RESUMEN:

El fútbol español estuvo a punto de vivir un cisma a mediados del siglo XX a cuenta de la petición de compensaciones económicas a los clubes grandes por parte de los modestos. Esta es la historia.

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ABSTRACT:

Keywords: Transfers, Compensations, Salary Caps, Football, History, Spain

Spanish Football was on the verge of a split in the mid-twentieth Century on account of the economic compensations demanded by the small clubs to the big ones. This is the story.

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El cisma de las compensaciones económicas

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No hace mucho, cuando cada club negociaba individualmente con las distintas plataformas televisivas sus derechos de retransmisión, a punto estuvo de producirse un cisma entre poderosos y menos pudientes. Los primeros se llevaban la parte del león, merced a su amplia masa de seguidores y el interés concitado de Norte a Sur y de Este a Oeste, en cuanto sus colores asomaban a la pantalla. Los segundos debían contentarse con simples despojos. Con un 10 %, e incluso menos, respecto a lo devengado a Real Madrid, Barça, el Atlético de Jesús Gil y Gil, y ya, a más distancia, Valencia C. F. o Athletic Club bilbaíno. “La Liga no la juegan sólo dos clubes. Ni siquiera los cuatro o cinco grandes”, clamaron, no sin razón, desde el Sevilla C. F. y el Villarreal castellonense, caudillos de la disconformidad. “Los que cobran más que todo el resto juntos, cada domingo se enfrentan a nosotros, a aquellos que somos mirados como mendigos”. Y poquito a poco, fueron uniéndose voces reivindicativas: “Como esto siga así, sólo podrán televisar dos partidos al año; los Madrid-Barça en ida y vuelta. Y a ver entonces cuánto ingresan de las cadenas televisivas esas entidades. Puestos a jugar a pobres, pues adelante, pobres todos”.

Sin embargo las aguas no desbordaron el río. Porque los componentes de nuestra 1ª División, modestos o poderosos, vivían tan endeudados que cualquier renuncia a unos céntimos caídos del cielo hubiese producido el efecto de clavos sobre su ataúd. Las amenazas fueron atemperándose. Y si se llegó a una contratación en bloque desde la Liga de Fútbol Profesional, así como a un reparto del botín más equitativo, no fue por temor a plantes o cismas, sino a la evidencia de que con dicha metodología, tal y como venía haciendo la Premier League inglesa, obtendrían muchos más millones.

Esto es historia reciente, y por tanto archiconocida. Sin embargo probablemente pocos sepan que entre 1948 y 1950, cuando a España ni siquiera había llegado la televisión, vigentes aún las cartillas de racionamiento y con sólo 14 clubes en Primera, desde la FEF hubo que templar muchas gaitas para evitar que el invento futbolístico se les fuese a todos de las manos. Veamos cómo ocurrió, no sin hurtar una miradita todavía más atrás, pues la raíz de estos problemas se hundía en el mismísimo germen del profesionalismo.

En 1926, tras veinte meses de dimes y diretes, nuestro fútbol aparcó hipocresías para aceptar estatutariamente lo que ya venía siendo práctica extendida: esto es, la profesionalización de sus más cualificados practicantes. Fue un consenso difícil, pues desde muchos equipos se contemplaba el proyecto como un paso hacia su desaparición. Y es que si bien se daba entre los futbolistas mucho más amor que hoy a los colores, nadie hacía ascos al vil metal. ¿Cómo podrían las entidades menos boyantes, conservar a la flor y nata de sus plantillas, si eran tentadas por aquellos a quienes pudiera sobrarles el dinero? Los clubes grandes, entonces, aquellos asentados en ciudades importantes, los que contaban con graderíos capaces de albergar a 9 ó 10.000 espectadores, tuvieron que mostrase condescendientes, aviniéndose a regular un derecho de retención. Todos los clubes estarían facultados para impedir la salida de sus estrellas, aún vencido el contrato, si incrementaban en un porcentaje estipulado las fichas vencidas. En pocas palabras, se otorgaba al club potestad absoluta para impedir el vuelo de sus muchachos. Algo que si sobre el papel se antojaba podría funcionar, en seguida dejó de tener utilidad práctica.

El profesionalismo encareció el “precio” de los futbolistas. Bastaba que cualquier jovencito tuviese tras sí a dos o tres patrones de pesca, para ver subir su caché a lomos de la inevitable puja. Se cometieron excesos, desmesuras… Y su consecuencia inmediata fue teñir de escarlata no pocos libros mayores. Entonces, a los clubes pudientes les bastó enseñar la cartera para reforzarse. No existía término medio; o aceptar el traspaso, o comunicar a la masa social el descalabro. Ciriaco, Quincoces, Lecue u Olivares, salieron del Deportivo Alavés por bastante menos dinero del que en puridad “valían”. Ricardo Zamora se despidió de Las Ramblas rumbo al Retiro y La Gran Vía, a cambio de su peso en oro, o poco menos. Los grandes, aquellos que merced a sus buenas taquillas semejaban nadar en la abundancia, se hicieron más grandes, empequeñeciendo a modestos cargados con Historia y títulos -Real Unión de Irún o Arenas de Guecho, por ejemplo-, en tanto otros no tan potentes, aunque ambiciosos, optaban por peinar campos de tercer rango, a la búsqueda de talentos baratísimos. En eso consistió la apuesta Bética, y acabó proclamándose campeón de Liga en la preguerra.

Armando Muñoz Calero, Presidente de la FEF, caricaturizado por Cronos en 1949.

Armando Muñoz Calero, Presidente de la FEF, caricaturizado por Cronos en 1949.

Tres años de sangría, muerte y miseria, estuvieron lejos de cambiar las cosas. Fracasado el intento de establecer topes salariales para los futbolistas, y pese a tantas voces asegurando que no se iban a consentir “traspasos tan disparados como los de antes”, la inflación futbolística continuó creciendo. En un país arruinado, los clubes de fútbol empezaron a ser criadero de trampas, descuadres presupuestarios y déficits inasumibles; entidades, en suma, donde todo se reducía a seguir huyendo hacia adelante. Hasta que, mediada la segunda mitad de los 40, desde varias poltronas de 1ª División se abogó por enjugar pérdidas, mediante una sangría a los más sanos.

Siete clubes, la mitad de los que componían nuestra élite, remitieron un documento a la F.E.F. solicitando “compensaciones” como único modo de solventar su catastrófica situación. Compensaciones a cargo de los otros 7 y con la propia Federación como fedataria y garante.

De inmediato los considerados “grandes” sacaron a relucir sus uñas, por más que a los futbolistas, incluidos los suyos, la idea se les antojase magnífica. Natural. Nunca se sabe cuánto tiempo durarán las buenas rachas, o lo que es igual, si cualquier hipotética incorporación y la subsiguiente necesidad de hacer hueco, traería consigo salidas tan imprevistas como inesperadas. Si los clubes menores gozasen de más efectivo, podrían ofrecer fichas más suculentas. O sea que una mayor aproximación económica entre entidades, favorecía a los profesionales del balón.

Pero los jugadores, algunos, cuanto menos, vendieron con excesiva anticipación la piel del oso. Y desde ciertos ámbitos trataron de ponerles las orejas coloradas.

Finalizando setiembre de 1948, Barreira entrevistaba para “Marca” a míster Keeping, entrenador del Real Madrid. Y el británico aseguraba sin ambages que los jugadores estaban mejor pagados en España que en cualquier otro país. Con escasa diferencia de fechas, el argentino Helenio Herrera, técnico del Valladolid, venía a asegurar lo mismo desde un semanario francés, añadiendo que los jugadores de nuestro país no estaban embebidos de cuanto supone y exige en disciplina y deberes personales el profesionalismo. Como colofón, la F.E.F. filtraba la idea de someter a  aprobación de los clubes un proyecto “por el que se intentará fijar el precio máximo que podrá pagarse por traspaso a los jugadores de Primera División”. El 6 de octubre y también desde “Marca”, Rienzi aplaudía la pretensión federativa, preguntándose cómo podría llevarse a cabo, puesto que los clubes, aun aprobándola, tal vez siguieran haciendo de su capa un sayo, declarando 5 ó 10 por tal o cual traspaso, cuando la cantidad real hubiese sido de 15 ó 20. Y añadía:

“Sólo (tendría utilidad) con una revisión a fondo de sus libros, con una revisión tal como se hace con las Sociedades Anónimas. Y es el mismo criterio de las jerarquías deportivas el que se pone a este intento. No se va a dar el contrasentido de que para unas cosas sean los Clubs considerados Sociedades Anónimas, y para otras no. Además, aún en el supuesto de que los Clubs llegaran a ser Sociedades Anónimas, esta revisión competiría a otras autoridades ya señaladas en los Códigos, y no a un organismo deportivo, por mucha autoridad que este tuviera”.

Sociedades Anónimas Deportivas, nada menos que en 1948. ¡Si va a ser verdad lo de nada nuevo bajo el sol! Claro que el pretendido tope a los traspasos, con o sin Sociedades Anónimas de por medio, no interesaba a nadie. A los clubes menores, porque precisamente con los traspasos cifraban su esperanza de corregir balances; cobrar menos por ellos representaría un desastre. Los grandes y teóricamente ricos, porque limitando el precio de esos traspasos tropezarían con más competencia. Y los futbolistas porque podía empezarse poniendo coto sus traspasos, y acabar legislando límites salariales. El propio Rienzi, advirtiendo la inanidad del proyecto federativo, se atrevía a sugerir, medio entre líneas, que buena parte de esos traspasos suculentos debería acabar en el bolsillo de los jugadores. Vamos, que aplicaba por su cuenta el tiro de gracia a los 7 clubes “insurrectos”:

“Desgraciadamente, el signo del mañana está también trazado: los jugadores seguirán cobrando las más elevadas cantidades por derecho de traspaso, y los Clubs interesados en una puja realmente suicida para alcanzar aquel o aquellos jugadores que crean puedan convenirles. Nosotros somos en esta materia más expeditivos, y hasta más espléndidos. Para que se lleven otros el dinero del fútbol, vale mucho más, porque es más justo, que se lo lleven los propios jugadores. Lo que hace falta es que estos jugadores enriquecidos tan jóvenes en una profesión, sepan ser profesionales. Lo caro o lo barato en esta vida sólo depende de la utilidad que rinda el producto. No hay nada caro ni nada barato”.

El proyecto de techo a los traspasos rodó sin puntilla, antes de convocarse una Asamblea en la F. E. F. para debatirlo. Pero eso sí, los futbolistas, convidados de piedra en todo este lío, siguieron recibiendo latigazos de Rienzi:

“Tertulias, incondicionales y aduladores, son los que matan las mejores flores tempranas del deporte. Aquellos soplan y estos se hinchan. Y es que el viento donde mejor entra es en las cosas huecas. Cuando un viajero perdido en la montaña divisa de pronto, entre la niebla, su propia silueta agrandada en gigantescas proporciones, sufre lo que se dice “el mal de la montaña” entre los campesinos, fenómeno conocido como Espectro de Brocken por los científicos. Este mismo fenómeno ataca a ciertos jugadores: la atmósfera de adulación creada cerca de ellos se convierte en niebla, y se ven a través de ella desmesuradamente mayores de lo que en realidad son. Y de esto, ¿qué culpa tenemos los periodistas?”.

El 8 de octubre de 1948, en el domicilio social de la F. E. F., tuvo lugar la reunión de clubes de 1ª División demandada por 7 de ellos. El presidente del organismo, Armando Muñoz Calero, hizo un llamamiento al “espíritu de armonía y comprensión entre todos, para examinar con objetividad el problema planteado, así como con pleno sentido de la responsabilidad”. Intervinieron todos los delegados de clubes, y según la farragosa y muy edulcorada nota de prensa, “muchos de los cuales aportaron elementos útiles que, ponderando debidamente los especiales y variados matices que ofrece la cuestión, ésta pueda ser mínimamente aceptada, evidenciándose así un franco y simpático espíritu de conciliación que a todos honra por igual, merced a cual, y a propuesta del presidente, se acordó designar una Ponencia constituida por los representantes de los Clubs Atlético de Bilbao, Barcelona, Madrid, Sevilla, Oviedo y Alcoyano”.

En síntesis, formidable larga cambiada para que todo continuase igual, puesto que tres de los ponentes no estaban por la labor de aceptar una sangría. Alcoyano y Oviedo, firmantes de la solicitud de compensaciones, tendrían que hacer de Don Tancredo, pues el Sevilla vivía en un sinvivir en sí, alejado del maná perpetuo e incondicional, pero al mismo tiempo ansioso de percibir algún plus, tras la sensacional campaña realizada.

Luis Colina, árbitro, secretario técnico, gerente, consejero… Un nombre de referencia en el fútbol de primer nivel desde finales de los años 20.

Luis Colina, árbitro, secretario técnico, gerente, consejero… Un nombre de referencia en el fútbol de primer nivel desde finales de los años 20.

Los días siguientes sirvieron para que cada entidad se postulara ante la prensa, en más de un caso sin gran espíritu de conciliación. Pablo Hernández Coronado, secretario técnico, negociador y voz pausada del Real Madrid, prescindió de paños calientes: “El Madrid se opone terminantemente a las compensaciones”. E inquirido por los reporteros, puntualizaba: “Tengo así como catorce argumentos”. Uno de ellos, quizás el fundamental, se basaba en que la entidad merengue ya beneficiaba a los clubes en sus visitas, proporcionando formidables taquillas tan sólo al amparo de su historial. Cesáreo Galíndez, representante del At. Madrid, corroboraba este planteamiento. José Mª Larrea, delegado del At Bilbao, sin querer hablar ya decía bastante: “Estimo que la petición es justa, pero no oportuna”. Quien menos se mordió la lengua fue Luis Colina, secretario técnico, consejero de la directiva, autoridad respetada entre los socios y, en realidad, hombre-orquesta en el Valencia: “Me parece del todo injusto. ¿Cómo van a mantener los grandes a los pequeños? En realidad, cuando no se puede aguantar a un equipo en Primera División porque no acude la gente al campo propio, no va uno a pretender vivir a costa de los taquillazos en campo ajeno. Sobre todo cuando se dan casos como los de ese Club que pedía compensaciones urgente, angustiosamente, y acababa de fichar a un supuesto fenómeno por 350.000 pesetas. Seguramente quería que los demás le ayudasen a pagarlas”.

El Valencia había efectuado otra propuesta alternativa, que el propio Colina explicaba en detalle: “Compensaciones por gastos de desplazamiento. La cosa se calculaba multiplicando el número de kilómetros a recorrer durante toda la temporada, valorados a 0,25 el kilómetro, por 16 personas desplazadas y dietas según el número de días mínimo en cada viaje. Y el total de estos gastos correspondientes a los 14 Clubs de Primera División, se dividía entre todos a partes iguales. Desaparecerían, por lo tanto, las ventajas geográficas. El Coruña, el Celta, el Sevilla, Oviedo, Alcoyano y Atlético de Bilbao, salían beneficiados con relación a sus actuales gastos”. Tan aritmética propuesta pasó entre los asambleístas como suave brisa tibia, para enojo del representante “ché”: “Ni llegó a tomarse en consideración. Por lo visto, allí lo único que interesaba discutir era el otro sistema de compensaciones en grande”.

Las restantes posiciones, expuestas sobre todo en distintos medios locales, cabría simplificarlas así:

SABADELL .- Representado por su tesorero Miguel Sala Viñals: “Creo que lo que pedimos es justo. Con lo recaudado por el Madrid frente al Atlético, cubriría nuestro club todo el año. ¡Imagínense nuestras luchas! Cuando llega la hora de la verdad no tenemos ni para adquirir un jugador”.

G. TARRAGONA .- “Son precisas las compensaciones, si queremos que el fútbol no desaparezca”.

OVIEDO .- Representado por el directivo Alfredo García Paladini: “Nuestra postura es mayoritaria. Ha llegado el  momento de la ayuda, porque si ésta no se da desde los clubes capitalistas, no sé dónde iremos a parar. Podría aplicarse un porcentaje sobre las entradas, no sobre el aforo de los estadios, o bien una cantidad fija, un tanto determinado por entrada vendida. Debe realizarse un estudio económico para ofrecer solución económica a los Clubs pequeños”.

CELTA .- Su delegado Celso Pérez, con la experiencia de seis años en la entidad, fue uno de los más polemistas: “¿Acaso no es justo? Y no hablo sólo por el Celta, sino también por los demás Clubs. Porque llegará el momento en que no podremos vivir. Lo más racional serían compensaciones basadas en un tanto por cierto, pero no en la forma arcaica de antaño. Repito, una compensación estudiada y organizada”.

CORUÑA .- Su presidente, Daniel Chaver López: “Soy poco amigo de anticipar juicios, aunque esta vez creo justa la petición. No va a salvarnos, pero si ayudará a que vivamos”.

VALLADOLID .- Recientemente incorporado a la máxima categoría y por voz de su presidente, Juan Represa, otorgaba el sí, a tenor de las necesidades de los clubes, aunque “no me parece justo que los aficionados de una localidad sostengan a otros equipos. Lo que deseo es que se llegue a una solución”.

ALCOYANO .-  Quizás sintiéndose más débiles que el resto, enviaron a Madrid dos representantes. Mariano Gil de Bernabé, en apariencia su auténtico portavoz, ni por un momento manifestó la menor duda: “Son necesarias las compensaciones, para que vivan los Clubs modestos. Son mayoría los que económicamente atraviesan malos momentos. Si se hubiera acudido antes a ellas, ni un Arenas, ni un Irún estarían en Tercera”.

BARCELONA .- Su presidente, Montal, se alineaba junto a los dos Atléticos y el Real Madrid: “Estoy al lado de la minoría, porque la petición es del todo injusta. ¿Argumentos? Pues muchos, pero el principal que me opongo, como el Madrid y el Atlético”.

ESPAÑOL .- Su presidente parece equivocó la hora de cita, presentándose cuando se llevaba ya media hora debatiendo. Luego, al salir, ni sí, ni no, y muchísimo menos todo lo contrario: “Vine a escuchar lo que se dice, y con arreglo a lo que convenga, apoyaré las soluciones”.

Así reflejó la cuestión el formidable dibujante Orbegozo, el año 1948.

Así reflejó la cuestión el formidable dibujante Orbegozo, el año 1948.

El Sevilla, vigente campeón, alineado por la prensa madrileña junto a los peticionarios, mostró cierto enojo ante esos mismos medios, por boca de su presidente, Ramón Sánchez Pizjuán: “Nosotros, hasta ahora, no hemos dado la conformidad a nadie”. Ante los medios hispalenses ya escoró algo más su tendencia: “Considero que la compensación tiene un fondo de justicia, aunque no ha sido planteada adecuadamente, ni en la forma ni el tiempo. Lo ideal sería resolverlo equitativamente, llegando entre todos a una inteligencia”. Tuvieron que tirarle de la lengua para que finalmente concretara un poco: “Si los Clubs modestos llenan esos fastuosos estadios, deberían percibir algo, porque en cierta medida son colaboradores del llenazo”.

Transcurrieron los meses. Hubo que dar la bienvenida a 1949, con descorche de sidra o copita de anisado garrafeño, que las cosas no estaban en casi ningún domicilio para cava o coñac añejo. Y ambas posturas seguían enquistadas. El régimen, desde sus estamentos deportivos, contemplaba con inquietud la cerrazón de los peticionarios. Sólo faltaba fraguase un lío en el fútbol. Paralelamente llegaban ecos no muy deseables desde el exterior, desde Inglaterra, en concreto, la cuna del deporte rey. Allí los futbolistas estaban a punto de declararse en huelga, reivindicando mejoras salariales que tanto “El Mundo Deportivo” como “Marca” recogieron en marzo del 49:

“El conflicto de los jugadores de fútbol profesionales no se ha resuelto aún, y pueden declararse en huelga de la noche a la mañana, o a lo mejor dentro de cuatro días. Los directivos de la Liga de Fútbol y la Federación han prometido atender sus peticiones de mejora, para lo cual se han reunido con directivos de la Asociación de Jugadores Profesionales”.

La prensa encontró un filón en la voracidad económica de los “modestos”, finalizando los 40.

La prensa encontró un filón en la voracidad económica de los “modestos”, finalizando los 40.

Se habían celebrado ya cinco reuniones, y pese a que durante la última, vista como decisiva, se diera por hecho la aproximación de posturas, los patronos ingleses volvieron a plantarse. Setenta y tres delegados de los 88 clubes componentes de las tres divisiones del Campeonato Inglés, tras votar favorablemente a la huelga optaron por suspenderla, ante la convocatoria de una nueva reunión. Los futbolistas exigían, aparte de mejoras contractuales, quedase abolido el sistema de beneficios vigente, creándose a cambio un fondo general para que, llegado el instante de retirarse, cada uno percibiera algo así como un extra, en función de sus honorarios anuales. Montar una especie de montepío, vamos, pensando en el mañana. Y además modificar los contratos, permitiendo al jugador no ser marioneta de los clubes, negarse a aceptar traspasos impuestos y percibir porcentajes sobre la cuantía que sus entidades hubiesen liquidado al traspasarlos. “Las tres peticiones son razonables -sentenciaba “Marca”-. Si no se consiguen, entonces se declararán en huelga”.

¿Una huelga vista como razonable desde el país que las tenía ilegalizadas? “Marca” era periódico del Movimiento, fundado por un falangista en San Sebastián, cuando la Guerra Civil avanzaba hacia su deseable fin. ¿Acaso alguien se había vuelto loco? Imposible saber si hubo o no tirones de orejas por el desliz, pero lo cierto es que los tiras y afloja en Inglaterra apenas si volvieron a asomar. Para suerte de todos -clubes españoles, rectores federativos y jerarcas del Movimiento-, nuestro campeonato estaba a punto de concluir. Tras el verano quizás bajasen las aguas más calmadas.

Pero de eso nada. En agosto, antes de que echase a rodar el esférico, los emisarios de cada club de Primera volvieron a verse las caras en Madrid. Mucha cordialidad, según todos los informadores, pero ningún avance. Nuevo estudio de posturas en la correspondiente comisión, y a jugar, que aquí no estaba el horno para plantes. Y en febrero de 1950, la cita definitiva, una vez más con el presidente Muñoz Calero de anfitrión.

Puesto que el asunto se había hecho espinoso, asistieron no ya casi todos los presidentes, incluido Santiago Bernabéu, sino varios de ellos acompañados por su asesor jurídico -Rosendo Calvet en el caso del Barcelona, quien además fue portavoz en el debate-, o algún directivo -Gorostiza, del At. Bilbao, como apoyo de su presidente, el Sr. Larrea-. Novedades en la asamblea, por haber ascendido a la elite, Málaga y Real Sociedad, ocupando las sillas de Alcoyano y Sabadell. Como novedad, la pretensión de incrementar hasta 16 el número de equipos en Primera, defendida por los modestos.

Respecto a las tan traídas compensaciones económicas, casi ningún cambio de postura, por más que todos hubiesen tenido 22 meses para pensárselo. “No sé para qué quieren nuestro dinero, si luego lo gastan a carretadas -sintetizó Calvet-. Los que estén en Primera División debieran desenvolverse por sus propios medios”. Santiago Bernabéu, por una vez, no pudo estar más de acuerdo: “¿Les parecen pocos los Días del Club que hacen cada vez que visitamos las provincias? Eso los compensa con creces”. Pero en relación a incrementar el número de competidores, opción resuelta poco menos que con empate técnico, Madrid y Barça ya discreparon: “Ya es bastante larga y agotadora la competición -argumentó Calvet-. No es que nos neguemos ahora. Siempre se opuso el Barcelona a ello”. Bernabéu, en cambio, prefería ver las ventajas de un mayor número de partidos en su libro mayor: “Lo de la ampliación es justo. Siempre las competiciones interesan más que un partido amistoso. Y el calendario, al verse completo con los encuentros de Liga, tendría gran interés. Igual me da que sean dieciséis o dieciocho. El Madrid votará a favor”. Otro grande y con amplio graderío en su campo, como el At. Bilbao, prefería dejar las cosas como estaban: “Ya hay dificultades de fechas con los 14 Clubs. Incluso ahora, en esa zona intermedia donde no interesan los puntos, se acusa falta de interés por algunos encuentros”. Colina, voz del Valencia, aún fue más drástico: “Si acaso, habría que reducir el número de equipos. La Liga tiene interés cuando juegan determinados Clubs. ¡No siempre va la afición!”. El Español, sorprendentemente, parecía ir de consuno con el rival azulgrana: “Ya somos bastantes, y casi no hay fechas disponibles. Con los partidos internacionales andamos mal, para buscar ahora mayores complicaciones al calendario. Si mal con 14, peor con 16”.

Curioso. Se veía muy saturado el calendario, con 26 partidos de Liga, 4 choques internacionales al año en el mejor de los casos, y un torneo de Copa reservado tan sólo a los de Primera. Como curiosidad, y evidenciando que ciertas cosas vienen muy, pero que muy de lejos, Deportivo de La Coruña y Celta de Vigo estuvieron jugando al escondite con sus posturas. Ninguno de los dos quiso manifestarse hasta saber hacia dónde apuntaba el vecino.

Huelga indicar que la rotunda negativa del Barcelona, Real Madrid, Valencia, y los dos Atléticos a engrandecer con su dinero a los demás, sepultó definitivamente el sueño de las Compensaciones. Muñoz Calero, pillado entre dos frentes, comprendió que algo debía hacer para cauterizar heridas. Era hombre innovador, meticuloso, atento a cuanto pudiese desarrollar nuestro fútbol. Durante su mandato, por ejemplo, se habían puesto en marcha los cursos de capacitación a futuros entrenadores, así como exámenes para la obtención del título. Y como algo había que ofrecer a los “pequeños” desairados, hizo suya la ampliación del torneo a 16 equipos, con 30 partidos entre ida y vuelta. Todo ello, pese al toque de cordura aportado en la Asamblea por el Sr. Ponte, presidente céltico: “No creo que la ampliación de equipos beneficie al fútbol. Con más Clubs se precisarán más jugadores, y subirán los precios del mercado. Encareceremos aún más el fútbol y el presupuesto de los clubes tendrá que aumentar”.

Una prédica en desierto. La temporada 1950-51 contó con 16 contendientes en 1ª. A la Gimnástica de Tarragona y Real Oviedo, clasificados en las dos últimas plazas el 23 de abril del 50, la solución les aportó bien poco, pues concluyeron en 2ª. Real Santander, Murcia, Alcoyano y Lérida, fueron los ascendidos. Como predijese el Sr. Ponte, los precios del fútbol subieron en proporción similar a las exigencias de muchos futbolistas, hasta entonces habituales de 2ª División. Por ello, sin duda, se prefirió mirar hacia el exterior. A Sudamérica, sobre todo, de donde fueron llegando más y más jugadores, primero a las entidades importantes, y en seguida a las que abordaban entre suspiros cada fin de mes. Si el arreglo benefició en algo a nuestro fútbol, es simple cuestión de opiniones. Parte de los llegados del exterior aportaron lo suyo: juego más reposado, mejor técnica, ductilidad, regate… Otros hicieron gala de malas artes y juego subterráneo. Resulta obvio, empero, que los futbolistas, nacionales o foráneos, sacaron jugo a la ampliación, pues la llegada de cualquier argentino, paraguayo o uruguayo a sus clubes, siempre con fichas altas, les allanaba el camino hacia la reivindicación.

Lo que nadie puede negar es que Muñoz Calero solventó la amenaza de un cisma, para alivio de quienes como mandamases del Movimiento tenían a su cargo pastorear el deporte.

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