RESUMEN:

Dentro de la serie dedicada a todas las ediciones de la Eurocopa de naciones de fútbol llegamos a la celebrada en Bélgica en 1972, con la República Federal de Alemania como gran vencedora.

ETIQUETAS:

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ABSTRACT:

Keywords: European Nations’ Cup, European Football, Belgium, History, Statistics, UEFA

In our ongoing series about the European Nations’ Cup history we reach the 1972 edition, held in Belgium, with the Federal Republic of Germany as great champions.

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Historia de la Eurocopa (IV). Bélgica 1972.

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Belgica7201Al igual que en 1968, para la cuarta edición de la Eurocopa de Naciones se establecieron ocho grupos previos de cuatro equipos cada uno, que se disputarían el pase a los cuartos de final. Pero con una importante novedad: por vez primera, la UEFA contemplaba la creación de los cabezas de serie. Ocho selecciones  elegidas, por cierto, según un criterio bien simple. Las cuatro semifinalistas de 1968 (Italia, Yugoslavia, Inglaterra y Unión Soviética) y las otras cuatro selecciones europeas mejor clasificadas en el último Mundial, el de México 1970 (Alemania Federal, Bélgica, Rumanía y Bulgaria). Aunque con esta fórmula se pretendía evitar enfrentamientos entre los equipos más poderosos ya en primera ronda, la realidad resultó bien distinta. El discutido sistema de elección de los cabezas de serie dejaba libres a algunos equipos fuertes que, inevitablemente, irían a coincidir con los supuestos favoritos de cada grupo. Las otras dos grandes novedades en la edición de 1972 ya se habían puesto en marcha en el pasado Campeonato Mundial de México: la posibilidad de hacer sustituciones de jugadores durante el desarrollo de los partidos y la aparición de las tarjetas. La amarilla para amonestar al futbolista que cometiera alguna infracción y la roja para mandarlo directamente a la ducha antes de tiempo.

El torneo comenzó oficialmente el 7 de octubre de 1970 en Praga, con el primer partido del Grupo 1 entre Checoslovaquia y Finlandia. Rumanía y Gales completaban este cuadro. El empate a uno final entre checos y fineses resultaría, a la postre, decisivo. La igualdad entre Rumanía y Checoslovaquia (que ya se habían visto las caras en el Mundial mexicano) fue tal, que hubo que recurrir al golaverage general para dar la clasificación final a los rumanos por sólo dos goles de diferencia.

En el Grupo 2 también se registró una gran paridad. Compuesto por Bulgaria, Hungría, Francia y Noruega, los tres primeros mantuvieron serias posibilidades clasificatorias hasta casi el final de la liguilla. Hungría, que había empatado en casa contra Francia (1-1) y perdido en Sofia estrepitosamente (3-0), hizo valer finalmente su gran triunfo en Colombes (0-2, Bene y Zámbo). Mientras, Francia y Bulgaria se derrotaban mutuamente en su doble enfrentamiento, lo que dejaba definitivamente el camino libre al combinado magiar hacia los cuartos de final.

El Grupo 3 juntó a Suiza, Grecia y Malta con la favorita Inglaterra. Con cinco triunfos y un empate, los chicos de los Tres Leones obtenían el pasaporte para cuartos, sin excesivos contratiempos. La igualada a un tanto en Wembley, frente a Suiza, en noviembre de 1971, se quedaba tan sólo en un susto para los ingleses y en un día de gloria para el fútbol helvético.

En el Grupo 4 se daban cita la Unión Soviética, semifinalista en las tres ediciones anteriores y campeona en 1960, España, sucesora de los soviéticos en 1964, Irlanda del Norte y Chipre. Como se presumía, españoles y rusos, que por fin pudieron verse las caras en terreno comunista tras lo acontecido en la primera Eurocopa, se disputaron el primer puesto del cuadrangular. Con premio final para los del Este. Cuatro victorias y dos empates, uno de ellos, el decisivo en Sevilla, les otorgaban el billete para la siguiente fase del torneo.

Bélgica, Portugal, Escocia y Dinamarca completaban el cuadro en el Grupo 5. El buen momento por el que pasaba la selección belga, con su última clasificación para México-70 y un puñado interesante de buenos jugadores (Devrindt, Lambert, Van Moer, Van Himst…), se vería refrendado con el primer puesto del grupo y su pase a la siguiente ronda. Una única derrota, en Aberdeen, a falta del último compromiso que debían jugar en Lisboa, complicaba las cosas a los Diablos Rojos. Pero el empate a uno logrado ante los chicos de un desaparecido Eusebio, en el encuentro decisivo, aseguraba matemáticamente la clasificación al conjunto belga

El Grupo 6 emparejó a la campeona de Europa y subcampeona del mundo, Italia, con Austria, Suecia y la República de Irlanda. Sin entusiasmar a nadie con su juego y con la practicidad que siempre le ha caracterizado, el conjunto transalpino se alzaba con la primera posición que daba el pasaporte. Con cuatro triunfos y dos empates, los italianos se fueron a los diez puntos, tres más que Austria, segundo de la liguilla.

En el Grupo 7, Yugoslavia, dos veces finalista de la competición, la emergente Holanda, la recia Alemania Oriental y la cenicienta Luxemburgo, protagonizaron un cuadrangular competido e igualado. Salvo el combinado del Gran Ducado, sin chance desde el principio, tanto yugoslavos, como holandeses y alemanes, mantuvieron sus opciones casi hasta la última jornada. Finalmente fueron los balcánicos, aún comandados por el sin igual Dragan Dzajic, los que se llevaron el gato al agua. Con tres triunfos y tres empates, se aprovecharon de las derrotas de Holanda en Dresde y de Alemania Oriental en Rotterdam. Dos puntos de diferencia que resultaron definitivos.

Alemania Federal, Polonia, Turquía y Albania, formaban el Grupo 8. El equipo germano, tercer clasificado en el Mundial de México, anunciaba al mundo el rodillo implacable que estaba a punto de aterrizar en el fútbol internacional. Dirigidos por Helmut Schön, formaban la mejor selección del momento. Un conjunto imponente: Maier, Beckenbauer, Vogts, Breitner, Netzer, Overath, Höness, Müller, Heynckes… componían un completo elenco de jugadores, que aunaba talento, fuerza, oficio, eficacia, fiabilidad y gol. Aunque comenzaron la clasificación con susto, empatando en Colonia frente a Turquía con penalti transformado por Gerd Müller, terminaron imponiéndose a todos, para sellar su billete con 10 puntos, 4 más que Polonia, otro equipo que, por cierto, aprovechó esta fase previa para avisar a todos de la irrupción de una fantástica hornada de futbolistas.

El 29 de abril de 1972 dieron comienzo los cuartos de final, con un interesantísimo Inglaterra-Alemania Federal en Londres, televisado para toda Europa. Un partido que supuso el punto de inflexión en el camino del conjunto teutón hacia la gloria. La exhibición ofrecida en un abarrotado Wembley, con dominio total y absoluto sobre el equipo local, marcó un antes y un después para esta generación. Dos finales de Eurocopa consecutivas, con victoria en la primera, y un título de campeón del mundo entre medias, confirmarán, durante los próximos años, la superioridad  apuntada en el partido de Londres. Höness, Netzer, de penalti, y Müller, materializaron el gran triunfo germano ante una Inglaterra que apenas pudo lograr un empate transitorio por medio de Lee. Dos semanas más tarde, en Berlín, un insulso 0-0 cerraba la eliminatoria y certificaba la clasificación de Alemania Federal para las semifinales de la Eurocopa, por vez primera en su historia.

El emparejamiento supuestamente menos igualado trajo la gran sorpresa de esta ronda. Italia, vigente campeona, y Bélgica, empataban sin goles en San Siro, después de una magnífica actuación del guardameta y la defensa visitante. Más sorprendente aún resultó el 2-1 favorable a Bélgica del partido de vuelta. Van Moer y Van Himst ponían una losa sobre el campeón que, con el correr de los minutos, se convirtió en insalvable. Riva, desde los once metros, acortaba distancias a falta de cuatro minutos, pero no fue suficiente. Inesperadamente (y de manera justa), Italia decía adiós y Bélgica se metía en la fase final del torneo.

Yugoslavia y la Unión Soviética, viejos conocidos, protagonizaban un atractivo cruce, que, sin embargo, resultó mucho menos igualado de lo previsto. Empate a cero en Belgrado y 3-0 en Moscú, que llevaban a la Unión Soviética a su cita ineludible de cada cuatro años con las semifinales de la Eurocopa.

El último emparejamiento de los cuartos de final, entre Hungría y Rumanía, acarreó la mayor dosis de igualdad y emoción de toda la ronda. En Budapest, en el encuentro de ida, un tanto de Satmareanu en la segunda mitad igualaba el logrado inicialmente por Branikovits y dejaba las espadas en todo lo alto para la vuelta. En Bucarest, Szöke y Kocsis adelantaban por dos veces a los magiares, pero Rumanía, empujada por un público enfervorizado, no dio por concluido el asunto, neutralizando ambas ventajas por medio de Dobrin y Neagu. Todo quedaba pendiente, pues,  de un partido de desempate. Belgrado, tres días más tarde, acogía el desenlace. Y de nuevo, igualdad máxima. Lajos Kocsis ponía por delante a Hungría y sólo seis minutos después, Neagu volvía a establecer las tablas en el marcador. Cuando faltaba un suspiro para proceder al sorteo con moneda, István Szöke, al fin, rompía el persistente equilibrio para meter a la selección húngara en su segunda semifinal europea.

Con la Unión Soviética, Hungría, Alemania Federal y Bélgica clasificados para la fase final, un sorteo entre las dos últimas decidió que fueran los belgas los anfitriones de las semifinales. El 14 de junio, a la misma hora, se jugaron los dos partidos. La gran atracción estaba en el Bosuilstadion de Amberes, donde se daban cita Bélgica y Alemania que llenaron hasta la bandera los graderíos. En Bruselas, en cambio, ni soviéticos ni húngaros despertaron mucho interés, disputando su partido en un Park Astrid vacío y totalmente desangelado.

Ante un público hostil y entregado con los suyos, los alemanes ni se inmutaron. Dos zarpazos de su bombardero Gerd Müller (que venía de hacerle cuatro goles a la URSS en la inauguración del Estadio Olímpico de Múnich apenas tres semanas antes), acallaban el griterío local. Sólo al final, Polleunis ponía algo de emoción a un marcador que no volvería a modificarse. Alemania Federal se presentaba en la primera final continental de su larga trayectoria internacional.

Mientras, un solitario tanto de Konkov en Bruselas, clasificaba a la Unión Soviética para otra final. La tercera en cuatro ediciones disputadas. Zámbo, a los 84 minutos, había estado a punto de forzar una prórroga que no llegó. Su defectuoso penalti lo había mandado al limbo.

Tres días más tarde, en Lieja, Bélgica y Hungría se disputaban la tercera plaza del torneo. Lambert y Van Himst, antes de la media hora, ponían por delante a los Diablos Rojos en un estadio Sclessin extrañamente desierto. El equipo húngaro lograba reducir diferencias por medio de un penalti materializado por Kü, pero su escasa motivación y otra buena actuación de los defensas belgas, terminaron por otorgar el tercer puesto al conjunto local.

La final de la IV Eurocopa, jugada en Bruselas, pareció disputarse en cualquier ciudad alemana. La superioridad en el número de aficionados germanos sólo puede compararse con la mostrada por en conjunto teutón sobre el césped de Heysel. Hasta la final de la Eurocopa del año 2012 no se volverá a ver tanta diferencia entre los dos contendientes en el último encuentro del Campeonato de Europa de Naciones. No hubo color. A los 27 minutos, Müller abría la lata con un remate pleno de oportunismo y pillería. Maier no sufría. Beckenbauer era un centrocampista más. Netzer y Höness dominaban con holgura la zona ancha, mientras Heynckes y Torpedo Müller traían por la calle de la amargura a la zaga soviética. A la vuelta de los vestuarios, Wimmer aprovechaba un magnífico pase de Heynckes para sentenciar el encuentro. Pero faltaba la rúbrica del mejor delantero del torneo: Müller, que culminaba una gran acción de ataque de sus compañeros, para poner el 3-0 en el marcador y su undécimo tanto en los nueve partidos disputados en toda la competición. Una fantástica selección alemana había dado toda una lección de fútbol en el corazón de Europa, para levantar su primer título continental, además, con el tanteador más abultado en finales de Eurocopa que se registrará durante los próximos cuarenta años.

FASE FINAL BÉLGICA 1972

SEMIFINALES

ALEMANIA FEDERAL  2 – BÉLGICA  1

Müller (23’ y 71’) / Polleunis (83’).

UNIÓN SOVIÉTICA  1 – HUNGRÍA  0

Konkov (53’).

TERCER Y CUARTO PUESTO

BÉLGICA    2 – HUNGRÍA    1

Lambert (24’) y Van Himst (29’) /

Kü (50’, pti).

FINAL

Bruselas (Heysel), 18 de junio de 1972.

ALEMANIA FEDERAL    3 – UNIÓN SOVIÉTICA    0

Müller (27’ y 58’) y Wimmer (52’).

ALEMANIA FEDERAL: Maier; Höttges, Schwarzenbeck, Beckenbauer, Breitner; Höness, Netzer, Wimmer; Heynckes, Müller y Kremers.

UNIÓN SOVIÉTICA: Rudakov; Dzodzuashvilli, Kurshilava, Kaplichny, Istomin; Kolotov, Troshkin; Baidachny, Konkov (Dolmatov, 46’), Banischevski (Kozinkevich, 66’) y Onischenko.

ÁRBITRO: Ferdinand Marschall (Austria). Mostró cartulina amarilla a Kaplichny (1’).

GOLEADORES FASE FINAL

4

Müller (Alemania Federal)

1

Wimmer (Alemania Federal), Polleunis, Lambert y Van Himst (Bélgica), Kü (Hungría) y Konkov (Unión Soviética).

EL PAPEL DE ESPAÑA

Tras la tempranera eliminación del equipo español en la fase clasificatoria para el Mundial de México-70, con bochornosa derrota en Helsinki incluida, se producía el nombramiento de Ladislao Kubala como nuevo seleccionador nacional.  El bueno de Laszlo tenía trabajo, mucho trabajo por delante. Lavar la denostada imagen del equipo nacional y clasificarlo para los cuartos de final de la IV edición del Campeonato de Europa, se consideraban los objetivos prioritarios. Si, además, conseguía mejorar el juego del combinado patrio, tan falto de intensidad, ambición y orgullo en los últimos tiempos, miel sobre hojuelas. El nuevo técnico nacional se había estrenado en la última jornada clasificatoria para la Copa del Mundo, donde un eliminado conjunto español goleaba a Finlandia en la despedida internacional de Paco Gento. La fase previa de la Eurocopa no comenzaba para los nuestros hasta noviembre de 1970, con lo que Kubala disponía de casi un año para probar, experimentar, tantear y medir las posibilidades de una Selección que pedía a gritos una profunda renovación. Los primeros partidos preparatorios disparaban inesperadamente la euforia entre la afición. Un 2-0 frente a Alemania Federal, en una fantástica actuación del equipo español, y un 2-2 ante los italianos, que se habían puesto por delante en los primeros minutos (0-2), mostraban a una Selección nacional con otro espíritu y mucha más calidad y entusiasmo. Un nuevo triunfo en Suiza y otro más frente a Grecia, en Zaragoza, a un mes del estreno en el campeonato, mantenían esperanzada a la afición y entonados a los jugadores. Siete caras nuevas en estos cuatro compromisos daban con un equipo fresco, joven, más competitivo y ambicioso. Todo lo que se venía echando en falta en los últimos años.

Encuadrados en el Grupo 4, con la Unión Soviética, Irlanda del Norte y Chipre como compañeros de viaje, de los que sólo uno pasaría a cuartos de final, el primer envite no haría más que confirmar la notable mejoría del equipo español. El 11 de noviembre de 1970, ante la Irlanda del Norte de George Best, España se desmelenaba en el Sánchez Pizjuán con un 3-0 que le aupaba ya a la primera posición de la tabla. Los tantos de Rexach, Pirri y Luis materializaban la superioridad española y otorgaban los dos primeros puntos en el casillero. Después de derrotar a Italia en Cagliari, en otro amistoso con buen sabor de boca, en mayo de 1971 se jugaba y se ganaba en Nicosia el segundo partido clasificatorio. Pirri y Violeta se apuntaban los tantos en uno de esos encuentros-trampa que España solucionaba con suficiencia. El momento del equipo era excelente y el 30 de mayo llegaba uno de los compromisos clave del grupo. Con once años de retraso, España aterrizaba en el estadio Lenin de Moscú para pelear a los soviéticos el liderato y confirmar su considerable mejoría. Sin los lesionados Pirri y Gárate, Kubala salía con: Iríbar; Sol, Gallego, Tonono, Benito; Violeta, Claramunt, Uriarte; Rexach, Amancio y Churruca. Muchas más precauciones de las empleadas en los anteriores victoriosos compromisos, daban con un equipo parapetado y con pocas alegrías ofensivas. Se buscaba no perder… y se perdió. Casi al final, pero se perdió. Kolotov y Shevchenko, en los minutos 79 y 83, respectivamente, asaltaban al fin el fuerte español, que conseguía reducir distancias con un gol de Rexach en el 88. No había tiempo para más. España había perdido dos puntos de oro en Moscú, que debería subsanar en Sevilla, en el mes de octubre.

Hasta el partido del Sánchez Pizjuán, el 27 de octubre, nuestro combinado no volverá a disputar compromiso alguno. Los soviéticos, sin embargo, habían aprovechado estos cinco meses para seguir con el calendario, con victorias en Moscú frente a Chipre e Irlanda del Norte y empate en Belfast. Hoy cerraban su participación en la fase preliminar y un puntito les bastaba para estar matemáticamente clasificados para los cuartos de final. Nuestros representantes, por tanto, se encontraban ante el momento crucial del campeonato. No les valía más que la victoria para intentar rebasar a los soviéticos en los dos partidos restantes, frente a chipriotas y norirlandeses. Kubala alineaba un equipo mucho más ofensivo que el de Moscú, con: Reina; Sol, Gallego, Tonono, Antón; Lora, Claramunt; Amancio, Quini, Quino y Churruca. El equipo se empleará a fondo y derrochará tesón, bravura, ratos de buen juego y dominio del partido. Pero no podrá en ningún momento con el héroe de la noche, el cancerbero contrario Evgeni Rudakov, que se marcará una actuación soberbia. El empate a cero al final del tiempo reglamentario clasificaba a la Unión Soviética para los emparejamientos de cuartos y dejaba a nuestra Selección con la miel en los labios. Después de año y medio de fútbol más que decente y grandes resultados, el conjunto español sucumbía en el momento de la verdad y regresaba a su cruda realidad. La ya intrascendente clasificación española se cerraría con goleada sobre Chipre en Granada (7-0) y empate frente a Irlanda del Norte (1-1), en partido disputado en la ciudad inglesa de Hull, debido la inseguridad reinante en el Ulster. España bajaba un peldaño en su ránking particular, al no alcanzar los cuartos de final como sí había hecho en 1964 y 1968, mientras Ladislao Kubala, que era ratificado en su cargo por el presidente Pérez Payá, acababa de perder la primera de sus guerras…

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