RESUMEN:

La llegada de la covid a España provocó que nos confinaran en casa durante semanas. Nos convirtieron en inmerecidos reclusos domiciliarios y como pudimos fuimos pergeñando una serie de rutinas que nos alejaran –en la medida de lo posible– de perder el ánimo y el equilibrio mental. Entre el teletrabajo, los niños y la imposibilidad

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Descubierto “Didixein”, el último jugador desconocido del Real Madrid y el Athletic

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La llegada de la covid a España provocó que nos confinaran en casa durante semanas. Nos convirtieron en inmerecidos reclusos domiciliarios y como pudimos fuimos pergeñando una serie de rutinas que nos alejaran –en la medida de lo posible– de perder el ánimo y el equilibrio mental.

Entre el teletrabajo, los niños y la imposibilidad de poner un pie en la calle, Internet devino decisivo en muchos casos como asidero ante los sustos que nos regalaban constantemente expertos, voceros y políticos. La red de redes fue universo para el entretenimiento, ágora para el desahogo y espacio para el conocimiento, según las necesidades de cada uno y cada momento.

Los ratos libres me sirvieron para curiosear y en un primer momento, sin buscarlo, asomaron retos sobre la historia del fútbol a los que fui tratando de prestar atención. Mi conocimiento histórico sobre el balompié, lejos de ser enciclopédico, ha ido forjándose gracias a dos vectores: una innata curiosidad y un empeño considerable en no soltar la presa una vez aparece una pista. Nada extraordinario, la verdad.

Comienzan las búsquedas

No llevábamos ni un mes apartados de la calle y ya me había surgido una tarea que perseguir. A raíz de un tuit de @atotxaorg, decidí tirar del hilo y acabé descubriendo la identidad completa del primer extranjero de la Real, George McGuinness, siendo capaz de construir su desconocida biografía.

La exitosa búsqueda del jugador de Liverpool me empujó a mirar al otro lado de la autopista y gracias a una intuición (en ocasiones cuentan y mucho) pude corroborar que el futbolista del Athletic Club de comienzos de la década de 1910 que era conocido como Martyn Veitch, en realidad no tenía ese nombre de pila sino que constaba como tal al haberse mezclado los apellidos de dos jugadores británicos: Martyn y Veitch. A partir de ahí, hallé que en realidad se trataba de Andrew Veitch y terminé por poder conocer qué fue de él hasta su fallecimiento –con su participación en la Primera Guerra Mundial incluida–.

El confinamiento continuaba y me propuse un desafío aparentemente más complejo. Al fin y al cabo no sabíamos cuánto tiempo más nos mantendrían en casa a golpe de decreto. Así que opté por hincar el diente al que para mí había sido siempre uno de los mayores misterios de nuestro fútbol. Me decidí a sentarme frente al ordenador y a armarme de paciencia para ver si era posible acercarme a la filiación de un futbolista tan efímero como enigmático. Un jugador de comienzos del siglo pasado del que solo parecía saberse su ¿nombre? ¿apellido? ¿sobrenombre?

Llevaba años elucubrando quién sería semejante personaje, pero nunca antes me había decidido a remangarme en serio en pos de lograr su identificación.

Didixein

Ese era el nombre sobre el que me había propuesto trabajar. Un palabro que sonaba a extranjero y poco más. Desde que leyera la primera referencia sobre él siendo yo un niño, no había dejado de llamarme la atención. Con el paso de los años, al ir dedicando más tiempo al estudio de la fecunda historia del Athletic, lo que suponía que sería un apellido, hacía que de vez en cuando me cuestionara de quién se trataría.

De Didixein conocía que había disputado un partido oficial como león: los cuartos de final de la Copa del Rey de 1909 que el Athletic perdió por 4-2 ante el Club Ciclista de San Sebastián, a la postre vencedor de aquella edición del campeonato de España.

Aparecía en una foto, posando con sus compañeros en los instantes previos a la disputa del citado encuentro vestido con la, entonces, primera equipación del cuadro bilbaíno, la de la camisola azul y blanca a partes iguales. Supuestamente, era el que en la parte inferior de la imagen sostenía el balón en el centro. Nada más sabía sobre el futbolista.

La ventaja a la hora de buscar información hoy en día es que Internet ofrece numerosas posibilidades a golpe de teclado y ratón. Aun así, las escasas referencias obtenidas tras una primera búsqueda sobre el misterioso futbolista apuntaban, prácticamente todas, en la misma dirección. Didixein aparecía citado como componente de la escuadra del Athletic Club que jugó el referido partido de la Copa de 1909 y se hablaba, asimismo, de él en artículos de periodistas bilbaínos o entrevistas realizadas a algunos de ellos, con motivo de recopilaciones sobre jugadores extranjeros de la historia del club vizcaíno.

Así, Jon Rivas en 2015 había escrito en El Mundo que “también jugó en el Athletic alguien apellidado Didixein, que también perteneció al Real Madrid y podría ser francés, pero apenas se sabe nada más de él”. Mientras que el difunto Eduardo Rodrigálvarez, autor del libro ‘100 jugadores del Athletic: de William a Williams’ afirmaba en una entrevista concedida en 2017 a El Correo que “no he conseguido saber quién era. Lo más lógico es que fuera francés”.

Efectivamente, a Didixein se le cita en la prensa española de comienzos del siglo pasado como jugador del entonces Madrid C.F. (actual Real Madrid C.F.). Durante los meses de enero y febrero de 1909, son cuatro los clubes madrileños que disputan el Campeonato Regional de Madrid: el Madrid CF, el Athletic Club Sucursal de Madrid (hoy en día, Atlético de Madrid), el Club Español de Madrid y la Real Sociedad Gimnástica Española. Mediante un sistema de liga a partido único, el vencedor del campeonato alcanzaba, amén del título regional, el acceso a jugar la Copa de España de 1909. Aquel año, la plaza la consigue el Español de Madrid tras finalizar con un pleno de victorias el torneo madrileño.

Didixein es el delantero centro del Madrid tanto en los tres choques de la liguilla regional como en los dos encuentros de desempate que el club al que representa juega ante la Gimnástica y la sucursal madrileña del Athletic Club bilbaíno, logrando un gol en cada uno de estos dos últimos.

Su primera aparición con los merengues según la hemeroteca es de unas semanas antes del comienzo del Regional. El 29 de noviembre de 1908 juega ante la Gimnástica en un amistoso en el que su equipo pierde por 0-1 en el Campo de la Avenida de la Plaza de Toros. La alineación de los blancos esa tarde la conforman Redondo; Linney, Aspiunza; Quirós, E. Romero, Rivaherrera; Didixien, Revuelto, Neyra, Saura y Prast.

La primera imagen del ariete de la que he podido tener constancia, corresponde al once del Madrid F.C. antes de disputar su partido del Campeonato de Madrid ante el Athletic Club de Madrid, vencedor del duelo por 0-2 el 30 de enero de 1909. La fotografía sale publicada en el periódico madrileño Gran Vida el 1 de febrero y Didixein es el más alto de todos los que posan de pie, en el centro de la instantánea.

Foto Didixein con el Madrid

Buscando una oportunidad

Con el Madrid fuera de la ecuación de la Copa, algunos de los jugadores de los equipos eliminados buscan su sitio para reforzar las plantillas de los clubes clasificados para el Campeonato de España. Eran otros tiempos y no existían contratos que ataran a los futbolistas a sus equipos. Si a eso se le suma que el torneo aún se disputaba siempre en Madrid y que no todos los integrantes de las entidades que se habían ganado la plaza copera se podían permitir viajar a la capital de España y alojarse durante una semana –cada uno se pagaba todos sus gastos–, siempre había huecos que llenar con jugadores capitalinos.

Amén del coste pecuniario, los estudios o los trabajos de los jóvenes deportistas también resultaban un impedimento para que algunos de los titulares habituales pudieran desplazarse hasta Madrid. En particular, el caso del bilbaíno Athletic Club era el más significativo en lo referente a reforzar sus onces cuando llegaba el momento de disputar la Copa. Gozaban de un mayor colchón que el resto de sus contrincantes.

El porqué se explica muy fácilmente. Al ser el Athletic Club de Madrid una sucursal del de Bilbao (ambos equipos eran del mismo club) no se le permitía al primero disputar la Copa, pudiendo el conjunto vizcaíno reforzarse con sus futbolistas de la sucursal castellana cada vez que los del Botxo se clasificaban para el torneo copero. De esta manera, las ausencias de los habituales titulares de la escuadra vasca no resultaban tan críticas cuando se producían.

Esas incorporaciones ya habían tenido lugar en ediciones anteriores y en la cita de 1909 volvió a darse el caso, en esta ocasión de manera especial y cuasi abrumadora. El caso es que el Athletic viajó a Madrid con muy pocos efectivos debido a que aún coleaba el enfado derivado de la agria polémica suscitada en la edición copera de 1907. Después de que el recurso presentado por los bilbaínos al acabar dicha Copa no prosperara, el Athletic decidió no presentarse al torneo de 1908. Y aún en 1909 había futbolistas de la entidad bilbaína que seguían negándose a tomar parte del Campeonato de España.

Por eso, el 4 de abril de 1909 solo formarían en el once tres futbolistas procedentes de la capital vizcaína: José Mari Belauste, Remigio Iza y el británico Mortimer. El encuentro en cuestión enfrentaba al Athletic Club con el Club Ciclista de San Sebastián y el primero volvió a recurrir a la plantilla de su sucursal madrileña en un número de hasta cinco jugadores: los donostiarras Fernando Asuero y Antonio Vega de Seoane, el eibarrés –aunque llegara la mundo en Cuba– Perico Mandiola, el barcelonés Domingo Villaamil y Claudio Ibáñez de Aldecoa, nacido en la vizcaína localidad de Lekeitio.

Hasta ahí, eran ocho los futbolistas de uno u otro Athletic, luego faltaban tres. El once se completó, pese a que pueda sorprender a más de uno, con un trío de jugadores procedentes del Madrid. Los merengues que jugaron con el Athletic en partido oficial por un día fueron el capitalino Julián Ruete –que pocos años después sería jugador y hasta presidente de la sucursal del Athletic Club–, el delantero madrileño Luis Saura y el misterioso Didixein. La necesidad por reforzarse de los de Bilbao y las ganas de disputar el torneo copero por parte de los tres madridistas maridaron en ideal simbiosis.

Sin embargo, la aventura de Didixein y sus compañeros Ruete y Saura no pasaría de aquel 4 de abril, puesto que el Club Ciclista guipuzcoano eliminó a sus vecinos fronterizos con un 4-2 que no dejaba duda sobre quién merecía pasar a las semifinales. Para los libros del Athletic Club quedó desde entonces que un tal Didixein vistió la zamarra blanquiazul en choque oficial una tarde de no muy buen recuerdo de 1909. Es el que sujeta el cuero en medio de la fila de abajo en la siguiente imagen.

Didixein con el Athletic

Un golpe de suerte

En mis ratos libres del confinamiento llevaba varios días dándole vueltas al oscuro asunto del apellido Didixein y comenzó a tomar cuerpo la idea de que tenía que haber un error en el término. No podía ser que más allá de las escasas referencias al futbolista en ese año concreto, nada ni nadie más respondiera a ese nombre en Google.

Lo tenía cada vez más claro, tocaba pensar distinto o, al menos, jugar con variaciones de una palabra –que si bien parecía extranjera– no me sugería nada en especial. Hasta que lo hizo.

Tras pintarrajear varias cuartillas con un bolígrafo, acabé convirtiendo la “x” de Didixein en “sh”. ¿Didishein? Me sonó a apellido judío, pero me pareció que para que fuera de origen judío de verdad tenía que terminar en “m” y no en “n”, al modo de Waldheim u otros apellidos judíos de procedencia germana. ¿Didisheim?

Lo introduje en el buscador del ordenador y… ¡bingo! Didisheim contaba con más de 100.000 entradas en Google, muchas de ellas ligadas a distintas marcas de relojes suizos. El siguiente paso fue el de introducir el apellido en la base de datos de la Biblioteca Nacional de España y ver si coincidía con alguna entrada que citara al futbolista que durante tantas horas me tenía sudando frente a la pantalla.

Y hubo suerte. Había solo una –pero más que suficiente– referencia a Didisheim en una pequeña crónica del curioso diario madrileño La Correspondencia de España en su página 5. El primer dilema acababa de quedar resuelto. Firmado por Orieñip (Piñeiro escrito al revés, a modo de pseudónimo), se leía muy claro: Didisheim.

La Correspondencia de España 5 de abril de 1909, página 5

Pero es que además, no pude dejar de fijarme en la misma búsqueda de la web de la BNE de que en un página del periódico El Imparcial de fecha 16 de noviembre de 1907 aparecía un minúsculo anuncio por palabras en el que un joven que decía llamarse J. Didisheim buscaba trabajo en Madrid. Es decir, trece meses antes de la primera referencia de Didixein como jugador del Madrid. Todo empezaba a encajar de repente.

Anuncio J. Didisheim en el Imparcial del 16 de noviembre de 1907, página 5

Era el momento de ponerse manos a la obra en las principales webs de genealogía para ver quién podía ser ese J. Didisheim. Tras un exhaustivo barrido, todo apuntaba que la J correspondía a Jean (Juan en francés) y en esa dirección volqué el trabajo.

Encontré que Jean Didisheim había sido un suizo perteneciente a una rama familiar dedicada a la fabricación de relojes desde mediados del siglo XIX, primero en el cantón de Berna y posteriormente trasladados al de Neuchâtel. Nacido en 1891, todo cuadraba con que el joven Didisheim del anuncio por palabras hubiera llegado a los 16 años al número 91 de la Calle Mayor de Madrid en busca de trabajo que le permitiera aprender español; otro idioma que añadir al francés y el alemán que ya dominaba. Un año después habría entrado a formar parte del primer equipo del Madrid. Tenía sentido.

No tan deprisa

No me costó demasiado encontrar una fotografía de Jean a los 20 años en uno de los sitios web especializados y fue entonces cuando se me empezó a venir abajo el castillo de naipes.

Por más ganas que le ponía a que el Jean de 20 años de la foto se pareciera al de las imágenes de la prensa –tanto vistiendo los colores del Madrid como los del Athletic– no había manera. La foto de estudio de Jean mostraba a un joven de rasgos aniñados y rostro afilado , mientras que el futbolista parecía mucho mayor y tenía unos pómulos pronunciados. Comparaba las imágenes después de un buen rato sin mirarlas pero el resultado era siempre el mismo: Jean Didisheim no era Didixein.

Foto comparativa Didisheim

Pasaron los días y no fui capaz de encontrar material nuevo. Después de lograr avanzar desde un apellido erróneo, lo había tenido en la punta de los dedos y se me escapaba vivo. Entre la decepción que me invadía y la llegada del fin del confinamiento, el proyecto Didixein pasó a dormir el sueño de los justos en el cajón de mi escritorio. Sí, había descubierto que el jugador se apellidaba Didisheim y posiblemente sería suizo y no francés, como se habían aventurado a apuntar algunos, pero era poco para mostrar. Más aún teniendo en cuenta la cantidad de horas invertidas en el asunto. C’est fini.

El tiempo lo cura (casi) todo

Pasaron los meses y, aunque no había sacado la historia del cajón, en una conversación telefónica con Fernando Arrechea, doctor en Ciencias del Deporte y compañero del CIHEFE,  le conté lo que me había mantenido entretenido los meses de mayo y de junio de 2020. Le interesó el asunto y me animó a que nos pusiéramos a tratar de rematar la faena.

Cuatro ojos ven más que dos y el paso del tiempo puede ayudar a limpiar la mirada hacia cuestiones sobre las que has llegado a estar obsesionado, apuntando en ocasiones en bucle a los mismos lugares.

Tras poner al día con detalle a Fernando sobre lo avanzado en 2020, fue él quien sugirió transitar por una nueva vereda que quizá nos podría ofrecer algo de luz. Dicho y hecho. Se puso en contacto con los archivos nacionales suizos y un par de semanas más tarde recibía contestación del organismo helvético.

Según señalaba el correo electrónico, entre 1907 y 1909 había dos Didisheim residiendo en Madrid:

Jean-Louis Didisheim, nacido en Saint-Imier el 11 de enero de 1891, contaba con 16 años en el momento de inscribirse en el Consulado General de Suiza en Madrid el 11 de noviembre de 1907. Soltero y sin ocupación profesional, procedía de la localidad de Epiquerez. En Madrid se había domiciliado en la Calle Mayor, 91 – 3º.

André Didisheim, nacido también en Saint-Imier el 23 de agosto de 1889, tenía 18 años cuando fue registrado por su país en la capital de España el 5 de octubre de 1908. Soltero, empleado de oficina, había llegado a la Península desde Epiquerez. Residía en la misma dirección madrileña que Jean-Louis Didisheim.

La información abría nuevos horizontes. Parecía estar claro que el Jean Didisheim de meses antes era el Jean-Louis que señalaban desde Suiza. André era realmente la novedad, pero ¿cuál de los dos era el Didixein del Madrid y del Athletic?

Variantes nominales

Si Suiza es un país que nos viene a la cabeza cuando se habla de relojes, es en parte por la contribución de las familias Didisheim a esa industria. Aunque lo cierto es que son dos los apellidos casi idénticos los que han aportado con sus emprendimientos a este sector: los Didisheim y los Ditisheim, tantas veces emparentados entre sí a través de sucesivos matrimonios.

De origen judío, el patronímico original era Diedesheim y de aquel fueron surgiendo variaciones como Didisheim, Diedisheim, Ditisheim, Dietisheim y Didesheim. Procedentes hace más de tres siglos de las cercanías de Basilea, algunos de los descendientes de aquellos judíos askenazis fueron junto con los hugonotes los que fueron conformando la prestigiosa industria relojera helvética. Pero no sería hasta la llegada de la Constitución Federal de 1848 y, posteriormente la de 1874, que finalmente garantizaba la libertad de conciencia y culto, cuando los judíos comenzaron a dejar de sentirse perseguidos e iniciaron a emprender con éxito en el mundo relojero.

Bendita prensa local

No resultaba complicado intuir que los Didisheim de nuestra historia habían sido enviados a Madrid con el fin de que aprendieran español. No tanto por facilitar futuras ventas en España, que también, sino por los réditos que podrían obtener al abrirse paso sin la barrera del idioma en la inabarcable Latinoamérica. Porque apenas hubo que esperar para corroborar que ambos pertenecían a dinastías productoras de relojes.

Con los datos aportados por la administración suiza, volví a las webs de genealogía para refrescar la información de 2020 y añadir algún aspecto más. A partir de ahí era el momento de comprobar si la hemeroteca helvética estaba a la altura de lo que un país moderno debía ofrecer bien entrado el siglo XXI.

Y así fue. El archivo digital de la prensa suiza recoge una gran variedad de diarios de la historia de aquella pequeña nación. Enseguida aparecieron los que nos interesaban para rematar la faena de búsqueda de los Didisheim.

Durante la pasada centuria, sus familias se habían instalado en La Chaux-de-Fonds, un pueblo del cantón de Neuchâtel, donde pronunciar los apellidos Didisheim y Ditisheim era referirse a familias burguesas e industriales que disfrutaban tanto en las fábricas de relojes, como saliendo a vender sus ingenios al extranjero o practicando el ski, el tenis y el golf. Eso sí, ni rastro de actividad futbolística.

Jean-Louis, al que todos llamaban simplemente Jean, fue el primero sobre el que obtuve información. Había sido durante años el responsable de la Compagnie des Montres Marvin S.A. La marca Marvin era internacionalmente reconocida por ofrecer relojes de pulsera de alta calidad que estaban equipados con sus propios calibres y movimientos de Jean Aegler. Diseñaron un reloj para zurdos que tuvo un gran éxito al que llamaron La Gauche –la izquierda, en francés– y otros como el célebre Motorista, que llamó mucho la atención en su tiempo. El mismo Che Guevara llevaba un Marvin en la muñeca, regalo de su padre.

Lamentablemente, Jean Didisheim falleció repentinamente y bastante joven de septicemia, después de que se le hubiera retirado un clavo tras ser operado de una pierna por un accidente sufrido practicando el ski que tanto amaba. Contaba con 53 años y dejaba viuda y tres hijos: Raymond, Monique y Jean Claude.

Obituario de Jean Didisheim

Una de sus fotos de adulto mostraba su parecido, ya sin pelo, a la foto de estudio de cuando tenía 20 años, a la que se ha hecho referencia anteriormente en este texto.

Foto Comparativa Didisheim

En cuanto a André, su vida fue mucho más larga, llegando a cumplir 86 años antes de fallecer en 1975. André y Jean eran primos y el primero también estuvo al mando de la empresa relojera de su familia. En este caso, ostentó el cargo de director durante casi medio siglo de la compañía Vulcain et Studio S.A., conocida comercialmente como Vulcain, en honor al dios romano del fuego.

Vulcain fue la inventora del reloj de alarma automático de pulsera y su modelo Vulcain Cricket fue una auténtica revolución en el mercado, hasta el punto de que el propio André Didisheim lo presentó en sociedad en Nueva York en 1949. El presidente norteamericano Harry S. Truman fue obsequiado con una versión del célebre Cricket de oro de 14 quilates y desde entonces, prácticamente todos los primeros mandatarios estadounidenses han recibido uno igual en el momento de abandonar la Casa Blanca.

André Didisheim tenía una gran afición por el tenis y las numerosas referencias en la prensa de La Chaux-de-Fonds muestran que su nivel competitivo era alto. Realizó una gran labor comercial por todo el continente americano durante décadas y solo interrumpió sus viajes y la práctica del tenis y del ski tras sufrir un accidente a los 68 años. A pesar de ello, nunca dejó de jugar a golf ni se quejó de los numerosos achaques que le quedaron tras el grave incidente.

Al fallecer dejó viuda (Juliette) y dos de sus tres hijos (Georges y François). Su hija Claudine había fallecido siendo una niña. Asimismo, tuvo la fortuna de disfrutar de tres nietas y dos nietos.

Pero, ¿quién de los dos jugó en Madrid al fútbol?

Con tantos datos empresariales y personales reflejados en las páginas de los archivos digitales de los distintos diarios de La Chaux-de-Fonds, hacía falta una prueba que diera fe del breve paso por el fútbol español de Didisheim, ya fuera Jean o André.

Me fui poniendo en contacto, por distintas vías, con algunos de los que podían ser sus descendientes y, o bien no obtuve respuesta, o nadie parecía saber nada de un Didisheim que hubiera practicado el balompié durante su mocedad.

Finalmente, la solución emergió de uno de los obituarios publicados en su día en la prensa local. “Gran deportista, realizó su Vuelta a España, a principios de siglo, con un equipo de fútbol español”, se podía leer en la pieza de la edición de L’Impartial del 31 de julio de 1975.

Obituario André Didisheim 31 de julio de 1975 L’Impartial

El misterioso Didixein era André Didisheim (23/8/1889 – 30/7/1975), el único futbolista en haber disputado partidos oficiales con el Real Madrid y el Athletic Club cuya identidad quedaba por resolver.

Apareció también, en una de las páginas de genealogía, una foto de adolescente de André Didisheim y esta sí certificaba la similitud visual del chaval con el jugador que pasó efímeramente por el Campeonato de Madrid y la Copa del Rey de 1909. La búsqueda llegaba a su fin con éxito.

Foto Comparativa Didisheim

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