RESUMEN:

Hoy son habituales los debates y comentarios en torno a la política de fichajes. Si las recientes adquisiciones del F. C. Barcelona responden al sello de “La Masía”, si dos carísimas y fracasadas incorporaciones del Real Madrid deberían introducir cierta reflexión en la entidad blanca, sobre extender contratos de tan larga duración, o incluso si

ETIQUETAS:

PDF

Fútbol y política

De
Download PDF

Hoy son habituales los debates y comentarios en torno a la política de fichajes. Si las recientes adquisiciones del F. C. Barcelona responden al sello de “La Masía”, si dos carísimas y fracasadas incorporaciones del Real Madrid deberían introducir cierta reflexión en la entidad blanca, sobre extender contratos de tan larga duración, o incluso si merece la pena apostar por quienes ya no cumplirán los 25. Si la “filosofía” del Athletic Club es sostenible en tiempos de globalización balompédica, o por qué una entidad como el Sporting de Gijón se obstina mirando en lontananza, con tan escaso provecho, cuando sus días de oro se sustentaron sobre el feracísimo vivero de “Mareo”. Pues bien, hace 60 ó 70 años cabía hablar con absoluta propiedad, en cambio, de fichajes y política. Porque la política, sin adjetivos, tuvo mucho que ver en no pocos traspasos.

Para empezar, la Federación Española puso más de un obstáculo a la posible salida de jugadores españoles hacia campeonatos extranjeros. Más en concreto, de estrellas con categoría suficiente para merecer la atención de los seleccionadores nacionales, porque muchos futbolistas de segundo y tercer rango se las arreglaron para competir en Portugal, Francia, Cuba, Venezuela, Argentina, México, Suiza, Alemania e incluso Brasil, entre los años 20 y 70 del pasado siglo. La razón era obvia: Quienes dependieran de otra Federación Nacional, podían no obtener el permiso de sus clubes para disputar partidos internacionales, si fueran reclamados desde España. A diferencia de hoy, se entendía que únicamente los clubes adscritos a la Federación convocante estaban obligados a entregar “de balde” sus más destacados elementos, en cada convocatoria internacional. Por ello, si Ramallets, Estanislao Basora, Paco Gento, Telmo Zarra, “Piru” Gainza o Puchades, hubiesen podido salir rumbo al extranjero, nuestra Federación se habría visto en la disyuntiva de optar entre la negociación con los clubes receptores, chequera en mano, o buscarles sustituto. Obviamente resultaba más sencillo, y sobre todo más barato, poner en la rueda cuantos palos hubiese a mano, y éstos, imperando el derecho de retención, solían ser muchos.

Panizo en una imagen de la temporada 1941-42. Años después estuvo en la órbita de clubes británicos.

La calamitosa situación posbélica contaba a favor de las distintas Federaciones, con una Europa en ruinas. Italia, Francia y Alemania, comiendo el pan e invirtiendo los dólares del Plan Marshall; Inglaterra fijando topes salariales y de primas por victoria para sus futbolistas, porque las libras esterlinas escaseaban, mientras Suiza, indemne en la atroz sangría, se hallaba más pendiente de los relojes de cuco que de profesionalizar su balompié, deporte menor ante la pujanza y tradición del esquí y sus derivadas invernales. Pero así y todo, cuando el interior vizcaíno Panizo estuvo en la órbita del fútbol británico, tanto desde el ente federativo como en los despachos del club rojiblanco se consensuó un enroque sin fisuras. Aquel cerebral jugador, dueño del 10 en la camiseta rojiblanca, tuvo que contentarse con escuchar los campanazos del Big-Ben a través de la “BBC”, en sus ediciones de onda corta, o desde una butaca en los salones de cine. Se le hurtó, en suma, lo que entonces hubiera sido formidable aventura.

Antes, de cualquier modo, ya se habían registrado distintos ejemplos de fútbol y política. ¿Qué fue, sino puro alarde propagandístico del gobierno vasco regido por José Antonio Aguirre y Lekube, la gira del Euzkadi por la Europa central, escandinava y soviética, así como por América, mientras España se desangraba en una guerra fratricida?. ¿O la inclusión de dicho elenco en el campeonato federal mexicano, mientras la República se deshacía a este lado del Atlántico y la muchachada vasca lograba el patrocinio de un compatriota dedicado a fabricar neumáticos, “hules”, al decir de los medios aztecas?. Política sin paliativos, al igual que el sesgo dado por nuestros medios a la gira del San Lorenzo de Almagro en 1947, tiempo de hambruna rubricado con un cerco internacional a Franco tras votación durísima en la sede de las Naciones Unidas, boicot al Régimen y casi total retirada de embajadores en Madrid.

Tanto la prensa deportiva como la de información general, convirtieron la gira del San Lorenzo de Almagro por nuestro suelo en un ejercicio propagandístico de primer orden, justo cuando tras una resolución de la Naciones Unidas tenía lugar en Madrid una desbandada de embajadores.

Política fue también la utilización de carismáticos futbolistas nacionales por la prensa, el “No-Do” y la televisión, ante el referéndum que otorgara al dictador todos los resortes legales de gobernanza y sucesión. “Votaré sí, una y cuantas veces haga falta -afirmaban los rostros más populares del deporte rey-. Franco nos ha traído prosperidad, así que mi voto lo tiene garantizado”. O “Para lo que necesite, siempre podrá contar conmigo y con mi voto”. E incluso imitando a la propaganda bélica del Tío Sam: “Español, no te pongas de perfil. Haz como yo y vota sí”. Tan política como la estrategia de tres clubes venezolanos, La Salle, Loyola Sport Club, y el C. D. Vasco, especialmente el último, sustentado por la Casa Vasca de Caracas, tan pertinaz en importar futbolistas vizcaínos o guipuzcoanos desde la península, antes que volver la mirada hacia los hijos de una densa migración vascongada, quizás ya con alma criolla. Política, disimulada bajo camisetas de colores. Y política, en fin, la decisión de la familia De la Sota, apellido ilustre en la historia del Athletic Club, una vez despojada de su patrimonio inmobiliario y compañía naviera por los vencedores de la contienda civil. A modo de revancha, crearon otra empresa naval más modesta con matrícula francesa, declarando el euskera único idioma oficial a bordo, en tanto sus buques lucían la “ikurriña”, bandera sin reconocimiento oficial, tan pronto surcaran aguas internacionales.

La Salle, Loyola y Vasco fueron clubes de la 1ª División venezolana en los primeros años de profesionalización. Este trío, junto con otras muchas formaciones de emigrantes, impulsaron decisivamente la propagación y afianzamiento del balompié en aquel país, cuando a falta de una federación convencional sus torneos se organizaban desde una Asociación de Clubes denominada Asamblea Nacional de Fútbol. Y si los “escolares” solían contar con elencos híbridos de españoles, criollos y extranjeros de naciones limítrofes, el Vasco apostaba por recién llegados desde el litoral cantábrico, los verdes pastos del “goierri”, o cualquier otro rincón norteño. Sirvan como ilustración los nombres de José Miguel Díez Balerdi -para el fútbol “Terremoto”-, Ricardo Azpirichaga, Joaquín Yarritu, José Badiola, Ignacio Irure, Maguregui, Domingo Berecíbar, Javier Echave Garro, Astaburuaga, Lateillade, Ricardo Garaizar, Aso, José Mandalúniz Ealo, Larrabeiti, Muñiz, Marín, Sorarrain, Víctor Arguiñano, Vicente Pérez Lesta -para el futbol “Quico”-, Pedro Areso Arámburu, Valentín Martín, o Antonio Zurbano, citados a vuelapluma por no hacer interminable el repertorio.

Certificación del voto de Francisco Franco en “su” referéndum de 1966. Aquella campaña contó con la “colaboración” de distintas estrellas del deporte, los toros y el espectáculo, incluyendo a destacados futbolistas en muy primer plano.

A tal punto llegó la politización del Deportivo Vasco, que en un suelto probablemente remitido a la prensa caraqueña desde dicha entidad, podía leerse de este modo la composición de su elenco para el Campeonato a disputar en 1953: Maguregui, Caballero, Berecibar, Contin, Vázquez, Echave, Astaburuaga, Prieto, Infante, Fernando Riera, Garaizar, Lateillade, Salinas, Ruiz y Aso. Director Técnico: José Mandalúniz. En total, un venezolano, un italiano, cinco chilenos y el resto, vascos”.

Vascos, no españoles, aunque ingresaran en Venezuela con pasaporte emitido por el gobierno español. Expresado con cierta libertad, un equipo vasco, y vasquista, compitiendo en el campeonato venezolano.

El Club Deportivo Vasco comenzó a gestarse mediado el año 1944, aunque no quedase conformado hasta el siguiente, y habría de participar en ocho torneos del Campeonato de Primera División durante el periodo denominado del Distrito Capital, vigente desde 1921 hasta 1956 -en concreto las ediciones de 1945, 46, 47, 1951, 52, 53, 54, 55 y 56-, proclamándose campeón del torneo correspondiente a 1954, con 39 goles a favor y 16 en contra. Y en otras dos ediciones del Torneo Profesional, las de 1957 y 1962, saldadas ambas campañas con pobres resultados. Por esa época la Casa o Centro Vasco caraqueño mantenía íntima relación con el gobierno vasco en el exilio, promovía distintas iniciativas culturales donde la política vasca, o si se prefiere la disidencia con el franquismo de los años más crueles, siempre afloraba, y constituía algo así como embajada sentimental para tantos fugitivos de la derrota republicana. Ese equipo de fútbol, al fin y al cabo, no era sino otro aglutinante más, una exhibición de identidad “nacional”, o pálpito de anhelos larvados mientras se planificaba el porvenir, antes que caer en la tentación nostálgica. Varios políticos de la futura transición democrática española, de idearios tan dispares como el socialista o el peneuvista, fueron amamantados entre aquellos salones, los picnics y bailes, las conferencias y, ¿por qué no?, los partidos del C. D. Vasco, a la espera de alguna esporádica gira del Athletic, con un quinteto atacante recitado como las oraciones: “de carretilla”. Algunas biografías de aquellos futbolistas trasplantados ilustran perfectamente las dificultades de aquellos tiempos convulsos.

Escudos del Club Deportivo Vasco y del La Salle Sport Club, de Caracas, bien nutridos de españoles durante los años 40 y primeros 50, en el pasado siglo.

El bilbaíno José Miguel Díez Balerdi, nacido en 1917, contaba 28 años al debutar con el Vasco, cuadro que acababa de hacerse con la columna vertebral del Loyola, campeón de la edición precedente. Allí se encontró con Gerardo Bilbao, Azpirichaga, Irure y Yarritu, más los refuerzos recién adquiridos de Pedro Areso, Valdez, Socorro y Pantoja. Ya llegó como “Terremoto”, apodo que le sería impuesto durante su estancia en el Juventud Asturiana, de La Habana. “Por mi entrega -afirmó en distintas entrevistas-. Aseguraban que revoluciono los partidos, que hacía temblar a los defensas y porteros, cuando en realidad soy una suave brisa…”

Cuba no había sido su única escala desde que abandonase la disciplina del Sabadell, con cuyo elenco estuvo disputando los torneos de 1941 y 1942. Desde la ciudad condal hacia el Asturias, de México, club bien nutrido por antiguos componentes del Euzkadi. Y desde el distrito federal a Verazruz, todavía en México. Su primer gol en el campeonato mexicano habría de anotarlo el 17 de octubre de 1943, y a éste seguirían otros muchos en los torneos americanos. Desde México al Juventud Asturiana, de La Habana, y finalmente a Caracas, en 1945, donde sería recibido con aroma de estrella. Brillo que no iba a perder en Venezuela, puesto que se proclamó máximo goleador del torneo con 27 dianas en 21 partidos, sin hacerse el remolón con respecto a sus capacidades, puesto que ya en su primera comparecencia, ante el Español, anotó los dos tantos de su equipo para firmar el debut victorioso del C. D. Vasco como entidad profesional (27-I-1945).

Pedro Areso, Internacional español y campeón de Liga con el Betis Balompié, creyó a pies juntillas la veracidad del decreto garantista para cuantos regresaran a España desde el exilio, siempre que no tuvieren pendiente ningún delito de sangre. Y sufrió una profunda decepción. A diferencia de la mayoría, él no llegaba de Francia, sino desde el otro lado del océano, después de haber recorrido Europa, México, Argentina, Chile y Cuba con el Euzkadi, equipo desde el que salieron loas bolcheviques por boca de su relaciones públicas, Manuel de la Sota, en el periódico “Izvestia” (18 de agosto de 1937), como broche a su andadura por la URSS: “No podemos despedirnos con un simple apretón de manos, os enviamos un abrazo a todos vosotros, nuestros queridos hermanos y camaradas. ¡Viva Stalin, genio de la Humanidad!”.

Este resbalón, unido a las críticas que recibiesen sus componentes durante 1938, 1939, y aún 1940, dejó abiertas numerosas heridas, como en seguida veremos.

Pedro Areso estaba libre de delitos, regresó tras el decreto “conciliador” y le hicieron la vida imposible. Acabaría desarrollando una amplia andadura en los banquillos de Argentina y Chile.

Vayan, primero, algunos de aquellos ataques furibundos: “Los judíos errantes vascos tendrán que echar mano del pico y la pala si quieren comer”. O : ”No tardará en llegar el día en que se conozcan pormenores de las andanzas y manejos de estos malos españoles, y se saquen a la luz pública los nombres de los inspiradores y actores de lo que ha terminado en drama para quienes soñaron con triunfo, gloria y prebendas por tan señalado servicio a los marxistas”. Otra frase atribuida a Queipo de Llano caía en la más pura ofensa personal: “Estos vasquitos han jugado un partido. Pues muy bien, ¡cómo se habrán puesto de hierba!”. E incluso un medio tildó a los expedicionarios como “materia fusilable”. Tanta visceralidad ni siquiera menguaría cuando, una vez disuelto el equipo propagandístico, sus integrantes tuvieron que buscar nuevas salidas profesionales. Así se expresaron nuestros medios ante la lluvia de noticias sobre su incorporación al San Lorenzo de Almagro, Peñarol, España o Asturias, ambos de México. Rienzi, desde el vespertino “Madrid” (26-V-1939), abrió fuego:

“Leemos que el español Lángara, que salió de España formando parte del llamado equipo vasco y que actualmente se encontraba en México, ha sido traspasado al Club San Lorenzo de Almagro por la bonita suma de 20.000 pesos. La noticia tiene mucho de “duende”.

En primer lugar, es de suponer que ese traspaso ha sido pagado a los trashumantes directivos del citado equipo vasco, que declarados en rebeldía por la Federación Española, de la que exclusivamente dependen, no tienen autoridad ninguna para contratar o traspasar; pero, aunque la tuvieran, la otra parte contratante es un club afiliado a la Asociación o Federación Argentina, que está dentro de la FIFA; por consiguiente, la Asociación Argentina no puede aprobar ese contrato ni autorizar la alineación de Lángara hasta tanto no tenga la autorización de la Española, también sujeta a lo estatuido en traspasos internacionales, a un mismo reglamento que la FIFA regula.

¿Cómo ha podido entonces hacerse ese traspaso?. El club San Lorenzo de Almagro, si ha abonado ya esa cantidad, ha sido víctima de una vulgar estafa, ya que es de suponer que la Española recurrirá a la FIFA y ésta transmitirá a la Argentina la prohibición de alinear a Lángara. Recordemos cómo el Athletic de Madrid no pudo alinear al defensa argentino Cuello, porque ya tenía contrato, precisamente porque la Argentina se lo prohibió.

Sí, declarados en rebeldía los equipiers del cuadro vasco, no tienen personalidad para contratarse. Y sin estar declarados en rebeldía tampoco. De todos modos están sujetos a los mandatos deportivos de la Española”.

Ricardo Zamora, desde su tribuna en el diario “Ya” y empleando como pretexto el retorno de Jules Rimet, entonces presidente de la FIFA, de una escapadita a América, incidía en la misma cuestión, apuntando en su exigencia de responsabilidades hacia los dirigentes del Euzkadi: Manuel de la Sota, Melchor Alegría y sobre todo Pedro Vallana, su máximo responsable, en quien concentraba el máximo encono:

“¿Para cuándo espera la Federación Española retirar de sus anales aquel recuerdo por el cual concedió la medalla al mérito futbolístico a Vallana, después de ser el causante, aunque involuntario, de la eliminación de España en la Olimpiada de París, y más tarde el organizador de la propaganda roja por el mundo con lo que él llamó equipo de Euzkadi?”. 

Corrían tiempos donde todos los españoles, y especialmente sus medios de difusión, debían alardear de patriotismo. Así se explica que casi nadie pasara sobre el asunto sin esgrimir el hacha de guerra. El 28 de mayo era ABC quien recogía un suelto titulado “Los fugitivos y la Federación Nacional de Fútbol”, cuyo arranque ya tenía algo de incendiario:

“La federación Española no necesita ahora de estimulantes para proceder con la energía que cada caso requiera, pero, no obstante, la guerra está demasiado próxima todavía para que se pueda hacer burla de los muchachos que por su patriotismo, por cumplir sencillamente con su deber, sufrieron las penalidades de una dura campaña”.

Desde Oviedo, claro, se esparcían los peores improperios, puesto que Lángara, la figura más controvertida, “era suyo”. Particularmente agresivos resultaron los redactores de “Región”, cabecera que además daba cuenta de una frase atribuida al militar Troncoso, presidente de la FEF, dirigida a los fugitivos vascos:

“En el porvenir ni me importan, ni tendrán trato distinto a los restantes españoles, que por diversas causas se marcharon al extranjero. Y por supuesto, y para siempre, han concluido para el fútbol español, vuelvan pronto o se les olvide el camino de la Patria, a la que si regresan será después de entenderse con la ley”.

Empíricamente, toda esta bilis se sustentaba en el ordenamiento estatutario de los jugadores de fútbol, tras ser admitida su profesionalización en 1926. Entonces Federación, futbolistas y clubes pactaron, por exigencia de los últimos, un derecho que permitía a las entidades conservar cuantos jugadores considerasen imprescindibles, aun vencidos sus contratos, mediante incrementos salariales tan raquíticos como tipificados. Dicho de otro modo, los jugadores del Euzkadi pertenecían al Madrid, Barcelona, Betis, Athletic, Oviedo, Arenas de Guecho, Baracaldo… Y su ingreso en cualquier otro club debería contar con la aquiescencia del “propietario”, siendo éste único y exclusivo destinatario de cualquier dinero en concepto de traspaso.

Hoy sabemos que ni Pedro Vallana, ni nadie, cobraron un solo peso por las inexistentes transacciones. El Euzkadi se disolvió, mediante reparto equitativo de cuanto había en sus arcas, lo que supuso 10.000 ptas. para cada jugador, por año y medio largo dando tumbos. Todos, futbolistas y responsables de la “selección” vasca, actuaron como si al liquidar la aventura, los Blasco, Urquiaga, Aedo, Areso, Pablito, Iraragorri, Zubieta, Lángara, Larrínaga, Pedro y Luis Regueiro, Cilaurren, Emilín y compañía, hubiesen quedado en libertad. Lo que no era cierto, pues sus derechos federativos seguían perteneciendo a clubes españoles. Desde tal perspectiva, la FIFA debería haber dejado sin efecto esos falsos traspasos, a requerimiento de la FEF. Pero se antoja obvio que en el seno de FIFA y UEFA estaban mucho más preocupados por la situación de una Europa en llamas, sometida al paso de la oca hitleriano, que el cacareo de unos pocos clubes o la suerte de varios jóvenes a quienes desde su propio suelo virtualmente se tildaba de apátridas.

Pedro Areso, internacional en 3 ocasiones, con debut el 24 de enero de 1935 ante Francia y despidida frente a Alemania, el 12 de mayo de 1935, desde luego no era Lángara, circunstancia que le eximió de vituperios. Pero como componente del grupo, se le había tomado la matrícula.

Natural de Villafranca de Oria, Guipúzcoa (15-III-1909), llegó al Murcia mientras cumplía la “mili”, después de haber pasado por el equipo de su pueblo y el Tolosa. Como “pimentonero”, compuso con Andonegui un dúo defensivo de lujo, hasta el punto de convertirse en obsesión bética para la campaña 1932-33. Su familia no terminaba de ver con buenos ojos que el fútbol lo llevase tan lejos de casa y, consecuentes, sólo encontraban dobleces en la oferta verdiblanca. Luego de arduas negociaciones, salpicadas de incrementos económicos, su salto hasta Sevilla pudo llevarse a efecto, ya iniciado el campeonato. Y vaya si mereció la pena tanto tira y afloja, porque junto al Guadalquivir y la Torre del Oro compuso con Urquiaga y Aedo un terceto defensivo mítico, cimiento del hasta hoy único título liguero bético (1934-35). La campaña siguiente, convertido en estrella, acompañaba a su hasta entonces entrenador, Patrik O´Connell, al F. C. Barcelona.

Tenía 27 años cuando la Guerra Civil puso su mundo del revés, no sólo llevando el fragor de disparos y explosiones hasta las huertas de Ordizia, sino frenándole en seco. Primero fue a Orduña, con el Batallón Amaiur, como escribiente en la secretaría de Joseba Rezola. A continuación a San Mamés, para jugar gratis, junto a Paco Bienzobas, Bata, Unamuno, Arqueta, Isaac Oceja, Eguía y hasta Ignacio Aguirrezabala “Chirri II”, que desde el sur francés, donde se había refugiado, regresaba a Bilbao en cuanto se lo solicitaban. Esos partidos, con fines recaudatorios para Acción Nacionalista Vasca, solían contar con la inestimable ayuda de Mandalúniz, como reclutador, por más que fuese Ignacio Gracia, consejero de Asistencia Social en el gobierno de José Antonio Aguirre, quien moviese los hilos entre bastidores. Y por fin el vuelo desde Sondica hasta Biarritz, con el Euzkadi, los tumbos por Europa, las apreturas, el eco de las muy aceradas críticas provenientes del bando “nacional”, la incertidumbre por los familiares que habían quedado atrás, el desembarco en América… Y allí más obstáculos. La prohibición de competir contra cualquier club argentino, para empezar. Acto seguido, cuando velando por su futuro ya entrenaba con la plantilla del River Plate, aquel telegrama del gobierno vasco desde su cómodo exilio en París, conminándole a reingresar en el Euzkadi. El silencio de sus hasta entonces compañeros, tras solicitarles dinero para el pasaje. El cansancio de River ante sus dudas, traducido en carpetazo a la oferta que le girasen. Y la luz, con el repentino interés del Racing bonaerense…

Desde Argentina fue a Venezuela, como jugador-entrenador del Vasco caraqueño. Y la vuelta atrás, no para reincorporarse al Barcelona, titular de sus derechos federativos, sino al Santander, con cesión incluida al Deportivo Tanagra mientras recuperaba el tono, luego de que los “culés” declinasen hacer hueco a quien ya sumaba 36 primaveras larguitas. En Santander volvería a ejercer como entrenador, desde donde fue requerido para dirigir a la Gimnástica Burgalesa, justo durante el último ejercicio que iba a competir con ese nombre (1947-48). Vistos los resultados, un tremendo error, pues ni en sus peores sueños imaginaba podrían complicarle tanto la existencia.

Aquella ciudad, con gran presencia de los militares en su vida social e instituciones, era un tanto peculiar. Más cerrada que otras. Más apegada a la luenga sombra del 18 de julio y el parte victorioso de 1939. Un día el general Yagüe lo citó en su despacho para afearle su ideología nacionalista entre palabras muy gruesas, señalándole la puerta de salida; no la del despacho, sino la del club. En realidad llovía sobre mojado porque, apenas hubo puesto un pie en Madrid, cuando con ayuda de Cesáreo Galíndez y Juan Touzón fuese sometido a prueba por el Atlético Aviación en Albacete, dos mandos del cuerpo aéreo “sugirieron” debía ser vetado, “porque un propagandista de la barbarie republicana y roja, más aún, un evadido de sus deberes militares, no era digno de representar al arma de aviación”. Entonces, claro está, nadie osaba desatender los “consejos” de militares victoriosos cargados de estrellas y condecoraciones. Otra aproximación posterior al Gijón concluyó del mismo modo. El magnánimo decreto le permitía venir a España con pasaporte emitido en la embajada argentina, pero aparentemente sólo para recibir desplantes y hacerle sentirse extranjero. Claro que ese pasaporte, al menos, le sirvió para cruzar la frontera portuguesa y enrolarse como entrenador del Atlético Portugal y Vitoria Setúbal, aunque dirigiendo a éste sería descalificado a perpetuidad por la Federación lusa, luego de un intento de soborno a jugadores adversarios.

A partir de ahí más viajes. Desde el puerto de Belem, rumbo a América para hacerse cargo del Unión Española (Chile), Club Loyola de Caracas (Venezuela), C. D. La Serena (Chile), Rangers (Chile), Español de Barcelona como ayudante de Scopelli, Lanús, Nueva Chicago, Talleres y Platense, los cuatro últimos de Argentina. Y otra vez a Chile, donde gozaba de buen cartel merced al título obtenido con el C. D. La Serena en 1961, ahora contratado por Unión Española y Rangers de Talca.

Hacia el ecuador de los 70 decidió fijar su definitiva residencia en Buenos Aires. Tenía 3 hijos, dos varones y una mujer, fruto de su matrimonio con Maitena Amundaráin, argentina de padre guipuzcoano y madre bilbaína, a quien conociese en el Centro Vasco bonaerense. Y todavía un par de nuevos y breves viaje a España, a otro país ya, en 1985, para realizar el saque de honor en los prolegómenos del partido con que el Real Betis conmemoraba los 50 años de su título liguero. Aedo, antiguo compañero de zaga en la entidad verdiblanca y de fatigas con el Euzkadi, sonreía junto a él, enredadas sus pupilas al agridulce vaho de tantos recuerdos. Igualmente en San Mamés recibiría un homenaje más, conmemorando el cincuentenario de aquella gira europea y americana con el Euzkadi.

Ricardo Zamora, “El Divino” mientras vistiese de corto, caricaturizado durante su etapa como firma habitual del madrileño diario “Ya”. Años después de criticar a los vascos que trataban de ganarse la vida en el fútbol americano, aceptó una suculenta oferta económica para hacerse cargo de la selección nacional venezolana. Conforme afirmase Groucho Marx: Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.

La política se empeñó en zancadillear, no una vez, sino varias, sus agitadas idas y vueltas en pos del balón. Algo que podría suscribir igualmente Gerardo Bilbao Bilbao, nacido junto al río Nervión, en el anexionado barrio bilbaíno de Deusto, el 9 de febrero de 1907.

Interior con olfato de gol, y medio volante a medida que fue cumpliendo años, hizo su presentación entre los grandes ante el Real Madrid (enero de 1930), en partido de la 9ª jornada liguera correspondiente al torneo 1929-30. Atrás quedaba su aprendizaje en el Rivera Sport, casi dos años en el Racing de Ferrol, un breve paso por el Cartagena y, por delante, luego de casi tres temporadas en el Arenas Club de Guecho, cuatro ejercicios completos luciendo la camiseta rojiblanca del Athletic Club, con cuyo primer elenco habría de debutar el 30 de octubre de 1932, derrotando en Mendizorroza al Deportivo Alavés por un apretado 1-2. Y también, claro, la Guerra Civil y sus funestas consecuencias.

Tan pronto hubo caído Bilbao en poder franquista, huyó a Cataluña, alineándose en algunos partidos con el F. C. Barcelona. Un club azulgrana sembrado de ausencias, incautado, y en fase de apresurada reconstrucción, luego de que sus anteriores estrellas hubiesen aprovechado la gira americana para asentarse en México, o la escala parisina, ya de retorno, para enrolarse en clubes galos. En lo puramente personal aprovechó ese periodo proclamándose vencedor en el Campeonato de Cataluña, llegando a disputar, incluso, un partido con cierta “selección de Cataluña” (julio de 1938), ante una formación de Carabineros. Entre éstos se alinearon Gamborena y Venys, por ejemplo, y con la selección catalana Zamora, del Avenç; Montero, Abad, Lloret, Grec y Judice, del Sants; Domenech y Canals del Europa; Martínez, del Español, y Castro del Barcelona. Mucho tiempo después, cuando con subvenciones públicas algunos chiringuitos se dedicaron a confeccionar listados de internacionales catalanes, habrían de convertirle en “internacional” con la selección de Cataluña merced a esa única y coyuntural comparecencia. “Internacional” catalán quien naciese en Vizcaya, nunca compitió oficialmente en territorio catalán, y se midiera una tarde, en choque puramente recaudatorio con finalidad bélica, a un grupo de teóricos Carabineros. La política, de nuevo, tejiendo sus hilos hasta enmarañar el perfecto discurrir del balón.

Concluida la guerra, un breve paso por Bilbao y salida hacia México, desde donde habría de recalar en Venezuela. Allí le aguardaba una nueva carrera futbolística, con 10 años distribuidos entre el Deportivo Venezuela (3 temporadas), Loyola (4, en dos etapas distintas) y Vasco (3 consecutivas). Paralelamente en Caracas, todavía soltero y acompañado por una hermana, se colocó de administrativo en una compañía mercantil, mientras mataba el gusanillo de la pelota disputando partidos de aficionado hasta acercarse a la cincuentena. Falleció en la capital venezolana el 21 de junio de 1982, con 75 años.

El galdacanés  José Mandalúniz Ealo (19-III-1910), ariete con buen juego aéreo y primo del “Chato” Iraragorri, que hasta el 18 de julio del 36 había lucido los colores de la Sociedad Deportiva Amorebieta, Elexalde, Athletic Club, Arenas de Guecho, Madrid y Español de Barcelona, también conoció íntimamente la simbiótica relación entre fútbol y política.

Fotomontaje del Athletic Club de Bilbao. Gerardo Bilbao señalado con el número 6B.

Nacionalista vasco sin tapujos, intervino en la organización de algún partido durante el periodo bélico, siempre con fines recaudatorios para Acción Nacionalista Vasca, y estaba casado con una activista muy significada del P.N.V., hasta el punto de ejercer como oradora en diversos actos del partido. Cuando las brigadas navarras reforzadas por italianos y tropas moras tumbaban definitivamente el cinturón bilbaíno, puso pies en polvorosa, consciente de que su vida en la nueva España franquista valdría bien poco. Ya había sido detenido en 1932 por el gobierno de la República y su expediente continuaba abierto en alguna comisaría, esperando que alguien lo rescatase. De manera que cruzó las Landas para enrolarse en el Bordeaux, desde donde rápidamente pasó al Rouen y luego al Stade Français, fichado por Helenio Herrera, Lorient, y otra vez Rouen, ya con 40 años, la temporada 1950-51 en una doble función de jugador-entrenador. No obstante, a lo largo del ejercicio 1949-50 se le vio dirigir al Baracaldo, en 2ª división, corriendo el resto de la campaña fabril a cargo del antiguo internacional Travieso.

En 1953 viajó a Venezuela, para entrenar al Vasco de Caracas, llevando consigo a un puñado de futbolistas vascos, como Maguregui, Quico Pérez, Valentín Martín, Echave, Astaburuaga, Aso, Antonio Garáizar y Domingo Berecíbar. También jugaba en ese mismo equipo el chileno Prieto, que después de fichar por el Español la temporada siguiente, iba a ver cómo surgían serios problemas federativos con su documentación. Todos los españoles del Vasco, concluidos sus contratos, llegaron a la sede españolista con una carta de recomendación firmada por el propio Mandalúniz. Alfombra que, la verdad, tampoco les sirvió de mucho, pues tras las oportunas pruebas sólo ficharía Quico Pérez. Quien sí acabó encontrando un hueco en la sede blanquiazul fue el propio José Mandalúniz, como ayudante del primer técnico. Y no parece encontrase especiales obstáculos para ello, todavía en un país autárquico, doctrinario, y con la vista muy pegada al reciente pasado. El tiempo, al fin y al cabo, suele esparcir buenas dosis de polvo sobre ideologías y recuerdos.

Otro fotomontaje del Athletic Club, correspondiente a la temporada 1934-35. Mandaluniz es el señalado con el número 8.

Claro que esas heridas viejas tardaron lo suyo en cicatrizar. Entre tanto, los españoles que regresaban desde su exilio extranjero -incluidos los futbolistas, claro- pasaban obligatoriamente por el tupido cedazo policial. No sólo obraban en aquellos expedientes sus actuaciones durante el periodo bélico -a veces sustentadas tan sólo en la pura delación-, sino cómo se ganaron la vida lejos de España, qué compañías frecuentaban, qué dijeron, si se trataba de personajes públicos, o con qué ánimo retornaban, a tenor de las averiguaciones que los servicios de información de Falange Exterior hubiese reunido sobre cada uno de ellos. No, en absoluto eran expedientes de trámite, sino pesquisas pormenorizadas, sometidas una y otra vez a la lupa investigadora. Sirva como ejemplo el incoado a Isidro Lángara cuando se decidiera a colgar los borceguíes en el equipo azulón. Un formidable ariete internacional, goleador de tronío en el San Lorenzo de Almagro y todavía hoy autor de la mayor goleada personal en la historia del campeonato profesional mexicano.

Lángara sólo pudo enfundarse de nuevo la camiseta ovetense en 1946, pero según los legajos que sobre ese asunto se conservan en los archivos de Alcalá de Henares, el 14 de noviembre de 1945, once meses antes de reintegrarse a su antiguo club, ya se cursaban desde el Ministerio de Asuntos Exteriores solicitudes de información a las embajadas de México y Argentina, “ante la intención de regreso a España del referenciado”. A sus 34 años largos, el demoledor atacante firmaría 20 partidos de Liga, con 18 goles, la temporada 1946-47. Y ya con 35 primaveras a cuestas otros 5 tantos en 9 choques del torneo 47-48. Todos ellos mientras su expediente seguía circulando de mano en mano, a uno y otro lado del océano, a tenor de lo que unas copias al carbón bastante desleídas ofrecen al investigador curioso: El 27 de agosto de 1946, a punto de iniciarse el Campeonato, este guipuzcoano recibía un pláceme registrado con el número “523220”. Sin embargo pese a ello, y a buen seguro sin que él lo sospechase nunca, al menos siguieron realizándose pesquisas complementarias el 21 de febrero de 1947, el 12 de junio de 1948, y el 22 de octubre de ese mismo año, es decir cuando ya había dejado de ser futbolista profesional.

Una de las páginas relacionadas en el expediente de Isidro Lángara.

Obviamente, y de igual modo, quienes partieron de nuestro suelo rumbo a clubes venezolanos, casi en el mismo buque o vuelo de retorno solían ser acompañados por una valija diplomática con sus respectivos expedientes; no fuera que lejos del Régimen hubiesen aireado palabras o conductas de naturaleza lesiva “para el buen orden nacional”. Que hoy sepamos, casi siempre aquellos aventureros del balón supieron orillar charcos peligrosos. Fueron, entre otros, los casos de Echave o Arguiñano.

Javier Echave Garro (Guernica, 6-IV-1927), comenzó a ser alineado en el equipo de su pueblo por su apodo de “Pello”, la temporada 1942-43. A finales de 1945 pasaba fugazmente por el Deportivo Alavés, y desde ahí por el Burgos y Guecho, hasta recibir en 1952 la oferta del C. D. Vasco. Dos años de competición venezolana bastaron al buen medio centro y zaguero central cuando la táctica WM acabara imponiéndose, para convertirlo en internacional con la selección de Caracas, en realidad representativa de toda la nación venezolana, dada la peculiaridad de su campeonato, no dependiente de una Federación al uso y al margen de la FIFA. Y qué curioso. Habría de ser Ricardo Zamora, quien tanta hiel vertiese años antes sobre los futbolistas vascos fugados a América, el personaje que tras aceptar una suculenta oferta económica del país petrolero para hacerse cargo de su selección, contara con sus servicios ante los partidos que durante 1953 midiesen a dicho cuadro contra el Barcelona, la Roma y el Corinthians brasileño. Choques, claro está, que al incorporarse Venezuela a la disciplina de la FIFA dejaron de contar como internacionales, por no encajar en el formulario del organismo supranacional.

Su calvicie y rasgos faciales le hacían parecer bastante mayor de lo que el calendario atestiguaba, y ello habría de propiciar alguna curiosa anécdota. En cierta ocasión, jugando con el Vasco caraqueño en Cúcuta, unos chilenos del equipo adversario le saludaron con toda ceremonia, convencidos de hallarse ante el entrenador del conjunto de Caracas. Ya en enero de 1954 regresó de Venezuela, para integrarse en el Santander, cuyo escudo estuvo defendiendo hasta avanzado el torneo correspondiente a 1955-56, que habría de completar con el Guecho. Falleció en Bilbao, el 27 de setiembre de 1994.

El medio beasainarra Víctor Arguiñano Yabar (15-VI-1923), también conoció el fútbol venezolano en 1953, aunque bajo la disciplina del Loyola. Y tanto antes como después viviría a caballo entre el balón de fútbol y las duras pelotas de potro empleadas en los juegos de frontón.

Componente del Beasain desde los 17 años, en 1942 fichó por el Tolosa y a continuación por el Deportivo Alavés, cuando el cumplimiento del servicio militar obligatorio lo llevase hasta los cuarteles de Vitoria. Cuatrocientas pesetas mensuales de sueldo no daban para gollerías, por más que entre las apreturas de aquella España hambrienta él nunca llegara a pasar necesidades. Fiel a su costumbre, solía arreglárselas para compatibilizar fútbol y pelota a mano, entrenando en Mendizorroza por la mañana y pisando el frontón por las tardes, a espaldas de la directiva deportivista. Al menos hasta sufrir una rotura de menisco en el frontón. “Por suerte pude ocultársela al entrenador del Alavés, hasta que durante un partidillo caí redondo -narró a menudo-. Entonces la medicina deportiva no es que estuviera en pañales, sino que ni existía. Y me las arreglé para convencer tanto al entrenador como al médico de que venía notando molestias desde el último partido. Coló. Y eso que lo de mis  escapadas al frontón ya debían ser en Vitoria un secreto a voces”.

Obviamente, puesto que en 1946, todavía con ficha del Deportivo Alavés, se proclamó campeón estatal de pelota a mano por parejas representando a Álava, y años más tarde, de nuevo en Beasáin, durante algún tiempo estuvo participando por las mañanas en el Campeonato Guipuzcoano de Pelota, y por las tardes alineándose con el equipo de dicha localidad. En 1947 sería fichado por la Real Sociedad de San Sebastián, percibiendo en el momento de estampar su rúbrica 6.000 ptas. contantes y sonantes. “Casi lo que un funcionario en todo el año, y a eso había que sumar sueldos y primas. Aunque de primas poco, porque no es que jugara mucho con los de Atocha”. Concretamente 9 partidos de 2ª División y 5 en 1ª, cantando un gol. Después al ya extinto Club Deportivo Logroñés, en 2ª División, la temporada 50-51, al Cádiz y nuevamente a Logroño, antes de volar hacia Venezuela con retorno a la capital riojana, donde permanecería hasta junio de 1955. Y por fin de vuelta a Beasain, para seguir compitiendo con los de su pueblo.

Tanta longevidad deportiva le permitió jugar con Agustín Cacho, y más tarde con su hijo, el extremo realista y del Pontevedra C. F. Juan Cacho, lo que representaba servir de nexo entre dos generaciones deportivas. Y vivir, entre tanto, una anécdota muy especial, según sus propias palabras. “Probablemente yo haya sido el fichaje más efímero de toda la historia del fútbol. Fue cuando me incorporé por segunda vez a la Real Sociedad, ya superada la treintena, mientras jugaba con el Beasain”. Los hechos le dan la razón, puesto que hallándose con muchos lesionados la Real Sociedad, lo ficharon un sábado por la mañana, como solución de emergencia, con vistas a alinearlo al día siguiente por la tarde. A lo largo de esa misma mañana el entrenador donostiarra sometió a una prueba a sus lesionados, con resultado satisfactorio en dos casos, lo que se tradujo en la devolución de ficha al Beasain la misma tarde sabatina. Como máximo, debió pertenecer a la Real Sociedad durante unas tres o cuatro horas. Lo curioso es que los realistas habían entregado al Beasain un balón usado, como pago por su desprendimiento, y el encargado del material donostiarra se apresuró a reclamar la devolución de aquella pelota, tan pronto tuvo noticias del descarte. “¡De eso nada! -negó entonces el utilero beasainarra-. El balón era para que os cediésemos a Arguiñano, y eso hicimos. Si ya no lo necesitáis, no es culpa nuestra, así que el balón aquí se queda”.

Escudo del Loyola Sport Club, en cuyo elenco estuvo compitiendo Víctor Aguiñano Yabar.

Su aventura venezolana con el Loyola duró seis meses, y si en lo económico resultó satisfactoria, difícilmente pudiera decirse lo mismo en otros aspectos. “Llegamos 5 vascos, poro allí vimos en seguida que al público no le gustaban los extranjeros. Luego estaba el calor sofocante, jugar con 35 ó 38 grados sobre campos pelados, la poca afición de aquellos espectadores, el país… No sé, todo”. Regresaron antes de tiempo, aunque después de que les abonasen toda la temporada. “Parece que los que competían con el Vasco estaban mejor, más arropados, se sentían más queridos y, claro, eso cuando estás a tanta distancia de casa, se agradece mucho”.

Este futbolista y pelotari, el fichaje más efímero de la historia del fútbol español, abrió un bar en Beasain durante el año 1955, entrenó al club local a lo largo de las campañas 1961-62, parte de 1962-63, ambas en 3ª División, 1966-67 y 1972-73, en categoría Regional, e igualmente al C. D. Logroñés durante unos meses correspondientes al ejercicio 64-65. Falleció en su localidad natal, a los 84 años, el 6 de enero de 2008, tras haber colaborado como comentarista de TVE en los partidos donde ejercía de anfitrión el Beasain, durante el periodo que el Segundo Canal emitiera encuentros de 2ª División “B”.

Quede, como complemento, un breve apunte sobre los buenos y malos momentos del Deportivo Vasco en el fútbol venezolano, donde conforme ya se indicó habría de proclamarse campeón en 1954, tras derrotar en la final al La Salle por 2-1. Esa victoria le otorgaba el derecho a participar en la finalísima, sirviendo de marco el estadio Venezuela, de Barcelona (Anzoátegui). Allí los vascos derrotaron al Mérida (1-0), Anzoátegui (8-1) y Aragua (2-0), firmando, de paso, su segundo título del año. El delantero Akerreta con cinco de los 11 goles obtenidos por el equipo en la fase definitiva, sería premiado con un reloj de pulsera.

Vayan ahora los mejores resultados y las derrotas más dolorosas de los vasco-venezolanos:

Mejores resultados

El 23.05.1945, Deportivo Vasco 7 – La Salle 0.

El 08.06.1946, Deportivo Vasco 7 – Litoral OSP 0.

El 10.05.1952, Deportivo Vasco 8 – Deportivo Español 0.

El 13.02.1954, Deportivo Vasco 7 – Nuevos del Este 0.

El 31.03.1957, Deportivo Vasco 2 – Banco Francés-Italiano (profesional) 0

El 27.04.1957, Deportivo Vasco 2 – Banco Obrero (profesional) 2

Peores resultados

El 16.02.1946, Dos Caminos 6 – Deportivo Vasco 1.

El 17.05.1949, La Salle 8 – Deportivo Vasco 0.

El 12.05.1957, UCV 10 – Deportivo Vasco (profesional) 1.

El. 23.02.1957, La Salle 8 – Deportivo Vasco (profesional) 1.

El 08.04.1962, Deportivo Portugués 7 – Deportivo Vasco (profesional) 1.

Y como colofón, los resultados más locos

El 17.03.1953, Deportivo Vasco 6 – Litoral OSP 5.

El 16.03.1957, Deportivo Español 6 – Deportivo Vasco (profesional) 4.

En el campo internacional, la muchachada del Vasco tan sólo llegó a disputar dos partidos oficiales: Ante el VV Transvaal (de Curaçao), y el Deportivo Libertad (de Colombia). A ellos cabría añadir otros dos amistosos “internacionales”, frente a los jugadores argentinos del Campeonato del Distrito Capital (1945), y los peruanos (1946), siendo estos los resultados:

Deportivo Vasco 2 – Transvaal 0.

Deportivo Vasco 1 – Deportivo Libertad 0.

Entre los que derrotaron al Transvaal se hallaban los vasco-españoles Joaquín Yarritu, José Badiola, Iñaki Irure y Gerardo Bilbao, además del argentino, y más adelante entrenador por suelo español, Lino Taiolli.

Francisco Franco en un baño de multitudes futbolístico. Tanto él, como otros gobernantes con anterioridad y todos los de después, se sirvieron del deporte rey desterrando falsos pudores.

Las injerencias políticas en el fútbol llegaron mucho más lejos de lo descrito. Cuando nuestro país abrió sus fronteras a la importación de futbolistas, pronto habría de barajarse la conveniencia de indagar sobre el pasado de los recién llegados, tanto si se trataba de oriundos, como de extranjeros; no fuera a ser que bajo el uniforme deportivo, se escondieran comunistas o herejes. De ese modo, la Brigada Político-Social comenzó a intercambiar informaciones con sus colegas del otro lado del océano. Luego se llegó más lejos, tipificando entre los motivos para rechazar la concesión de fichas federativas “la no acreditación de solvencia moral”, un calcetín en el que todo cabía: Desde la agitación social a las veleidades comunistas; desde el ateísmo confeso hasta la existencia de antecedentes penales. Y cuando un buen número de jugadores de segundo y tercer rango comenzaron a partir hacia Francia, Portugal, o distintos países de América, como jornaleros del cuero, también quiso tomárseles la matrícula, no fueran a volver contagiados. Parece que Francia no se avino a informar, lo mismo que algunas naciones de Sudamérica, aunque Portugal, siendo tanta la proximidad entre los regímenes políticos de Franco y Salazar, colaborase de buen grado. Por ello, a menudo los inacabables procesos de transferes internacionales tan sólo escondían un mal informe policial. Y de ello sacaron partido algunos clubes lusos, para retener a determinados futbolistas españoles.

El del santanderino Roberto Yurrita Núñez (1-IX-1929), fue tan sólo un caso.

Tras asomar al fútbol profesional con el Cartagena, luego de haber defendido el marco de los departamentales en 16 partidos de 2ª División la temporada 1951-52, fichó por el Lorca, y un año después por el Boavista, de las inmediaciones de Oporto. El fútbol portugués tenía entonces carácter amateur, siquiera a efectos oficiales. Y ello se traducía, de acuerdo con los estatutos del aficionado, en libertad absoluta para cuantos futbolistas hubieren cumplido contrato, sin que imperase el derecho de retención con la misma ferocidad que por nuestros pagos. Al menos en teoría, porque una cosa era el papel escrito y otra la realidad. Que nadie se engañe: se pagaba, y no mal, a los futbolistas más destacados y a numerosos extranjeros, pese a que algunos campos de la máxima categoría y casi todos los de 2ª División ni siquiera contasen con césped. Pero una vez vencido el contrato, aquellos jugadores debían quedar en libertad. Y Yurrita, al término del torneo 1953-54 decidió cruzar la frontera para rubricar la cartulina del pamplonés Club Atlético Osasuna, entonces en 2ª División.

La directiva de Bosvista se lo tomó muy mal. Querían seguir contando con “su” portero, y para ablandarle un poco demoraron las diligencias tendentes a obtener el transfer federativo. Desde Pamplona se sucedieron los escritos a Portugal, las llamadas telefónicas a la Federación Española y hasta la ofrenda de velas a San Saturnino, patrón de la ciudad. Todo inútil, puesto que el transfer seguía sin tramitarse. Arrancó la Liga, siguió corriendo el calendario y Yurrita continuaba sin ficha. Desde Oporto se aseguraba que por su parte todo estaba en orden, que en efecto demoraron un tanto la notificación de baja federativa, esperando arreglar las cosas con el cancerbero. Pero que una vez resignados a perderlo, habían procedido conforme a la normativa. Luego, de viva voz, no por escrito, la directiva osasunista supo que el asunto estaba encallado por un informe de la policía política portuguesa, poco favorable al jugador. Si la Delegación Nacional de Deportes no daba su pláceme, en el ente federativo madrileño nada cabía hacer. Y el cántabro, mientras tanto, seguía sin explicárselo: “Nada, allí no ocurrió nada. Ningún conflicto, ni una simple admonición. Por fuerza se han tenido que confundir de medio a medio”.

No era así, claro. Alguien del Boavista parecía haber movido influencias políticas o policiales, poniendo en marcha un informe poco favorecedor para su ya exfutbolista. Y como las vagonetas cuesta abajo, ese documento una vez lanzado ya carecía de freno. Hicieron falta muchas súplicas, padrinazgos y petición de favores, para que finalmente la ficha osasunista de Yurrita fuese autorizada. Tanto fue así, que únicamente llegaría a disputar 5 partidos de aquella Liga.

Afincado en Pamplona, tras colgar los guantes y la visera este hombre siguió manteniendo alguna conexión con la pelota, puesto que dirigió desde el banquillo a la Peña Sport tafallesa durante la campaña 1972-73, ascendiendo al equipo a 3ª División, y de nuevo en 1976-77, repitiendo idéntico logro. Habría de fallecer en noviembre de 2011, con 82 años, sin explicarse aún por qué tuvieron que hacérselo pasar tan mal para fichar por Osasuna.

Como colofón, y mirando todavía hacia los años 50 del pasado siglo, valga un breve apunte sobre el fichaje de Kubala por el Barcelona, donde la política, con mayúsculas, tuvo un papel decisivo. Sin aquella huelga de los usuarios de tranvías -protestando por un incremento de precios-, y sin el plante de la ciudadanía, ni hubiese caído el gobernador de la ciudad condal ni, visto que el descontento crecía de barrio en barrio como una epidemia, los jerarcas del régimen no hubieran puesto en funcionamiento los resortes deportivos y diplomáticos para resolver la situación del húngaro, a quien tanto la Federación magiar como la FIFA impedían competir en España. Para allanar las cosas, España denunció el carácter estrictamente político de la sanción al fenómeno, y lo nacionalizó de un día para otro, como fórmula para desatascar su expediente en los despachos de Suiza. El régimen abortaba así una peligrosa muestra de descontento social, se congraciaba con parte de Cataluña y espantaba los moscardones de una imprevisible disidencia, surgida de una cuestión por demás nimia. Si por 5 céntimos de peseta se había armado la de San Quintín, más valía el empleo inmediato de paños calientes.

Kubala pudo vestir de azulgrana, convertirse en ídolo desde el césped y desarrollar una carrera pasmosa, desde luego merced a sus facultades, pero también porque la política “palaciega” se cruzó decisivamente en su camino. Justo lo que también ocurrió con otro jugador alicantino, modesto como para no haber dejado apenas huella. Un enigma con camiseta y pantalón corto, cuya historia reservamos para el siguiente número.

Hazte Socio
Sobre nosotros

Miembro del CIHEFE

Publicado en: active