RESUMEN:

La monografía que nos presenta Fernández Ubiría[1] tiene validez importante, reconocida por Taibo y Cappa, en dos dimensiones: primero, ahonda, profundamente, en una historia poco contada, aquella que demuestra que el anarquismo y el fútbol tienen ligaduras bien definidas y rastreables; segundo, demuestra y ayuda a entender que cuando un anarquista disfruta del juego, no

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Reseña de Fútbol y anarquismo, de Miguel Fernández Ubiría.

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La monografía que nos presenta Fernández Ubiría[1] tiene validez importante, reconocida por Taibo y Cappa, en dos dimensiones: primero, ahonda, profundamente, en una historia poco contada, aquella que demuestra que el anarquismo y el fútbol tienen ligaduras bien definidas y rastreables; segundo, demuestra y ayuda a entender que cuando un anarquista disfruta del juego, no necesariamente compromete su ideología política. En otras palabras, el trabajo que se titula Fútbol y anarquismo deja en evidencia los nexos que se piensan inexistentes entre un evento lúdico y un corpus filosófico.

Ubiría divide su trabajo en 17 capítulos, mismos que se dividen en tres secciones bien delimitadas, cada una de ellas abordando una temática específica. Al inicio se comentan los orígenes del fútbol y cómo, de a poco, comienza a integrarse el nuevo deporte en la vida de los proletarios a finales del siglo XIX. En el medio se enlista una cuantiosa cantidad de equipos, de los que Ubiría arguye tuvieron inspiración fundacional anarquista o, al menos, una simetría perceptible y acorde con los principios libertarios en momentos determinados de la historia. Finalmente, la tercera parte sintetiza lo anteriormente expuesto, sumando un pequeño debate conceptual y concluyendo lo que, a lo largo de 200 páginas, se ha dicho.

La hipótesis de la que parte el autor es simple pero concisa: el fútbol tiene dos caras que se excluyen entre sí, dígase aquella que lo percibe como un deporte, mientras la otra lo define como un aspecto mercantil. El anarquismo, igualmente, se ha posicionado en dos polos opuestos respecto a lo que para ellos representa el juego del balón, están aquellos que lo consideran una suerte de opio del pueblo, un distractor de la actividad política y una contradicción de clase puesto que fue un deporte inventado por la burguesía; a la inversa existe un amplio sector que ve en el fútbol una actividad asociativa, acorde a los principios colectivistas y de apoyo mutuo del anarquismo, viendo que la revolución necesita, también, de una dosis de diversión.

Lo cierto es que, cualquiera que sea la conclusión dada o la postura tomada, el fútbol existe y desde sus orígenes interesó a la clase obrera, quienes se organizaron para jugarlo y fundar sus propios equipos competitivos. En tiempos recientes las investigaciones que dan cuenta del fenómeno libertario en el balompié han cobrado un pequeño auge, desde la década de los 90`s con el libro Fútbol argentino de Osvaldo Bayer, resaltando otros trabajos de Fernández Ubiría (El escudo del balón cosido), la publicación Anarquistas, socialistas y comunistas en el fútbol amateur del periódico ¡Libertad!, o el novedoso y que recientemente ha visto la luz St. Pauli: otro fútbol es posible de Carles Viñas y Natxo Parra. Pero todos ellos se encuadran en casos muy particulares, como lo es hablar de solamente un equipo, una región o una división. En relación con lo anterior, Fútbol y anarquismo encuentra su valides e importancia: expande los límites de otros estudios, recorriendo varios países y analizando la historia de equipos sin respetar fronteras.

Ubiría teoriza que el fútbol construyó una cultura popular cuando llegó a manos de los trabajadores porque permitió romper la monotonía de vida casa-fábrica. Debido a su facilidad de juego, el obrero industrial encontró la posibilidad de practicarlo casi en cualquier lugar, requiriendo únicamente de una pelota y dos objetos que marcaran el espacio de la portería. El debate en el seno anarquista, como ya se dijo, opuso a dos sectores libertarios. Sin embargo, el sector que apoyaba al fútbol buscó prontas soluciones, primero destacando la importancia que en el día a día tiene la actividad física recreativa, señalando que es mejor correr tras el esférico que pasar el tiempo libre en tabernas o prostíbulos. Empero, la propuesta que tuvo mayor aceptación fue la de autogestionar los clubes y las ligas. Dicho de otra forma, los anarquistas pugnaron por proletarizar el fútbol, mantenerlo amateur, lejos de las garras del profesionalismo capitalista.

Una vez que los ácratas aceptaron el fútbol, se dio paso a su integración en el ámbito deportivo. Pero esto se dio de tres formas diferentes: en las primeras tres décadas del siglo XX muchos anarquistas fundaron equipos de soccer; en esa misma temporalidad -y hasta mediados de siglo- nacieron clubes con inspiración libertaria, aunque no necesariamente tuvieron raíces libertarias en su origen; desde mediados de los 80’s muchos aficionados antifascistas se integraron a las gradas de equipos ya constituidos, resignificando la tradición de las asociaciones deportivas.

La segunda parte del libro versa sobre este aspecto, ya que el autor expone una larga lista de clubes con fundamentos o inspiración del anarquismo. Quizá, para fines prácticos de la reseña, no convenga comentar la totalidad de clubes narrados por Ubiría, pero es menester -obedeciendo a la importancia histórica y contemporánea que tienen- mencionar cinco de ellos.

El más conocido de los equipos con influencia libertaria es el FC Sankt Pauli, emblema mundial de fútbol alternativo. Nacido en Hamburgo, el Sankt Pauli fue fundado por estibadores y marineros, pero no tuvo gran importancia para la izquierda hasta que, en 1980, los aficionados tomaron las gradas y cimentaron una ideología subalterna. Así fue como el equipo tomó relevancia social por la defensa de derechos humanos que pregonaban. La solidaridad barrial y las causas antifascistas, LGTB, antirracistas y obreras lo volvieron en un club de culto.

Un peldaño abajo se encuentra el Rayo Vallecano de Madrid, equipo referente del barrio obrero de Vallecas. Al igual que el Sankt Pauli, sur orígenes no están íntimamente ligados al anarquismo, sino que son sus hinchas los que dotaron de importancia social y cultural al club. Para inicios de los 90’s apareció su barra de seguidores llamada “los bukaneros”, jóvenes antifascistas que se autoproclamaron como “los más anarquistas”. El Rayo Vallecano, a nivel institución y a nivel barrial, se unió a huelgas generales en España.

Perdido en la historia oficial se encuentra enterrado el CE Júpiter de Barcelona, equipo con importante presencia de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), por lo que figuras reconocidas del anarcosindicalismo se volvieron fans del club, destacando Buenaventura Durruti, caudillo ácrata en la Guerra Civil Española. El Júpiter publicó su propio boletín libertario y apoyó a la causa revolucionaria: durante sus viajes transportaban armas en los balones. Su campo se empleó como almacén de armas y punto de encuentro de brigadas y columnas confederadas al momento de luchar contra el fascismo.

El cuarto caso por destacar es el del Easton Cowboys and Cowgirls FC, club impulsado por sus seguidores punks y anarquistas. Además de ser un equipo solidario con las causas subalternas, fue fundador del “Alternative World Cup”, un torneo de fútbol que reúne a otras asociaciones deportivas libertarias. Sus ideales se ven reflejados en un fanzine que circula desde sus adentros, en la creación de un equipo femenil, y en la constante recolección de dinero y voluntarios para asistir a refugiados y movimientos de resistencia a lo largo del orbe. Una de sus particularidades es que viajó a Chiapas, en México, para disputar juegos amistosos con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Finalmente, aparece el llamativo ejemplo del SC Corinthians, uno de los equipos con más seguidores dentro de Brasil. Fue fundado por obreros europeos, pero su historia cobró relevancia libertaria en 1982, año en que los jugadores tomaron la decisión de autogestionarse al margen de la directiva. El movimiento fue conocido como la “democracia corinthiana”, una organización solidaria entre futbolistas que determinaban la manera de jugar y entrenar, logrando éxitos deportivos locales. El referente y figura del Corinthians era Sócrates, un talentoso centrocampista afiliado a las izquierdas brasileñas.

Algo que tienen en común los cinco clubes aquí mencionados con el resto de los equipos enlistados por Ubiría es la intromisión de la filosofía libertaria dentro de sus filas. Esto permite percibir características afines a todos, destacando la oposición al uso mercantil del fútbol, el repudio a las grandes marcas deportivas y a los traspasos millonarios de futbolistas, la rivalidad en contra de movimientos nacionalistas, fascistas, de ultraderecha, racistas y supremacistas, el deseo por ganar en compañerismo en demérito de los resultados en partidos, socializar la empatía, motivar resistencias, enseñar el respeto y aceptar a migrantes y exiliados. En suma, no tratan de competir en el tú a tú con los clubes fuertes en economía y manejados por inversiones privadas, sino hacer un fútbol por y para los fanáticos.

En una visión y revisión aérea y general el libro cumple con su cometido: demostrar que el anarquismo y el fútbol han estado relacionados más de lo que se cree. Sin embargo, nacen dos críticas precisas al documento. En primera instancia es que la pretensión de hacer un estudio global queda reducida al mundo occidental. Si bien se exploran ejemplos en Latinoamérica, Ubiría no brinda ninguna referencia al fútbol alternativo en África y Asia, hecho que no afecta a la narrativa ni al contenido, pero sí es llamativa tal ausencia. En segundo lugar, pareciera que algunos comentarios o aseveraciones respecto a la presencia anarquista en ciertos clubes están forzadas, puestas con calzador, con poca evidencia que respalde la integración de un equipo en la lista, salvo la vestimenta rojinegra o algún nombre que pueda remitir al socialismo. El autor se suele disculpar o señalar cuando no se tiene mucha información, o cuando las conjeturas son muy arriesgadas, pero no se terminan por explicar afirmaciones como que el anarcosindicalismo fue la corriente ideológica que más permeó al fútbol jugado por anarquistas.

 FutbolYAnarquismo01


[1] Fútbol y anarquismo, de Miguel Fernández Ubiría, con prólogo de Carlos Taibo y Epílogo de Ángel Cappa (Madrid. Libros de la Catarata. 2020. ISBN: 978-84-9097-901-3. 205 páginas)

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