RESUMEN:

Xabier Azkargorta (Azpeitia, 1953) no solo clasificó a Bolivia para el Mundial de 1994 de Estados Unidos, un hito de por sí histórico. “El Vasco” cambió la imagen de los futbolistas del país y sentó las bases de la selección que estuvo a punto de levantar la Copa América en 1997.

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ABSTRACT:

Keywords: Azkargorta, Bolivia, football, history

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El legado del “Bigotón” en el fútbol boliviano

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La Selección boliviana posa antes de la semifinal de la Copa América de 1997, en la que derrotaron a México por 3-1. Autor: Pedro Ugarte. Fuente: Getty Images

La Selección boliviana posa antes de la semifinal de la Copa América de 1997, en la que derrotaron a México por 3-1.
Autor: Pedro Ugarte. Fuente: Getty Images

A 3.640 metros por encima del nivel del mar, en el Estadio Hernando Siles de La Paz, Bolivia, calentaban la selección anfitriona y Brasil durante los momentos previos al inicio de la final de la Copa América de 1997. Ramiro Castillo, apodado “Chocolatín” por su poca corpulencia y su tono de piel, estaba en el once inicial boliviano. Sin embargo, una noticia cambió para siempre la vida de Castillo y, en consecuencia, la historia futbolística de todo un país: su hijo había sido hospitalizado de urgencia con una hepatitis. El futbolista se fue a su lado, dejando tocado anímicamente a todo el equipo. A pesar de disputar un buen partido y gozar de múltiples ocasiones –tres balones al palo–, la otrora temida selección brasileña, liderada por Ronaldo Nazário, se acabó imponiendo por 1-3. Bolivia se quedó sin Copa América, “Chocolatín” perdió a su hijo dos días después, y el 18 de octubre, tras tres meses de sufrimiento, apareció colgado de una corbata.

Un trágico episodio que no hace más que engrandecer la leyenda de una de las mejores generaciones de la historia del fútbol boliviano. Un bloque de jugadores que, apadrinados cuatro años antes por un entrenador vasco de bigote prominente, lograron dos de los hitos deportivos más destacados del país en un breve espacio de tiempo. Xabier Azkargorta, licenciado en Medicina, recibió la llamada de la Selección boliviana en 1992, mientras trabajaba en su clínica de Barcelona. Antes había pasado por equipos de primer nivel como el RCD Espanyol, el Sevilla FC o el CD Tenerife. Pero el reto sudamericano era totalmente diferente a todo lo que se había encontrado hasta el momento. Se topó con un país que no respetaba a los futbolistas; es más, los despreciaba. Además, había muchos otros condicionantes que afectaban a su rendimiento: la mala alimentación, la falta de higiene, las pésimas infraestructuras, las complicadas conexiones, las variaciones climáticas, etc.

El trabajo de Azkargorta no se limitó a lo futbolístico. Su trascendencia en Bolivia va mucho más allá. Es una cuestión sociocultural, el cambio de una mentalidad conformista arraigada en todo el país. Una transformación estructural del fútbol boliviano como la que “El Bigotón” tenía dibujada en su cabeza sería impensable sin un factor clave: los resultados. Si la selección no se hubiese clasificado para el Mundial de 1994, después de varias goleadas y de derrotar a Brasil, llegando incluso a amenazar su primer puesto, todo el mundo seguiría viendo a los deportistas como malandros. Es más, después de la Copa América de 1997, organizada en el propio país, el fútbol volvió a estancarse y decidió no seguir edificando sobre las bases que “El Vasco” había sentado.

No obstante, esa época ha sido la más gloriosa de “La Verde” desde el solitario título de Copa América logrado en 1963. Por unos años, Bolivia idolatró a unos futbolistas tradicionalmente denigrados por la sociedad. Esta generación la formaron jugadores como “El Diablo” Etcheverry, considerado el mejor de la historia del país; Milton Melgar, el único boliviano que ha jugado en Boca y River; “Platini” Sánchez, el único en marcar en la Copa de Europa y en el Mundial; o el ya mencionado “Chocolatín” Castillo, cuya vida terminó de forma trágica después de lograr uno de los mayores hitos deportivos de Bolivia. Aquí el fútbol vuelve a ser lo más importante de las cosas menos importantes. La felicidad de todo un país a través de este maravilloso deporte es insignificante al lado de la vida de un niño.

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