RESUMEN:

Segunda parte de nuestro exhaustivo informe sobre la introducción y primeros pasos del fútbol en Asturias. El regreso de jóvenes de la alta burguesía regional educados en el extranjero impulsa la creación de los primeros equipos representativos.

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ABSTRACT:

Second part of our comprehensive report about the introduction and first stages of football in Asturias. The return of local high society’s youngsters from studying abroad boosts the creation of the first representative clubs.

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La llegada del foot-ball a Asturias (II). La era de los sportsmen

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La fundación del COI y la disputa de unos Juegos Olímpicos cada cuatro años supondría el impulso definitivo de la cultura física, concepción vital que se había extendido por buena parte de Europa y América, fomentando la realización de actividades recreativas y la práctica de los nuevos sports (reglamentados fundamentalmente en los países anglosajones) como medio para alcanzar la plenitud del ser humano. Para lograr el bienestar integral de la persona, centrado en el binomio cuerpo/mente, se hacía necesario el desarrollo de las capacidades intelectuales tanto como introducir en la rutina del individuo el ejercicio corporal, evitando el pernicioso sedentarismo.

También habría sportsmen asturianos en otras latitudes. El gijonés Manuel F. Rubio, de 17 años, jugaba de medio en el F.C. Internacional de Barcelona.

También habría sportsmen asturianos en otras latitudes. El gijonés Manuel F. Rubio, de 17 años, jugaba de medio en el F.C. Internacional
de Barcelona.

La práctica del sport se había convertido en un estilo de vida para los jóvenes de las clases más acomodadas. La palabra sportsman, surgida a principios del s. XVIII en Inglaterra para definir al que «gustaba de las actividades recreativas en el campo, como la caza o la pesca», pero también para referirse a mediados del XIX a un «profesional de las apuestas, especialmente en las carreras de caballos», transformaría su significado a finales de dicho siglo y comienzos del XX hasta terminar adquiriendo el que goza en la actualidad, «deportista», encarnando unos valores (deportividad, respeto a las reglas, honestidad, imparcialidad, integridad…) que prestigiaban su dedicación.

En nuestro país, esta moda no terminaba de ser bien vista por determinadas mentalidades, contrarias a unas diversiones que consideraban “elegantes, cultísimas pero perfectamente inútiles”. Asturias no sería una excepción, y no faltaban en la prensa opiniones en este sentido. En junio de 1902, en el diario El Comercio, un articulista se felicitaba de que los jóvenes gijoneses se mostrasen infranqueables a esas invasiones “modernistas”. Y señalaba:

«Nuestra juventud, bien entendido que me refiero a la de la burguesía y aun a la de la nobleza, salvo muy raras excepciones hace algo, no tiene ocios, ejercita sus actividades en el bufete, en el foro, en la oficina, en la fábrica, allí donde hace falta el concurso del trabajo, ejercicio el más noble, la mejor gimnasia del alma y del cuerpo.  Dirásenos a los gijoneses que no tenemos una «juventud dorada»  ¡Puede ser! Nuestros jóvenes tal vez no sepan vestir un smokin, tirar el florete o jugar una partida de foot-ball. Pero dudo yo de que los nombres de los más distinguidos sportmans se pronuncien en España entera con la admiración que el mundo de las letras, que el de la Banca y el de las grandes empresas; el mundo del trabajo, en sus diferentes manifestaciones, en fin, pronuncia los de muchos jóvenes asturianos, principalmente gijoneses (sic)«.

 “¡No tenemos tiempo para divertirnos!” era el revelador mensaje con el que finalizaba su alegato.

Pese a los deseos de los más inmovilistas, la cultura deportiva se extendía imparable y el tiempo de ocio de los más privilegiados lo ocuparían variadas actividades recreativas, en las que el ejercicio físico ostentaba un lugar predominante. En el Principado este movimiento se mostró en toda su dimensión a lo largo de 1903, año en el que se vivió una auténtica eclosión de los sports.

Como había señalado el secretario de la Unión escolar en los Anales de la Universidad de Oviedo (véase Cuadernos nº64), el equipo de fútbol universitario había logrado arraigar el deporte del balón en la capital. En efecto, ya en marzo de 1903 aparecía en El Correo de Asturias la noticia de la inminente constitución de un nuevo club:

  “Según hemos oído asegurar, los alumnos de cuarto y quinto año del Instituto de esta ciudad de Oviedo, proyectan fundar un centro dedicado al juego del football, para cuyo efecto han decidido nombrar su junta directiva”.

Sabido es que en el acto inaugural de la Unión Escolar ovetense habían estado presentes profesores de Instituto, por lo que resultaría natural que los alumnos de secundaria intentaran emular a sus «mayores». ¿Fue éste el germen del equipo que, apenas un mes más tarde, se ejercitaba para preparar debidamente su presentación en el Campo de Maniobras? Lo cierto es que en El Carbayón del 4 de abril se anunciaba la disputa de un match de foot-ball que tendría lugar el día siguiente, domingo, entre dos teams del Foot-Ball Club Ovetense. De lo que no cabe duda es de que se trataba de una nueva sociedad, a tenor de lo manifestado por el gacetillero, que había sido invitado a presenciar los ensayos previos al choque:

“(…) Nos complacemos en manifestar la admiración que nos ha causado la destreza y resistencia de los jugadores, los cuales son en su mayor parte neófitos en este juego y creemos que los socios del Foot-Ball Club darán una gallarda muestra de energía física de nuestra juventud”.

Llegado el día, el proyectado match resultó un pequeño acontecimiento social (algo que se convertiría en tónica habitual durante la primera década del siglo XX), acudiendo distinguidas familias de la “buena sociedad ovetense” a presenciar el espectáculo, algunas llegadas en coche, para las que la sociedad organizadora había dispuesto sillas y bancos a tal efecto. Los miembros del primer equipo asturiano representativo de una ciudad formaron dos bandos, los azules, capitaneados por el señor Rubín, y los encarnados, a las órdenes del señor Fernández Quirós, actuando como referee el sr. Buylla Godino. Para la historia quedan las alineaciones de ese primer encuentro: Quirós, Colubi, Sampedro (O. y E.), Meana, Guerra, Peón (L.), Areces, Ramos, Eguíbar y Zaloña integraban el red team; mientras que Rubín, Vallado, Buylla (P.), Escandón, Montes, Ibáñez, Peña, A. Victorero, Bernardo, Pelayo y Mendoza Cortina actuaban en los blues. El partido finalizó con empate a un tanto, obra de Rubín para los azules y producto de una combinación entre Quirós y Ramos para los rojos, siendo los capitanes de ambos cuadros los jugadores más destacados, lo que no dejaba de resultar significativo.

Una semana después los socios del F.C. Ovetense, invitados por uno de sus compañeros, Rodrigo Uría, a la finca que su padre, diputado por Infiesto, tenía en Nava, volverían a vestirse de corto. En esta ocasión no habría goles entre azules y encarnados.

Muchos años después la prensa recogía los recuerdos de algunos de estos pioneros, siempre tamizados por el paso del tiempo, proporcionándonos información de sumo interés. En la entrevista realizada a Plácido Álvarez Buylla en la revista Estampa en 1936, el ministro de Industria, al referirse a sus comienzos deportivos, señalaba:

(…) El Oviedo F.C., que era el equipo de la población en que nací, fue el que me acogió en su seno y en el que medí mis fuerzas primeramente. Me indujo a ello un muchacho que había venido de Inglaterra, donde pasó una temporada, y de donde regresó convertido en uno de los más entusiastas aficionados al deporte del fútbol.

Aquel muchacho fue levadura que había de servir para formar un núcleo de amantes del fútbol, entre los cuales yo me contaba (…)”.

«Perico» Rubín, con el uniforme de Hampstead.

«Perico» Rubín, con el uniforme de Hampstead.

Este muchacho no era otro que Pedro Rubín Faes, quien había estudiado en Hampstead, descollando en el equipo del colegio, especialmente en la faceta anotadora. A su regreso a la capital del Principado, su pasión por el deporte del balón le llevaría a intentar despertar el interés por dicho sport entre sus amistades y conocidos. Seguramente atraído por la incipiente efervescencia futbolística de la capital, no tardaría en introducirse en los círculos universitarios y estudiantiles con el fin de dar el impulso definitivo que llevase a la constitución de un club de football. Contaría con el concurso de otros decididos partidarios, como Santiago de la Riva, quien había trabado contacto con el juego mientras estudiaba en Suiza. Y desde luego con la total colaboración de los socios de la Unión Escolar Ovetense, muchos de los cuales integrarían las filas de la nueva sociedad.

Otro miembro de la saga de los Álvarez-Buylla, Vicente, hermano menor de Plácido, quien al igual que éste militó en las filas del Madrid F.C., dejaría escrito que los estudiantes de Instituto formaban el cuadro infantil del Foot-Ball Club Ovetense, en cuyas filas había jugado mientras cursaba primero de bachillerato. El primer equipo estaría compuesto por universitarios en su mayoría, sobre todo de la Facultad de Derecho, aunque también se alineaban elementos ajenos al ámbito estudiantil.

El 10 abril de 1926 en las páginas de La Voz de Asturias se recordaba a aquellos precursores del fútbol en la ciudad en un interesante artículo, del que rescatamos el siguiente párrafo:

 “En un rincón del local que en la calle del Matadero, hoy Marqués de Gastañaga, ocupaba la Unión Escolar, fundaron su Club. Un armario les servía para guardar el material: un biombo para hacerse la ilusión de que en la loca algarabía de las reuniones estudiantiles, ellos eran algo aparte. No contaban con nada más que sus propios medios. Tenían que comprarse su equipo, pagarse sus desplazamiento y las sillas de la Asociación de Caridad que en el Campo de Maniobras colocaban a lo largo de la línea de faut, y en las que unas cuantas señoritas se solían ver en el compromiso de pasar dos horas bostezando ante los incomprensibles ardores de unos chicos que en traje… impropio, andaban a trompazos y patadas. Para que no faltara nada, hasta los mismos jugadores tenían que cargar con los palos de las desmontables porterías, armatostes que se guardaban una vez terminado el encuentro en una de las casas de los alrededores de aquel improvisado stand de juego”.

Peripecias que, inevitablemente, compartirían los correligionarios que, muy pronto, habrían de surgir en las vecinas villas de Gijón y Avilés donde, al igual que en Vetusta, serían estudiantes retornados del extranjero quienes impulsaran la formación de las primeras sociedades deportivas.

El día 8 de julio, en El Noroeste, aparecía la primera noticia futbolística de ámbito local en la prensa gijonesa. Se percibía el auge de las agrupaciones recreativas, porque se encontraba  junto a otra en la que se informaba de la inminente organización de una sociedad de caza. En la nota se indicaba:

Varios jóvenes de esta villa organizan diariamente partidas de foot-ball en el prado Redondo, al lado de la carretera del Obispo, prestando con tal motivo gran animación a aquel lugar, donde todas las tardes concurren muchos curiosos”.

Estos primeros escarceos no tardarían mucho en fructificar, y lo harían a lo grande. Porque a principios de agosto se informaba de la constitución del que puede ser considerado como primer club polideportivo fundado en Asturias, el Gijón Sport-Club. Una asociación que, aunque vertebrada en torno al fútbol, se encargaría de practicar y difundir variadas modalidades recreativas.

Es de justicia señalar el gran acogimiento que la flamante sociedad tuvo en los periódicos (donde confluyen siempre mentalidades contrapuestas). En el diario El Comercio, donde apenas un año antes se trivializaba la práctica de los sports, se congratulaban ahora por la creación de la primera agrupación deportiva en la ciudad en un brillante artículo en el que se equiparaba la educación física con el progreso. El autor, profesor de Gimnástica en el Instituto Jovellanos, bajo el título de «Gijón Sport-Club», exponía:

Así se titula una sociedad deportiva recientemente creada en esta población.

¡Eureka! ¡Hosanna! ¡Aleluya!…

¡Surgió, al fin, Biblis!

Quien conozca el famoso desnudo del genial Chantron, podrá comprenderme. Dícese que representa a Biblis, la hermosa hija de Mileto, enamorada locamente de su hermano Cauno, en el momento en que sin fuerzas ya para perseguirle, cae al suelo rendida… Laceradas sus mórbidas carnes; desgreñada su hermosa cabellera; angustiosamente entreabiertos sus labios; la mano izquierda crispada sobre los ojos, con todo el nerviosismo del deseo anhelado y no satisfecho; el otro brazo extendido con negligencia y brotando de la diestra el cristalino manantial en que la convirtieron las compasivas Náyades… tal es el lienzo y tal la mitológica fábula en que se cree inspirado.

Y sin embargo no hay tales carneros.

Chantron, sportman hasta con los pinceles en la mano, fue más allá (o más acá, si así se quiere), y buscó en el moderno simbolismo auras que poetizar con su paleta… Aquella escultural mujer no es Biblis; sino la Educación física; ni Cauno es otro que el Progreso; ni el manantial es otra cosa que la fértil corriente pedagógica integral y cíclica que informar debe todo plan de enseñanza.

En efecto: la educación del ser en cuerpo y alma, va tras del Progreso de las naciones, persiguiendo su anhelo, el de la regeneración social, como Biblis tras de Cauno. Loca de amor por él, nada le arredra en su persecución: ni lo incestuoso del parentesco. Porque no hay duda; ella y él son tan hermanos como los hijos de Mileto… Nace el progreso del adelanto y perfeccionamiento: como la educación física. Lo mismo. El origen es común… Sólo que el Progreso corre y corre en alas de su propio engreimiento, y va dejando atrás ¡ingrato! a la pobrecita Educación, que rendida ya, cae al suelo sin fuerzas, aherrojada en el camino… Girones y solo girones de sus carnes son los sports que aquí, allá, acullá suelen servir de meta a las aspiraciones del hambre docente. Y la observación, la experiencia y la luz de la Verdad, gentiles Náyades de la Historia, convierten a la víctima en raudo caudal de mana, si ella bebiese en fuente tan pródiga.

Pero ¡ya se ve!… Solamente humedecemos los labios… y aquí, ni un tanto. Gimnástica más o menos razonada en el Instituto de Jovellanos; esgrima en el salón particular de Merlini… y basta; porque el ciclismo, no es ciclismo; el automovilismo, patrimonio de cuatro acaudalados; y el Foot-ball, el Rowing sport, el Skatin-team, el Yachting, el Cricket, el Lawn-tennis, el Ping-pong, el Match-box, etc… etcétera, cuentos de hadas en Gijón… y con eso, con nada más, preténdese conseguir el summum de equilibrio psicofísico a que es acreedor todo hombre en su dualista aspecto vital. ¡Con eso nos embromamos a nosotros mismos creyendo alcanzar el grado de perfectibilidad que nos corresponde! ¡Con eso basta al parecer! (…).”.

La presentación en sociedad de Gijón Sport-Club se produjo el 12 de agosto con un festejo ciclista en pleno centro de la ciudad, en el Paseo de San José, levantándose dos tribunas en los laterales de la pista habilitada por los socios de la entidad, además de cerrar el paso del público otras dos hileras de sillas. Al evento, como no podía ser de otro modo, acudieron las más distinguidas familias de la ciudad, ocupando las tribunas las señoras y señoritas y las sillas los jóvenes y las familias. La banda municipal de música amenizaba la fiesta.

El público aplaudía cada vez que un campeón lograba hacerse con una de las cintas, que habían sido bordadas previamente por varias de las señoritas presentes, circunstancia que habría de convertirse en una constante durante estos primeros tiempos del sport, en los que el papel de la mujer debía limitarse a ocupar una localidad, observar el desarrollo de los acontecimiento y, si acaso, agasajar a los vencedores. Merecen consignarse los nombres de los primeros triunfadores que, por este orden, fueron: Manuel García Cuervo, Rafael Suárez, Alberto Fernández y Vicente Sánchez.

El festejo sufriría un final abrupto al hundirse el tablado del kiosco de madera, donde aparte de los músicos se había subido casi un centenar de personas, muchachos en su mayoría. No hubo que lamentar heridos, pero la confusión reinante aconsejó cancelar el resto de la competición.

Luis Adaro, el primero de pie por la derecha, en el equipo del Chateau Lancy (1898)

Luis Adaro, el primero de pie por la derecha, en el equipo del Chateau Lancy (1898)

Como puede presuponerse, los miembros del Sport-Club pertenecían a la alta burguesía gijonesa, y algunos de ellos ya habían jugado al fútbol mientras estudiaban en el extranjero. Luis Adaro Porcel, que había cursado estudios de ingeniería en Suiza y Alemania, fue uno de los principales introductores del deporte del balón. En el equipo escolar de Chateau de Lancy, colegio cerca de Ginebra, había dado sus primeros puntapiés. Otros, como los hermanos Isaac e Ismael Fernández (futuros Figaredo[1]), tras culminar sus estudios universitarios en Lieja (Bélgica) regresaron como entusiastas sportsmen.

Que las relaciones entre la juventud regional era fluida y los intereses comunes lo demuestra el hecho de que sólo cinco días después, el 17 de agosto, se disputaba el primer partido entre ciudades. En el «prado Redondo», situado en la zona del Humedal, se enfrentaban el equipo local y el F.C. Ovetense, oficiando Francisco Marrodán, presidente del Sport-Club, como juez de la contienda. El triunfo sonrió a los de casa por un ajustado 2-1, con tantos de Rodríguez e Isaac Fernández para los de Gijón y de Santiago para los de Oviedo. Las alineaciones de ambos cuadros fueron las siguientes:

Gijón Sport-Club: Eduardo Prendes, Castrillón, Gilledo, Moré, García, Rodríguez, Mencía, Ismael Fernández, Adaro, R. Alvargonzález e Isaac Fernández.

Foot-ball Club Ovetense: Los tres colubis, Mori, Meana, Guerra, Bernardo, San Pedro, Ovidio, Rubín, Uría y Santiago.

En la crónica del match, publicada en El Comercio, se informaba de que el público había salido muy satisfecho, haciendo votos por nuevos festivales del mismo género.

Antes de la devolución de visita, que habría de coincidir con las fiestas de San Mateo, un mes más tarde, la sociedad gijonesa tuvo tiempo de organizar un entretenido espectáculo en la plaza de toros de El Bibio. Una competición ciclista, una carrera a pie y una «partida de foot-ball» dieron lustre al evento, que finalizó con una carrera de burros con obstáculos que haría las delicias del respetable.

El Foot-Ball Club Ovetense en 1903. De arriba abajo y de izquierda a derecha forman: Manuel Navia Osorio, Luis Navia-Osorio y Victorero. Lorenzo Campa, Meana y Alejandro Ceballos. Enrique Ramos, Santiago de la Riva, Pedro Rubín, Ovidio Pelayo y Arturo Bernardo

El Foot-Ball Club Ovetense en 1903. De arriba abajo y de izquierda a derecha forman:
Manuel Navia Osorio, Luis Navia-Osorio y Victorero. Lorenzo Campa, Meana y Alejandro Ceballos. Enrique Ramos, Santiago de la Riva, Pedro Rubín, Ovidio Pelayo y Arturo Bernardo

Finalmente, el 15 de septiembre, los equipos de Oviedo y Gijón volvieron a verse las caras, esta vez en el campo de maniobras de la capital, para disputar lo que algunos tildaron pomposamente como Campeonato de Asturias. El empate a cero final no deslució el espectáculo, que fue seguido por numerosa concurrencia. Al final del choque los socios del club local obsequiaron a sus contrincantes y a varios jugadores de Avilés, que habían presenciado el partido, en el local de la Unión Escolar.

De esta forma, haciendo mención a los representantes de otra ciudad, se nos daba a conocer la existencia de una nueva agrupación deportiva, esta vez en Avilés. Allí, las inquietudes de Ramón Fernández-Arenas, quien tras retornar de Estados Unidos impartía clases de inglés y contabilidad en una academia, habían hecho surgir un pequeño núcleo de aficionados al baseball. Ramón había estudiado en varios colegios del estado de Nueva York, y había tenido la oportunidad de practicar diversos sports, como el patinaje sobre hielo, el béisbol o el Rugby football. Diversas circunstancias impidieron que el deporte más popular en Norteamérica prendiera en la ciudad, lo que no fue óbice para que los afanes deportivos de este grupo de entusiastas les animara a embarcarse en un nuevo proyecto, que esta vez sí cristalizaría. Mucho tuvieron que ver en ellos dos jóvenes que acababan de regresar de Inglaterra, Eusebio Abascal y Jesús Gutiérrez, conocedores del juego del fútbol. Eran primos, el primero de ellos nacido en Liverpool, y habían traído consigo no sólo un balón sino también un reglamento del Foot-ball Association.

En la prensa de la época encontramos constancia de este cambio de rumbo. Así, el 20 de septiembre, en El Progreso de Asturias, se indicaba:

Los jóvenes que componen el Club de Sport Base Ball, hace días que están ensayando el Foot Ball para jugar un partido con sus compañeros de Oviedo y Gijón”.

En breve espacio de tiempo se celebró una asamblea constituyente en la que se formaría una directiva interina, bajo la presidencia de Alberto Solís Pulido, dando origen a una nueva sociedad que, con el nombre de Avilés Sport-Club, habría de contar con sede, gimnasio y campo de deportes; tarea a la que se dedicaron de inmediato con notable éxito.

El 11 de octubre de ese mismo año se estrenaría la novel asociación, organizando el primer partido de fútbol celebrado en la villa del Adelantado. El rival no fue otro que el Foot-Ball Club Ovetense, y el encuentro fue muy disputado pese a no moverse el marcador. Las alineaciones de este histórico choque, jugado en el campo de El Carnero, fueron las siguientes:

Avilés: Ramón Fernández-Arenas; Ibarra, Carreño; Hevia, Gutiérrez, Isaac Fernández; Villamil, Bustelo, Abascal, Panizo y Orobio;

Oviedo: Luis Navia-Osorio; Meana, Manuel Navia-Osorio; Campa, Ramos, Ceballos; Gallego, Riva, Rubín, González y Pelayo;

Una semana después se producía la devolución de visita en el ovetense campo de maniobras, con el arbitraje del Sr. Montes al igual que en el primer choque. En esta ocasión el conjunto ovetense se impuso por dos tantos a cero.

Asturias205Todavía antes de finalizar este año, lleno de acontecimientos deportivos, habría noticia de una nueva sociedad asturiana de foot-ball, con la peculiaridad de que en este caso se había constituido fuera de la región. En El Carbayón del 23 de noviembre se daba cuenta de la directiva y el primer equipo de la «Federación Asturiana», formada por estudiantes universitarios en la capital de España. Nombres y apellidos que en algunos casos eran ya sobradamente conocidos en el panorama futbolístico regional, al formar parte de los distintos clubes deportivos de Asturias.

Pronto empezaría a ser habitual que los jóvenes que cursaban estudios superiores en las universidades españolas o extranjeras se enrolaran en los equipos locales para, al regresar al Principado durante las vacaciones de verano, integrar las filas de los teams de sus ciudades de origen.

Así culminaba un año decisivo en la implantación de los sports en el Principado. Caballerosidad y deportividad habían sido las señas de identidad de las distintas sociedades contendientes, deseosas de estrechar lazos de amistad unas con otras. Sin embargo, los repetidos enfrentamientos comenzarían a generar tensiones y la competencia por premios y trofeos acabaría por desatar las primeras polémicas. La rivalidad regional estaba a punto de comenzar.

 “Referencias”

– Díaz Roncero, Francisco (1936, 4 julio). Yo he sido defensa del Madrid (entrevista a Plácido Álvarez-Buylla Lozana). Estampa (pág. 9-12, 47). Madrid.

– Dwight Whitney, William & Smith, Benjamin Eli (1889). The Century Dictionary. An Encyclopedic Lexicon Of The English Language. Nueva York. The Century Co. http://www.global-language.com/century/

– Fernández Díaz, Melchor (1977). Historia del Deporte Asturiano. Ayalga Ediciones. Gijón.

– Fernández Riera, Macrino (2010). Deporte y Educación Física en Asturias. De los inicios a la Guerra Civil. Gijón. Instituto Rosario de Acuña y Zahorí ediciones.

– Izquierda Rojo, José María (1994, 4 abril). El verdadero origen del fútbol en Oviedo. La Nueva España. Oviedo. http://www.realoviedo.info/origen.htm

– Johnson, Samuel (1792). A Dictionary of The English Language in which the Words are deduced from their Originals, explained in their Different Meanings. Londres. Varios editores.

https://books.google.es/books?id=bXsCAAAAQAAJ&pg=PT7&hl=es#v=onepage&q&f=false

– Rendueles, Alberto y Valverde, Jorge (1995). Avilés y su Fútbol. Un Siglo de Historia. Editorial JVAR. Avilés.

– Sarmiento Birba, Manuel et al. (2001). Un Siglo del Sporting. La Nueva España. Editorial Prensa Ibérica. Oviedo.

Prensa

Los Deportes. Barcelona.

El Comercio. Gijón.

El Correo de Asturias. Oviedo.

El Carbayón. Oviedo.

El Progreso de Asturias. Oviedo.

El Noroeste. Gijón.

Diario de Avilés. Avilés.

La Voz de Asturias. Oviedo.

La Nueva España. Oviedo.

El Español. Semanario de los españoles para todos los españoles.  Madrid.

 


[1] Mediados los años veinte, cambiarían su apellido por el del topónimo Figaredo, parroquia del municipio asturiano de Mieres del que era originaria la familia, y en el que se encontraban las concesiones mineras que su padre empezó a explotar en el S. XIX, origen de la fortuna y el imperio familiar

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