a favor de los soviéticos que reflejaba el marcador en el minuto sesenta. Ambos equipos estaban formados en buena parte por los jugadores que ya se habían enfrentado en la final del Mundial sub’16 de Canadá 1987, en la que venció la URSS también desde los once metros, por lo que ese partido de Dammam supuso una dulce revancha para los nigerianos.

Tras aquella heroicidad, Nigeria afrontó muy reforzada su partido de semifinales ante Estados Unidos, pero los norteamericanos también habían hecho méritos para llegar lejos y realizaron un gran encuentro. El partido, brillante en lo ofensivo y en el que los porteros tuvieron mucho trabajo, se fue a la prórroga con 1-1 y acabó decidiéndose por un gol de Mutiu Adepoju al comienzo del tiempo extra. Después de haber acabado tercera en la URSS 1985 y sumar un título y un subcampeonato en las dos ediciones del Mundial sub’16 celebradas hasta entonces, Nigeria se confirmaba como la mayor potencia emergente de África y una de las mejores canteras de todo el mundo. En la final del Campeonato Mundial Juvenil de 1989, primera que disputaría una selección africana, se las vería con Portugal, que maniató tácticamente a Brasil en la otra semifinal y ganó merecidamente por 1-0.

Dirigidos por Carlos Queiroz desde el banquillo y por un jovencísimo Joao Pinto sobre el césped, los portugueses formaban un equipo muy rocoso y que sabía perfectamente a lo que jugaba. Ya habían derrotado a Nigeria en la primera fase por 1-0, y en el partido por el título se lanzaron al ataque desde el primer momento para aprovechar los nervios y el cansancio de los nigerianos, que venían de disputar 120 minutos en cada una de sus dos eliminatorias anteriores. Portugal dominó la primera parte y se adelantó al borde del descanso con un gran gol de Abel Silva, y a partir de ahí se limitó a aguantar las imprecisas acometidas de su rival. La sentencia llegó a falta de un cuarto de hora para el final, con un disparo de Jorge Couto que se tragó el meta nigeriano y que permitió a los lusos vivir con más tranquilidad los últimos minutos antes de poder festejar su primer título mundial. Fernando Couto o el citado Joao Pinto fueron los campeones que mayor relieve adquirieron en los años posteriores.

El brasileño Bismarck fue elegido Mejor Jugador del torneo y recibió por ello el Balón de Oro. Veterano de Chile 1987, el mediapunta marcó tres goles y se encargó de surtir de balones a Marcelo Henrique y a Sonny Anderson, que hicieron otros tres tantos cada uno. Sus carreras no pudieron ser más dispares: Henrique no salió de Brasil y se retiró tempranamente, con múltiples problemas extradeportivos; Anderson se hizo un nombre respetado en Europa (las aficiones de Mónaco, Olympique Lyonnais, Barcelona o Villarreal cantaron sus muchos goles); y Bismarck, que estuvo en Italia’90, se embarcó en 1993 en la recién creada J-League nipona, donde se convirtió en un clásico.

El Balón de Plata fue para el guardameta estadounidense Kasey Keller, uno de los principales artífices de la brillante actuación en Arabia de un equipo que había llegado como invitado por la sanción a México. El portero tuvo una larguísima carrera (se retiró en la MLS con casi 42 años), pasando por varios equipos de Inglaterra y también por el Rayo Vallecano, donde dejó muy buen recuerdo en sus dos campañas entre 1999 y 2001, cuando el club madrileño disputó competición europea. Por último, el Balón de Bronce recayó en el centrocampista nigeriano Christopher Nwosu, cuyo rastro se pierde tras esa cita mundialista juvenil.

Algo más sencillo resulta recordar a los máximos goleadores del torneo. En Arabia Saudita se produjo un séxtuple empate a tres goles, resultando premiados dos conocidos de la liga española: el nigeriano Mutiu Adepoju (Real Madrid B, Racing de Santander, Real Sociedad) y el ya citado Sonny Anderson recibieron las Botas de Plata y Bronce, respectivamente. Además, también marcaron tres tantos los brasileños Bismarck y Marcelo Henrique, el estadounidense Steve Snow (que probó fortuna en Bélgica tras el Mundial pero acabó retirándose pronto por culpa de las lesiones) y el nigeriano Christopher Nusa Ohenhen, más conocido en España como Ohen por sus etapas en Real Madrid B y Compostela. Pero por delante de todos ellos quedó el soviético Oleg Salenko (Logroñés, Valencia), que conquistó la Bota de Oro con cinco tantos en cuatro partidos. Una gesta que superaría, ya con Rusia, en el Mundial de Estados Unidos 1994, al marcar seis goles en sólo tres encuentros para convertirse en el primer futbolista (y único, hasta el momento) que ha conseguido el premio al máximo goleador en un Mundial juvenil y en uno absoluto.

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Fuentes consultadas:

Martialay, Félix: “Todo sobre todas las selecciones” (2007), Ed. Librerías Deportivas Esteban Sanz.

www.fifa.com

www.rsssf.com

www.bdfutbol.com

www.sefutbol.com

www.youtube.com

Hemerotecas y archivos digitales de los diarios ABC, El Mundo Deportivo, El País, Marca.

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