RESUMEN:

El 27 de octubre de 1971 la selección absoluta española estuvo al borde de una muy merecida descalificación. No de la eliminación deportiva, sino de la descalificación con convocatoria indebida o suplantación de personalidad. De hecho, sólo la incapacidad de nuestro conjunto para imponerse a la Unión Soviética, y obtener sólo un empate ante la débil Irlanda del Norte en el Bootheferry Park, tres meses más tarde, evitó el ridículo. Por una vez, y no dejaba de ser curioso, los malos resultados nos ahorraban el bochorno.

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ABSTRACT:

Keywords: Spain National Football Team, European Championship, Football, History, UEFA

On the 27th of October, 1971, the Spain national football team was on the verge of a much deserved disqualification. Not the tournament elimination but the disqualification by the call-up of an ineligible player or false impersonation. In fact, only our team's failure to win the USSR, and to only draw against the weak Northern Ireland in Boothferry Park, three months later, avoided ridicule. Curiosly enough, for once our bad results prevented us from embarrasment.

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1971: España al borde de la descalificación

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El 27 de octubre de 1971 la selección absoluta española estuvo al borde de una muy merecida descalificación. No de la eliminación deportiva, sino de la descalificación con convocatoria indebida o suplantación de personalidad. De hecho, sólo la incapacidad de nuestro conjunto para imponerse a la Unión Soviética, y obtener sólo un empate ante la débil Irlanda del Norte en el Bootheferry Park, tres meses más tarde, evitó el ridículo. Por una vez, y no dejaba de ser curioso, los malos resultados nos ahorraban el bochorno.

Las cosas sucedieron así. El 9 de mayo de 1971 nuestro seleccionado inició ante Chipre su andadura en el torneo de clasificación para IV Copa de Europa de Selecciones Nacionales, cuya final tendría lugar durante el año siguiente en Bélgica. El futbol chipriota, entonces, podía equipararse al de nuestra 3ª División. Sus precarias instalaciones deportivas, con terrenos sin césped y apenas capaces de acoger a 3.500 espectadores, constituían si no el mayor obstáculo, como mínimo el más denostado, por aquello de las posibles lesiones. Hasta tal punto existía en Chipre convicción de inferioridad, que cuando alguno de sus conjuntos (Atlético Limasol, por ejemplo, o APOEL de Nicosia) debía enfrentarse en la primera ronda de competición europea a clubes de primer rango, tipo Real Madrid, acordaba disputar en terreno adversario sus dos choques, el de ida y vuelta, a cambio de la recaudación en el primero de ellos y un porcentaje sobre los derechos televisivos. Un modo no peor que otros de resolver el balance económico anual. Pues bien, España, dirigida por Ladislao Kubala, se impuso en Nicosia 0-2 -tantos de Pirri en el primer tiempo y José Luis Violeta en el segundo-, justo en el partido que servía para el debut con la roja del durísimo Gregorio Benito.

Tres semanas después, el 30 de mayo, la URSS, vistiendo de blanco, nos derrotaba por 2- 1 en el estadio Lenin. Lo de la vestimenta, por cierto, tuvo su miga. Molestos con la calidad del alojamiento ofrecido en territorio soviético, y al parecer con el trato dispensado, nuestros federativos se empeñaron en lucir la clásica camiseta roja y pantalón azul. Una manera tonta de incordiar, ya que la URSS jugaba con una primera equipación igualmente roja, sirviendo de fondo a las iniciales C. C. C. P. Como era lógico, los soviéticos exigieron que el equipo visitante respetara sus colores. Algo de todo punto incuestionable. Pero a la postre, luego de varios dimes y diretes, la cerrazón hispana los hizo saltar de blanco. España, esa tarde, no estuvo nada bien, y a su vuelta los enviados especiales afilaron sus lápices con no poca acritud. La tensión, entre una cosa y otra, casi se mascaba ante el partido de vuelta, celebrado en el Sánchez Pizjuán sevillano el miércoles 27 de octubre del mismo año. Y allí alguien cometió un error mayúsculo.

Para empezar, Kubala tuvo que olvidarse de varios habituales en sus convocatorias, al hallarse lesionados Pirri, Hita, José Eulogio Gárate y Carlos Rexach, a los que habría de unirse en el último instante José Ángel Iribar, titular indiscutido bajo el marco. Los tres porteros inscritos por la Federación Española ante la U.E.F.A. para ese partido eran Miguel Reina (Barcelona), José Ángel Iribar (At Bilbao) y Roberto Rodríguez Aguirre, “Rodri” (At Madrid). Al caer Iribar la víspera del choque, se llamó a toda prisa a Rodri, ausente en la convocatoria, puesto que hace 45 años, con la comprensible excepción de fases finales en Mundiales o Eurocopas, los seleccionadores sólo desplazaban a dos guardametas. Pero hete aquí que por desidia, despreocupación, comodidad o arriesgada gracieta, no se convocó al Rodri “colchonero”, sino a su homónimo José Rodríguez Domínguez, cancerbero del Sevilla C. F.

José Luis Pérez Payá, Presidente de la FEF a quien los malos resultados salvaron de un lío monumental. En la imagen presidiendo la Comisión Permanente de la FEF durante 1971, cuando dio el visto bueno a la inscripción de varios “paraguayos” fraudulentos. En líneas generales, fue el suyo un mandato para olvidar.

José Luis Pérez Payá, Presidente de la FEF a quien los malos resultados salvaron de un lío monumental. En la imagen presidiendo la Comisión Permanente de la FEF durante 1971, cuando dio el visto bueno a la inscripción de varios “paraguayos” fraudulentos. En líneas generales, fue el suyo un mandato para olvidar.

Por esos años, “Rodri” fue abreviatura o denominación deportiva muy en boga. Sirvan de ejemplo Francisco Eduardo Rodríguez Campoy (Alicante 20-VIII-1934), centrocampista en el Lorca, Hércules, Betis, Elche, Badalona y Albacete; Francisco Rodríguez Gallego (Rabal, Orense, 20-IV-1942) centrocampista también en el Orense, Lugo, Sabadell, Huesca, Mahón, Europa barcelonés y Langreo; Agustín Rodríguez Arteagabeitia, con varias campañas en el Ortuella vizcaíno; José Rodríguez Martínez (Córdoba 8-XII-1942), defensa de la Balona y durante 7 ejercicios pegajoso marcador en el club de El Arcángel; José Rodríguez Allen (Lorca 24-I-1945) en el Artiguense, Gavá, Badalona, Calella y Calvo Sotelo; o José Mª Rodríguez Ardura (Granollers, 1-VI-1946) atacante en el club de su localidad natal, San Andrés, Español, Olot y Levante, varios de esos equipos en diferentes etapas. Y todavía, puesto que la relación resultaría indigerible, hubo más “Rodris” modestos en el Don Benito de Badajoz, Moraza bilbaíno, Juvencia de Trubia asturiano, Ferroviarios de Mora la Nueva, Gavá, Siero, Lérida, Samboyano y Melilla, Mérida Industrial, el ya extinto C. D. Badajoz, Jaén, Alicante, Alzira y Olímpico de Játiva, Moscardó Madrileño, Linares, Sabadell y Gimnástico de Tarragona, Júpiter, Plus Ultra y Aragón, Amorebieta, Levante, Villafranca… Poniendo foco sólo sobre los porteros, ejercían también, junto al sevillano y el “colchonero”, Rodrigo Robles Custodio (Villafranca de los Barros, Badajoz, 19-VII-1941) valladar de la Metalúrgica y durante 9 campañas en el Badajoz; o Andrés Rodríguez Serrano (Barcelona 18-VIII-1941), Barça amateur, Sabadell, Santander, Igualada, Levante, Zaragoza, Valladolid, Xerez y Barbastro. Demasiados mimbres para un solo cesto. Tantos, que o bien se pensó nadie repararía en la diferencia del Rodri preinscrito y el convocado, o aún peor, optaran por la comodidad -el del At Madrid hubiera debido tomar un vuelo a la carrera-, haciéndose, de paso, con el fácil aplauso de los sevillistas a “su hombre” en el propio Sánchez Pizjuán.

Rodri Aguirre, en el At Madrid.

Rodri Aguirre, en el At Madrid.

Fuera como fuese, desde los altavoces del estadio se anunció, minutos antes de que el balón rodase, la sustitución del lesionado Iribar por el algabeño José Rodríguez Domínguez, solicitándose para él, como es lógico, una sentidísima ovación.

Los soviéticos, empero, venían prevenidos. Las quejas españolas por su teórica deficiente atención, sin considerar que los estándares de calidad en el bloque distaban mucho de semejarse a los occidentales, y que las cosas allí llevaban sus propios ritmos, por fuerza debieron escocer. Y si a ello se unía la afrenta con los colores, se antoja evidente que la tan cacareada puntillosidad burocrática de los “comisarios políticos” luciera, si cabe, con más celo que de ordinario.

España -de rojo-, aún dominando durante casi todo el encuentro, jugando bien, pero con poca profundidad, no pudo pasar del empate a cero ante los muy disciplinados soviéticos, otra vez con su segunda equipación blanca, como correspondía al visitante. Marcial Pina sustituyó al contundente e incansable Antón a falta de 15 minutos para el pitido final, buscando más ideas en la zona ancha y alguna oportunidad de armar su tremendo disparo desde fuera del área. Nikolaev, seleccionador de la URSS, dio entrada a Kiselev y Shevchenko, con la decidida intención de mantener el resultado inicial.Rudakov, el guardameta visitante, altísimo, sobrio y sin aspavientos, fue inexpugnable por alto y agilísimo a ras de césped. Probablemente el más destacado de los 25. Rodri, el Rodri sevillano, no tuvo que saltar al campo por lesión de Reina. “Menos mal” -escribió en “AS” Gerardo García-. “Sólo hubiera faltado eso, después de partir con tantas bajas”. En realidad el periodista pensaba que al no precisarse su concurso, España quedaba libre de hipotéticas acusaciones sobre alineación indebida. Y ni muchísimo menos era así, toda vez que para el árbitro, la UEFA y la posterior documentación de nuestra Federación, presidida por el antiguo futbolista José Luis Pérez Payá, el suplente de Reina fue Roberto Rodríguez Aguirre. O sea, el “colchonero” que vio el choque por la tele, desde su casa en Madrid.

Rodri Domínguez, el sevillano. Como puede apreciarse ni siquiera guardaban el menor parecido físico.

Rodri Domínguez, el sevillano. Como puede apreciarse ni siquiera guardaban el menor parecido físico.

El propio Félix Martialay, en su volumen “Todo sobre la Selección Española”, al beber de documentación oficial federativa recoge en ese partido, el 191 de los nuestros hasta el momento, y bajo el epígrafe “Otros seleccionados”, a José Ángel Iribar Cortajarena (lesionado conforme se dijo), Roberto Rodríguez Aguirre (el Rodri del At Madrid), Gregorio Benito Rubio (R Madrid), Enrique Álvarez Costas (Barcelona) y José Francisco Rojo Arroitia, “Rojo I” (At Bilbao). Del otro Rodri, el del Sevilla, quien realmente estuvo en el banquillo del Ramón Sánchez Pizjuán, ni rastro.

Pero a los soviéticos no les pasó desapercibido aquel cambiazo. Algunos de sus emisarios o acompañantes hablaban muy bien nuestra lengua, y la megafonía del estadio los puso alerta. Una vez de regreso parece siguieron efectuando indagaciones, hasta contar con pruebas, incluidas evidencias fotográficas. Y a pesar de ellas, prudentemente prefirieron esperar. Llevando ventaja sobre España y a tenor de su superioridad con respecto a Irlanda del Norte y Chipre, su clasificación para la fase final europea como campeones de grupo se antojaba no necesitada de subterfugios.

Desde las páginas de “As Color”, el 2 de noviembre de 1971 Gerardo García efectuaba sus particulares cuentas de la lechera. Si el Rodri sevillano hubiese tenido que suplir a Reina, si España hubiera vencido a la URSS y derrotase en Belfast a Irlanda el 16 de febrero de 72, la Federación Soviética podría haber exigido se descalificase a nuestra selección, aun habiéndose proclamado campeona en la liguilla, invocando la doctrina UEFA. Porque el otro choque todavía pendiente, ante Chipre, en Granada, se entendía resuelto de antemano. El buen periodista, como otros compañeros de profesión, pasó de soslayo un hecho diferencial. La Federación Española había actuado dolosamente, suplantando, a sabiendas, la personalidad de un futbolista convocado. Y ante tal situación, jugara o no algún minuto el interfecto, ya existía irregularidad muy seria, perseguible a instancia de parte.

El 24 de noviembre, nuestros muchachos se deshicieron de los chipriotas por 7-0, conforme estaba previsto, con goles de Pirri en dos ocasiones, Quino también por partida doble, el cántabro Javier Aguilar, Enrique Lora y Rojo I. Pero en Irlanda del Norte, caídos ya del caballo hacia la fase final en Bélgica, la roja volvió a dar otra de arena, al igualar Morgan el tanteador inaugurado por José Francisco Rojo. La Federación Soviética no necesitó denuncias para clasificarse y, por una vez, la incapacidad de nuestro once nacional ahorró muchas explicaciones, si no la mismísima dimisión, al presidente federativo o sus allegados más próximos.

Con respecto a los involuntarios protagonistas del sainete, vayan siquiera unos párrafos. Roberto Rodríguez Aguirre (Logroño 14-XI-1942), At Madrid, Pontevedra en condición de cedido por los “colchoneros”, nuevamente At Madrid, Celta y Rayo Vallecano, había heredado del argentino Madinabeytia la custodia del marco en el estadio Vicente Calderón. Era un portero seguro, ágil y sobrio. Tras su retirada ejerció algún tiempo como secretario técnico en la entidad rojiblanca. Internacional juvenil el 30 de marzo de 1961, internacional militar en 8 ocasiones y aficionado en 13 oportunidades, no tuvo el honor de estrenarse como absoluto. Un hijo suyo (Madrid 11-VI-1969), surgido igualmente de las categorías inferiores atléticas, también lució el apodo paterno bajo los palos, en el Móstoles, Moscardó y Sporting de Gijón. El precoz José Rodríguez Domínguez (La Algaba, Sevilla, 2-IV-1946), saltó al primer equipo sevillista la campaña 1964-65 desde su filial, para recalar en el Deportivo Alavés luego de 10 campañas en el Sánchez Pizjuán, alternando rachas de indiscutible titularidad con otras de intermitente suplencia. Ágil, no demasiado alto, aunque bastante seguro, dio la impresión de quedar algo por debajo de lo mucho que prometiera durante su etapa juvenil. Ocho veces internacional en dicha categoría, otras 6 veces como aficionado y dos con la selección Promesas, más adelante denominada Sub-23, tampoco llegó a debutar con la absoluta. Durante el verano de 1978, con 32 años, puso fin a su andadura profesional.

Rudakov en una de sus felices intervenciones ante España. Por increíble que parezca, evitando que marcasen los nuestro ahorró múltiples quebraderos de cabeza al presidente de la Federación Española.

Rudakov en una de sus felices intervenciones ante España. Por increíble que parezca, evitando que marcasen los nuestro ahorró múltiples quebraderos de cabeza al presidente de la Federación Española.

Ninguno de los dos “Rodris” volvió a asomar por las convocatorias de Ladislao Kubala. Ni para los siguientes partidos oficiales o con ocasión de una suma de amistosos. Cabría pensar que el gato escaldado huía del caldero hirviente. José Ángel Iribar y Miguel Reina Santos se antojaban inamovibles, salvo cuando el zarauztarra tuvo que ausentarse por fuerza mayor. Entonces se apelaría al ya fallecido Juan Antonio Deusto (febrero de 1973, ante Grecia, en choque de clasificación para el Mundial de Alemania ´74), a Mariano García Remón (amistoso ante Holanda, en mayo del 73), y a la misma pareja para otro amistoso ante Turquía, en octubre de igual año. A partir de ahí, Deusto, tiempo atrás suplente de Iribar en el cuadro de San Mamés, acabaría arrinconando al cordobés Reina, hasta el afianzamiento de Miguel Ángel González (R Madrid) como suplente del mítico “Chopo”.

Enorme chapuza, por lo tanto, cuyas víctimas-un par de buenos cancerberos- acabaron siendo los menos culpables.

Por cierto que durante algún tiempo se cruzaron animadas discusiones entre periodistas deportivos de la época, lucubrando sobre cuál de los dos “Rodris” habría cobrado dietas y primas de internacional por aquel partido en Sevilla; si el Rodri que calentó banquillo, o su colega inscrito, al que no le quedó sino animar desde casa. Pues bien, parece que a quien se hizo liquidación fue al sevillano y sevillista. Un documento que habría valido su peso en oro para los soviéticos, si alguno de nuestros atacantes hubiese sido capaz de perforar la portería del acertado Rudakov.

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